Sábado XIX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 14 agosto, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
Para ver el texto completo de las lecturas haz clic aquí.
Jos 24, 14-29: Elegid hoy a quién queréis servir
Sal 15, 1-2a y 5. 7-8. 11: Tú eres, Señor, mi heredad
Mt 19, 13-15: No impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los Cielos
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Josué 24,14-29: Elección por el Señor. Josué propone a la asamblea que concluya un pacto con el Señor, cosa que aceptó el pueblo afirmando ardorosamente su decisión de servir a Dios y de obedecerle. Es un ejemplo siempre actual y siempre necesario: elegir a Dios, servir a Dios, aunque Él no lo necesite. Oigamos a San Ireneo:
«Así acontece en el servicio de Dios: a Dios no le aporta nada, pues Dios no tiene necesidad del servicio de los hombres; mas a aquellos que le sirven y le siguen, Dios les da la vida, la incorruptibilidad y la gloria eterna. Él concede su benevolencia a los que le sirven por el hecho de servirle, y a los que le siguen por el hecho de seguirle, pero no recibe de ellos beneficio alguno, porque es perfecto y no tiene ninguna necesidad. Si Dios solicita el servicio de los hombres es para poder, siendo bueno y misericordioso, otorgar sus beneficios a aquellos que perseveran en su servicio; porque, del mismo modo que Dios no tiene necesidad de nada, el hombre tiene necesidad de la comunión con Dios, pues la gloria del hombre está en perseverar en el servicio de Dios» (Tratado contra las herejías 4,3).
–El Salmo 15 es un poema de oro, que hace una opción absoluta por Dios; un poema precioso, que convierte la fe en un manantial inagotable de amor: «Tú eres, Señor, mi heredad... El Señor es el lote de mi heredad y mi cáliz, mi suerte está en su mano... Bendigo al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré».
Nuestro ejemplo y modelo es Cristo, que hizo siempre la voluntad del Padre (Mt 26,39; Lc 2,49). Donde está la Cabeza allí ha de estar el Cuerpo. Somos coherederos con Cristo (Rom 8,16-17). Para todo cristiano Dios es el único y sumo Bien. Todo «ídolo» que se introduce en la vida cristiana la empobrece hasta destruirla, porque quita a Dios sus derechos y seca la fuente vital de la existencia humana hecha a imagen y semejanza de Dios. Solamente en Dios podemos encontrar la fuente de la alegría, de la paz y la promesa segura de una vida eterna feliz. Hemos optado por Dios. Ahí está nuestra verdadera felicidad y victoria.
–Mateo 19,13-15: No impidáis a los niños que se acerquen a Mí, de ellos es el Reino de los cielos. Oigamos a San Agustín, que en una octava de la Pascua predica:
«De los tales es el Reino de los cielos (Mt 19,14), es decir, de los humildes, de los párvulos en el espíritu. No los despreciéis; no los aborrezcáis. Esta sencillez es propia de los grandes; la soberbia, en cambio, es la falsa grandeza de los débiles, que, cuando se adueña de la mente, levantándola, la derriba; inflándola, la vacía; y de tanto extenderla, la rompe. Él humilde no puede dañar; el soberbio no puede no dañar... Así, pues, si guardáis esta piadosa humildad que la Escritura Sagrada muestra ser una infancia santa, estáis seguros de alcanzar la inmortalidad de los bienaventurados: de los tales es el Reino de los cielos» (Sermón 353,1).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Josué 24,14-29
a) «Continuó hablando al pueblo». Josué termina su gran catequesis histórico-teológica.
Y nosotros, la lectura abreviada de su libro, que, al final, nos informa también brevemente de su muerte.
Ahora Josué saca las consecuencias. Si tantos favores le debe Israel a su Dios, a ese amor debe responder también con su amor: «temed al Señor, servidle... ». Josué no halaga los oídos del pueblo: les recuerda que la Alianza que ahora renuevan supone «quitar de en medio los dioses» que han ido tentándoles en Egipto, en el desierto y, ahora, en la tierra que acaban de ocupar.
Por tanto, se trata de una opción: «elegid hoy a quién queréis servir». La catequesis ha surtido efecto y el pueblo responde: «lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses», aunque todos sabemos qué poco duró este buen propósito. La Alianza se redactó por escrito y se erigió una gran piedra como testigo del momento.
b) Nosotros la opción ya la hemos hecho. El sacramento del Bautismo fue el momento inicial, en el que fueron probablemente nuestros padres los que profesaron su fe en Dios y su renuncia al mal, para comprometerse a ayudarnos a crecer en la vida de Dios que entonces recibíamos.
Luego hemos ido renovando esa fe y esa renuncia, ya como nuestra, no en asambleas tan solemnes como la de Siquén, pero sí cada año en la Vigilia Pascual. Y en los diversos sacramentos, hemos ido recibiendo renovada gracia por parte de Dios para nuestro camino personal de fe.
Pero también las tentaciones las conocemos. Idolatrías de todo género nos amenazan a derecha e izquierda. La Palabra nos invita a decidirnos: «elegid hoy a quién queréis servir».
Porque no podemos servir a dos señores. Pablo les dice a los corintios que, después de participar en la Eucaristía del Cuerpo y Sangre del Señor, en la vida han de evitar toda idolatría: «no podéis beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios, no podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios» (1 Co 10,21).
La tentación de la idolatría no sólo se refería entonces -y ahora- a adorar a otros dioses, sino a seguir un estilo de vida no conforme con el que Dios quiere de su pueblo. Josué lo dijo de una forma muy expresiva: «es un Dios santo, un Dios celoso». Y Pablo lo repite: «¿o es que queremos provocar los celos del Señor?» (1 Co 10,22).
Tendremos que hacer nuestro el buen propósito del salmista: «Tú eres, Señor, mi heredad...yo digo al Señor, tú eres mi bien, el Señor es el lote de mi heredad y mi cáliz... me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia».
2. Mateo 19,13-15
a) Jesús atendía a todos, y con preferencia a los más débiles y marginados de la sociedad: los enfermos, los «pecadores». En esta ocasión, a los niños que le traen para que los bendiga. A los apóstoles se les acaba pronto la paciencia.
Su frase es toda una consigna: «dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mi».
Y no es sólo por amabilidad. Le gusta ponerlos como modelos de la actitud que deben tener sus discípulos, como ya vimos el martes de esta misma semana «de los que son como ellos es el Reino de los Cielos».
b) Por una parte, volvemos a recoger la lección que Jesús nos da poniendo a los niños como modelos: la sencillez, la limpieza de corazón, la convicción de nuestra debilidad, deben ser nuestras actitudes en la vida humana y cristiana.
Pero esta breve página nos interpela también sobre nuestra actitud hacia los niños. En tiempos de Jesús, no se les tenía muy en cuenta. Ahora ha aumentado claramente el respeto que la dignidad de los niños despierta en la sociedad. En la Iglesia, tal vez, sea la época en que más se les atiende pastoralmente.
A algunos autores, como el protestante O. Cullmann, les parece descubrir en este pasaje de Mateo («no impidáis a los niños acercarse a mí») una alusión al Bautismo de niños: ya en el primer siglo, los niños de familias cristianas eran bautizados, con la garantía de vivir en un clima en que sería posible luego crecer en su fe personal.
La familia cristiana, y toda la comunidad, deben sentirse responsables de evangelizar a los niños, de transmitirles la fe y el amor a Dios. Las ocasiones de esta atención para con los niños son numerosas: el Bautismo, la catequesis como iniciación en los valores cristianos, los demás sacramentos de la iniciación (Confirmación y Eucaristía), las Misas dominicales más pedagógicamente preparadas para niños, los diversos ambientes de su educación cristiana etc.
Ahora los niños no ven a Jesús por la calle para acercarse a él a que les bendiga. Nos ven a nosotros. Y nosotros tenemos que conducirles hacia el amor de Jesús, con todas las consecuencias.
«Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses» (1a lectura I)
«Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré» (salmo I)
«No impidáis a los niños acercarse a mí» (evangelio).