Lunes XX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 21 agosto, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
Para ver el texto completo de las lecturas haz clic aquí.
Jc 2, 11-19: El Señor hacía surgir Jueces, pero ni a los Jueces hacían caso
Sal 105, 34-35. 36-37. 39-40. 43ab y 44: Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo
Mt 19, 16-22: Si quieres llegar hasta el final vende lo que tienes, así tendrás un tesoro en el cielo
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico: ¡Ave María! fue lo último que salió de sus labios
–Jueces 2,11-19: Ni a los jueces hacían caso. Grandes desgracias en Israel. Todo por haber abandonado al verdadero Dios y seguir cultos idolátricos. El Señor es siempre fiel a sus promesas y quiere la salvación de Israel, para ello suscita hombres llenos del espíritu de Dios, pero ni a ellos hacían caso.
Muchas veces ha sucedido esto en la historia de la Iglesia y siempre ha provocado grandes males para la sociedad. Hemos de tener fe firme en la Iglesia, en sus instituciones, en sus carismas, en sus sacramentos, en su jerarquía. Es inútil que se luche contra la indefectibilidad de la Iglesia. Durará hasta el fin del mundo y no sufrirá cambio sustancial ni en su doctrina, ni en su constitución, ni en su culto. Siempre se la ha combatido de una y otra parte, mas ella sigue en pie y sus opositores desaparecieron. La Historia de la Salvación nos ofrece ejemplos maravillosos. Oigamos a San Ambrosio:
«Es cosa normal que, en medio de este mundo tan agitado, la Iglesia del Señor, edificada sobre la piedra de los apóstoles, permanezca estable y se mantenga firme sobre esta base inquebrantable contra los furiosos asaltos sobre la mar. Está rodeada por las olas, pero no se bambolea, y aunque los elementos de este mundo retumban con un inmenso clamor, ella, sin embargo, ofrece a los que se fatigan la gran seguridad de un puerto de salvación» (Carta 2,1-2).
–El Salmo 105 es otra vez eco de una lectura bíblica: «Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo». Emparentaron con los gentiles, imitaron sus costumbres, adoraron sus ídolos, inmolaron a los demonios sus hijos y sus hijas, se mancharon con sus acciones, se prostituyeron con sus maldades. La ira del Señor se encendió contra su pueblo y aborreció su heredad. Mas, ¡cuántas veces los libró! Sin embargo, ellos, obstinados en su actitud, perecían por sus culpas... Pero la misericordia del Señor no tiene límites. Por muchas y graves que sean las prevaricaciones del pecador, el Señor, siempre compasivo y lleno de inmensa bondad, lo quiere rehabilitar y llenarlo de sus dones y gracias. Así en el Antiguo Testamento, en el Nuevo y en la vida de la Iglesia.
–Mateo 19,16-22: Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, así tendrás un tesoro en el cielo. No hay otro camino para la vida eterna que la observancia de los mandamientos de Dios. Mas quien desee ser perfecto y obtener la plenitud de la felicidad, ha de renunciar a sus bienes en favor de los pobres y seguir al Maestro. Comenta San Agustín:
«El Señor no quiso llamar vida a la que han de tener los impíos, aunque hayan de vivir en el fuego una vida sin fin, para que la pena sea también sin fin... A ésta no quiso llamarla vida y sí a la que es feliz y eterna. De aquí que al preguntar aquel rico al Señor, «¿qué he de hacer de bueno para alcanzar la vida eterna?», el mismo Señor a ninguna otra llama vida sino a la feliz. Pues también los impíos la tendrán eterna, pero no feliz, puesto que estará llena de tormentos... Pero, cuando le respondió aludiendo a los mandamientos ¿qué dijo? «Si quieres llegar a la vida». No le habló más que de la vida feliz, puesto que de la desdichada ni siquiera se la ha de llamar vida.
«Por tanto, vida, la que es digna de ser llamada por este nombre, no es más que la feliz. Y no será feliz si no es eterna. Esta verdad y esta vida es la que quieren, la que queremos todos. Pero, ¿por dónde se va a tan gran posesión, a tan gran felicidad? Los filósofos inventaron las vías del error... Les quedó oculto el camino, porque Dios resiste a los soberbios. Nos estaría oculto también si no hubiera venido a nosotros. Por esto dijo el Señor: «Yo soy el Camino». ¡Viandante perezoso!, puesto que no quieres venir al camino, vino el Camino a ti. Buscabas por dónde ir: «Yo soy La Verdad y la Vida». No te extraviarás si vas a Él por Él» (Sermón 150,10).