Miércoles XVIII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 3 agosto, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
Para ver el texto completo de las lecturas haz clic aquí.
Jer 31, 1-7: Con amor eterno te amé
Jer 31, 10. 11-12ab. 13.: El Señor nos guardará como pastor a su rebaño
Mt 15, 21-28: Mujer, qué grande es tu fe
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Jeremías 31,1-7: Con amor eterno te amé. Jeremías contempla la restauración de Israel, fruto del amor eterno de Dios para con los suyos. Serán unos días de alegría para Jerusalén, celebrando al Señor que ha salvado a su pueblo. San Ambrosio explica que:
«En todo actuar divino está presente la misma misericordia, aunque la gracia varíe según nuestros méritos. El Pastor va a la oveja cansada, es hallada la dracma que se había perdido, y el hijo, por sus propios pasos, vuelve al Padre, y vuelve a Él plenamente arrepentido del error que le acusa sin cesar (Lc 15,1-32). Y por eso, con toda justicia se ha escrito: «Tú, Señor, salvarás a los hombres y los animales» (Sal 35,7). ¿Y quiénes son esos animales? El profeta dijo que la simiente de Israel era una simiente de hombres, y la de Judá, una simiente de animales (Jer 31,37) Y por eso Israel es salvado como un hombre y Judá recogido como una oveja» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas 7,208).
–Del mismo Jeremías se ha tomado el canto responsorial: «El Señor nos guardará como Pastor a su rebaño... El que dispersó a Israel lo reunirá..., porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte, vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor... convirtió su tristeza en gozo, los alegró y alivió sus penas» Esto mismo hace con su Iglesia, con las almas de los pecadores que se convierten, con las almas buenas que reparan los pecados de los demás. Con razón en el culto al Corazón de Jesucristo se ha escogido este texto de Jeremías: «Con amor eterno te amé». Esto está pidiendo una correspondencia de amor por nuestra parte.
–Mateo 15,21-28: Mujer ¡qué grande es tu fe! Curación de la hija de la Cananea. San Jerónimo elogia la fe de esta mujer:
«Admira en la persona de la mujer cananea la fe, la paciencia, la humildad de la Iglesia; la fe porque creyó que su hija podía ser sanada, la paciencia porque a pesar de tantos rechazos persevera rogando, la humildad cuando no se compara a los perros sino a los cachorros. Los perros son los paganos llamados así a causa de su idolatría, los perros que alimentados con sangre y con cadáveres se vuelven rabiosos (cf. Ap 22,15).
«Observa que esta cananea, perseverando en su petición, lo llama primero Hijo de David, luego Señor, y finalmente lo adora como Dios... «Yo sé, dice, que no merezco el pan de los hijos, que no puedo recibir todo su alimento ni sentarme a su mesa con su padre. Pero me contento con los restos reservados a los cachorros, para que por la humildad de las migas pueda llegar al honor de compartir todo el pan». ¡Oh admirable mudanza de las cosas! En otro tiempo Israel era hijo, nosotros, perros, Por la diversidad de la fe se cambia el orden de los nombres... Nosotros escuchamos con la sirofenicia y la hemorroísa: «Grande es tu fe, que te sucede como deseas», e «Hija, tu fe te ha salvado»» (Comentario al Evangelio de Mateo 15,26-27).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Jeremías 31,1-7
a) Siguen las palabras de ánimo de Jeremías. Quiere que el pueblo no pierda la esperanza. El golpe del destierro va a ser duro, pero los caminos de Dios siguen siendo caminos de salvación y reconstrucción.
El lenguaje es entrañable. Dios es el Dios de la Alianza, el que ama, el que ayuda: «con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia... doncella de Israel, todavía te adornarás y saldrás con panderos a bailar en corros». Y, aunque parezca que todo está perdido, «todavía te construiré y serás reconstruida».
b) No tiene desperdicio la página de Jeremías también para nosotros, si nos encontramos en situación de desánimo.
Por una parte, haremos bien en aprender las lecciones que nos da la historia, pensando que, seguramente, algo de culpa habremos tenido nosotros en el deterioro de las cosas.
Juan Pablo II, en su carta convocatoria del Jubileo 2000, nos invitaba a un examen de conciencia: «A las puertas del nuevo milenio los cristianos deben ponerse humildemente ante el Señor para interrogarse sobre las responsabilidades que ellos tienen también en relación a los males de nuestro tiempo... Ia indiferencia religiosa... Ia pérdida del sentido trascendente de la vida... Ia atmósfera de secularismo y relativismo ético. ¿Qué parte de responsabilidad deben reconocer también ellos, frente a la desbordante irreligiosidad, por no haber manifestado el genuino rostro de Dios, a causa de los defectos de su vida religiosa, moral y social?» (TMA 36).
Pero, a la vez, el profeta nos invita a la esperanza. El lenguaje es optimista: «halló gracia... camina al descanso... te construiré, serás reconstruida... te adornarás y saldrás a bailar... plantarás... cosecharás...». Eso no pasó sólo hace dos mil quinientos años. Dios quiere que pase también ahora lo que dice el salmo: «el que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como un pastor a su rebaño... entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos...».
No está hoy el mundo peor que en tiempos de Jeremías. Y tuvo solución, porque Dios lo seguía amando. Y ahora ¿quién nos separará del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús?
Que alguien suba hoy a la azotea y grite, con el profeta: «Es de día». E invite a todos: «Levantaos y marchemos al Señor nuestro Dios... gritad de alegría... el Señor ha salvado a su pueblo».
2. Mateo 15,21-38
a) Una mujer extranjera consigue de Jesús la curación de su hija. Es una escena breve, pero significativa. Jesús sale por primera vez fuera del territorio de Israel, a Tiro y Sidón, el actual Líbano.
Mateo no sólo quiere probar el buen corazón de Jesús y su fuerza curativa, sino también el acierto de que la Iglesia en el momento en que escribe su evangelio se haya vuelto claramente hacia los paganos. Eso sí, anunciando primero a Israel el cumplimiento de las promesas, antes de pasar a los otros pueblos.
Desde luego, Jesús no le pone la cosa fácil a la buena mujer. Primero, hace ver que no ha oído. Luego, le pone unas dificultades que parecen duras: lo de Israel y los paganos, o lo de los hijos y los perritos. Ella no parece interpretar tan negativas estas palabras y reacciona con humildad e insistencia. Hasta llegar a merecer la alabanza de Jesús: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas».
b)La mujer pagana es un modelo de fe. Su oración por su hija enferma, que ella cree que está poseída por «un demonio muy malo», es sencilla y honda: «Ten compasión de mí, Señor» (en griego: Kyrie, eleison).
No se da por vencida ante la respuesta de Jesús y va respondiendo a las «dificultades» que la ponen a prueba. Es uno de los casos en que Jesús alaba la fe de los extranjeros (el buen samaritano, el otro samaritano curado de la lepra, el centurión romano), en contraposición a los judíos, los de casa, a los que se les podría suponer una fe mayor que a los de fuera. La fe de esta mujer nos interpela a los que somos «de casa» y que, por eso mismo, a lo mejor estamos tan satisfechos y autosuficientes, que olvidamos la humildad en nuestra actitud ante Dios y los demás. Tal vez, la oración de tantas personas alejadas, que no saben rezar litúrgicamente, pero que la dicen desde la hondura de su ser, le es más agradable a Dios que nuestros cantos y plegarias, si son rutinarios y satisfechos.
«Con amor eterno te amé» (1ª lectura II)
«Es de día. Gritad de alegría, el Señor ha salvado a su pueblo» (1ª lectura II)
«Ten compasión de mí, Señor» (evangelio).
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: Jeremías 31,1-7
El oráculo que constituye el fragmento litúrgico de hoy describe el retorno de los exiliados a la patria. Se trata de un anuncio dirigido a todo Israel, que, sin estar dividido ya en dos reinos, vivirá de la única soberanía de YHWH (v. 1). La iniciativa del retorno corresponde al amor gratuito y fiel de Dios, que sale al encuentro del pueblo manifestándole la superabundancia de su ternura (vv 2ss). Como en tiempos del Éxodo de Egipto, aunque ahora de un modo todavía más glorioso, YHWH forma la identidad del pueblo, le da la ciudad donde habitar, la tierra para cultivar y conseguir su propio sustento (vv. 4a.5; cf. Jos 24,13; Sal 107,35-37). El efecto que produce un don tan grande es la alegría, expresada aquí con el sonido de los instrumentos y las danzas (v 4bc).
La alegría rebosante de Israel contagiará a las naciones vecinas, las cuales, convergiendo hacia Jerusalén, restablecida como centro del culto yahvista, alabarán a Dios por haber llevado a cabo de modo admirable la salvación -inesperada- del pequeño grupo de los supervivientes de la deportación (vv. 6ss; cf. Sal 105,12-15.43-45; Is 52,7-10).
Evangelio: Mateo 15,21-28
Jesús había dispensado una enseñanza religiosa que parecía revolucionaria a sus contemporáneos. Afirmaba que el origen de toda impureza se encuentra en el corazón del hombre y es consecuencia del uso equivocado de la libertad (cf. Mt 15,10-20). Esto desquiciaba la instalación legalista del judaísmo fariseo, introduciendo como criterio de religiosidad auténtica la actitud interior del hombre; una actitud que se condensa en la fe, esto es, en la confianza en Dios y en su amor preveniente.
Precisamente, eso es lo que la mujer extranjera y pagana vive (v. 28) invocando con perseverancia a Jesús, al que reconoce como Mesías y Salvador (w 22.23b.25). El encuentro entre Jesús y la mujer cananea anuncia y realiza ya el encuentro entre la salvación y el paganismo. Sin negar la elección preferencial de Israel, «hijo primogénito» (v 24; cf. Os 11,1; Mt 10,5ss), la misión salvífica de Jesús se dirige a todo el mundo. Ésa será asimismo la característica de la acción de la Iglesia, por mandato específico de su Señor y Maestro (cf. Mt 28,18-20).
MEDITATIO
La relación del creyente con Dios no es una relación económica, una relación que pueda medirse en términos de dar y recibir. Es, más bien, la respuesta a una sorpresa: Dios me ama, y lo hace con un amor «excesivo», un amor que se sitúa fuera de las medidas del espacio y del tiempo. Eterno, por todas partes, para todos, por libre iniciativa, suya no condicionada por mi respuesta. Dios se muestra incansablemente oferente.
En algunas ocasiones, cierto lenguaje parece sub-entender que soy yo quien complace a Dios prestando atención a sus palabras. Pero no es así: Dios me precede siempre y de manera superabundante; al mismo tiempo, me deja la alegría de pedir, preludio del estupor que produce recibir. Puedo entrar en este dinamismo vital del amor si me fío de él, que me habla de la historia que quiere escribir conmigo. Quienquiera que yo sea, puedo suscitar en mi corazón el deseo de que muestre su amor en mí. No existe el menor impedimento para nadie: la vía de la relación vital y fecunda con Dios está abierta de par en par para todos.
ORATIO
Estaba lejos de ti y tú viniste a buscarme.
Estaba en peligro de muerte y tú viniste a salvarme.
Estaba sin esperanza y viniste a serenar mi vida.
Estaba cansado de tanto gritar y tú me respondiste y me escuchaste...
Ahora sé que me amas desde siempre, y por siempre, Dios mío, cantaré tu amor.
CONTEMPLATIO
Jesús es médico de las almas y de los cuerpos: si tienes una herida, te llevaré a él y le suplicaré que te cure, si tú lo quieres también; puesto que es él quien da todos los dones buenos, te concederá no sólo lo que le pidas, sino infinitamente más de lo que pidas. Me acercaré a él con mucha audacia en favor tuyo, pero, si no te acercas tú también, será una gran vergüenza. Jesús no rechaza a nadie. Nuestro Dios y salvador quiere que nos salvemos, pero nos corresponde a nosotros gritar incesantemente: «¡Sálvame, Señor!». Y él te salva (Barsanufio y Juan de Gaza, Epistolario, Roma 1991, pp. 240ss).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Con amor eterno te amo» (Jr 31,3b).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Toda la naturaleza es caridad, pero sólo el místico vive este amor de una manera experimental. El amor de Dios nos rodea por todas partes. Su amor es el agua que bebemos, el aire que respiramos y la luz que vemos. Todos los fenómenos naturales no son más que formas materiales diferentes del amor de Dios. Nos movemos dentro de su amor como el pez en el agua. Y estamos tan cerca de él, tan embebidos de su amor y de sus dones (nosotros mismos somos don suyo), que no nos damos cuenta de ello por falta de perspectiva. Su amor nos rodea por todas partes y no lo sentimos, como tampoco sentimos la presión atmosférica.
Dios ha provisto a la tierra durante cuatro mil millones de años y se ha preocupado de los pájaros y de los insectos durante cientos de millones de años; pero tú te sientes sólo y abandonado en el universo y caminas preocupado por tus asuntos como si nadie se preocupara de ti. Olvidas que alguien se preocupa a cada instante de todos tus trabajos, regula el movimiento de tu sangre y el funcionamiento de todas tus glándulas. Y crees que los pequeños problemas de tu vida práctica sólo tú, en todo el universo, puedes resolverlos.
El escucha el grito del ciervo en el arroyo que le pide una compañera y se la da. Se preocupa del cuclillo que pide su comida. Guía a las cigüeñas en su emigración. Vela sobre la comadreja y el tejón cuando duermen en sus madrigueras. La rana, el escarabajo y el cuervo encuentran el alimento cada día a la hora debida. «Todos, Señor, están pendientes de ti, y esperan que les des la comida a su tiempo. Tú se la das y ellos la toman, abres tu mano y quedan saciados» (Sal 103) (E. Cardenal, Canto all"amore, Asís 1982, pp. 53ss).