Sábado XVII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 30 julio, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Jer 26, 11-16. 24: Ciertamente me ha enviado el Señor a vosotros, a predicar esta palabra
Sal 68, 15-16. 30-31. 33-34: Escúchame, Señor, el día de tu favor
Mt 14, 1-12: Herodes mandó decapitar a Juan, y sus discípulos fueron a contárselo a Jesús
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Jeremías 26,11-16.24: El profeta enviado por Dios a predicar. No tiene temor alguno de confesar la misión para la que ha sido elegido por el Señor. Él es inocente. Es sólo instrumento escogido por Dios en favor de su pueblo.
Tres razones: Es profeta de Dios, sus palabras expresan la voluntad divina y esas palabras producirán no obstante la oposición y la contradicción de los hombres. Es lo mismo que siglos más tarde dirán los apóstoles y discípulos de Cristo. Esto mismo hemos de hacer hoy, aunque el mundo sea adverso a la doctrina del Evangelio y hemos de hacerlo con la palabra y el testimonio de una vida totalmente evangélica. Cristo y su Espíritu ayudan siempre, como lo vemos en tantos apóstoles santos, que proclaman sin cesar el mensaje salvador de Jesucristo, aunque por ello tengan que sufrir e incluso derramar su propia sangre.
–Oramos con el Salmo 68: «Escúchame, Señor, el día de tu favor... que no me hunda en el cieno, líbrame de las aguas sin fondo...»
Es una súplica impresionante para que Dios socorra al que se encuentra abandonado y lo salve del borde de la muerte, ya que es objeto de todas las injurias de los hombres. Sin embargo, no deja de confiar en Dios, aun en esa situación extrema, sino que espera verse libre de sus enemigos e incluso que sirva de ejemplo para que se alegren los humildes. En el Nuevo Testamento se aplican a Cristo muchos versos de este salmo. De los labios de Cristo pasa esta súplica a los de la Iglesia, tantas veces atribulada con persecuciones, cismas, herejías, desobediencias e insurrección. Ayuda este Salmo a entrar en el espíritu de Cristo paciente y nos ofrece una saludable meditación sobre la pasión del Señor.
–Mateo 14,1-12: Juan decapitado por Herodes. Sus discípulos acuden a Cristo». El Bautista muere como víctima de la prioridad de lo político sobre lo espiritual, del instinto sobre el espíritu. San Jerónimo dice:
«Juan Bautista, que había venido con el espíritu y la fuerza de Elías, quien había reprendido a Ajab y a Jezabel, reprocha a Herodes y Herodías, por haber contraído matrimonio ilícito, porque en vida de su hermano no le estaba permitido casarse con la hermana de éste. Prefirió arriesgarse a perder el favor del rey antes que adularlo olvidando los preceptos de Dios... Temía una sedición del pueblo a causa de Juan, sabía Herodes que él había bautizado a numerosas multitudes en el Jordán, pero lo vencía el amor de la mujer cuyo ardor le había hecho descuidar los preceptos de Dios...
«Herodías, temiendo que un día Herodes se arrepintiera o que se reconciliara con su hermano Filipo y que un repudio dejara sin efecto su matrimonio ilícito, aconseja a su hija que pida de inmediato en pleno banquete la cabeza de Juan: digno premio de sangre por la digna obra de una bailarina... Excusa su crimen pretextando el juramento; bajo el manto de la piedad deviene el impío... Quiere que todos participen en su crimen para que se presenten alimentos sangrientos en el banquete de la lujuria y la impureza... La que bailó pide como precio sangriento la cabeza del profeta, para tener en su poder la lengua que censuraba un matrimonio ilícito. Esto sucedió literalmente. Pero nosotros hasta hoy vemos en la cabeza del profeta Juan a Cristo, Cabeza de profetas, a quien los judíos hicieron perecer» (Comentario al Evangelio de Mateo 1-11).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Jeremías 26,11-16.24
a) «Eres reo de muerte», habían dicho los jefes y el pueblo contra Jeremías, porque se había atrevido nada menos que a anunciar la destrucción del Templo de Jerusalén. Así terminamos ayer y así empezamos hoy la lectura. Se le abre un proceso público.
Pero el profeta, con humildad y entereza, hace su propia defensa: es Dios quien le ha enviado a decir lo que ha dicho y, además, deja la puerta abierta: «enmendad vuestra conducta y Dios se arrepentirá de la amenaza que pronunció contra vosotros». Por su parte, el profeta se muestra disponible a lo que quieran hacer de él: tiene la conciencia tranquila.
Menos mal que hubo alguien razonable y evitó su linchamiento.
b) La figura patética de Jeremías anuncia la de Jesús ante los tribunales de su época. Él sí fue llevado a la muerte por su libertad al denunciar los males de su sociedad y proponer un estilo de vida que trastornaba los planes, sobre todo, de los dirigentes de su pueblo.
Jeremías es también figura de todos los profetas que han sido valientes, como el Bautista, como Esteban, como Pedro y Pablo, que se enfrentaron lúcidamente contra la terquedad o la malicia de algunos. Y de tantos otros, también contemporáneos nuestros, que elevan su voz para denunciar las injusticias sociales o la pérdida de valores humanos y cristianos.
¿Estamos convencidos de que vale la pena dar testimonio de los valores del evangelio en medio de nuestro mundo, a pesar de las dificultades que nos puedan sobrevenir? Nuestra situación, probablemente, no será tan dramática como la de Jeremías, que fue a parar al fondo de un pozo. No tendremos que recurrir personalmente a la angustiosa oración del salmo: «arráncame del cieno, que no me hunda, líbrame de los que me aborrecen y de las aguas sin fondo». Pero, tal vez, podremos decir con verdad: «que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino».
2. Mateo 14,1-12
a) A Jesús le espera el mismo destino que a su precursor, Juan el Bautista. Un profeta auténtico no sólo es rechazado en su tierra -como decía Jesús ayer-, sino que ese rechazo termina, muchas veces, con la muerte.
A Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, hijo de Herodes el Grande (el de los inocentes de Belén), lo que oye contar de Jesús le recuerda a Juan el Bautista. No tiene la conciencia tranquila, porque le había hecho matar en la cárcel, por instigación de Herodías.
b) La figura del Bautista es recia y admirable, en su coherencia, en la lucidez de su predicación y de sus denuncias.
También en eso es Precursor de Jesús. Es valiente y comprometido. Dice la verdad, aunque desagrade.
Es figura, también, de tantos cristianos que han muerto víctimas de la intolerancia por el testimonio que daban contra situaciones inaguantables. Los profetas mudos prosperan. Los auténticos suelen terminar mal.
Jesús nos dijo que debíamos ser luz y sal y fermento de este mundo. O sea, profetas. Profetas son los que interpretan y viven las realidades de este mundo desde la perspectiva de Dios. Por eso, muchas veces, tienen que denunciar el desacuerdo entre lo que debería ser y lo que es, entre lo que Dios quiere y lo que los intereses de determinadas personas o grupos pretenden.
Un cristiano deberá estar dispuesto a todo. Ya anunció Jesús a los suyos que los llevarían a los tribunales, que los perseguirían, que los matarían. Como a él. Y, sin embargo, vale la pena ser coherentes y dar testimonio del mensaje de Jesús en nuestro mundo, empezando por nuestra familia, grupo o comunidad.
«Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, escuchad la voz del Señor vuestro Dios» (1ª lectura II)
«Escúchame, Señor, que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino» (salmo II)
«Juan le decía que no le estaba permitido vivir con la mujer de su hermano» (evangelio)
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: Jeremías 26,11-16.24
Este fragmento es continuación del leído ayer y presenta la reacción a la vigorosa advertencia pronunciada por el profeta en la entrada del templo. Las autoridades religiosas denuncian a Jeremías ante los jefes y ante el pueblo, acusándole de profetizar la destrucción del templo y de Jerusalén, «santos» ambos por ser morada de Dios. Anunciar su final era pronunciar una blasfemia que merecía la sentencia de muerte (v. 11). Jeremías reivindica en su defensa el mandato recibido del Señor (v 12). Con todo, precisa que el centro de su mensaje no es la destrucción de Jerusalén y de su templo, sino la conversión del pueblo: eso es lo que desea el Señor, y a su obtención se dirige la amenaza del castigo que, sin embargo, si la advertencia consigue el efecto esperado, no será llevado a cabo (v. 13). Jeremías sabe que es, en verdad, profeta de YHWH: los jefes religiosos y políticos se abstienen de condenar a muerte a un inocente, cuya sangre pesaría sobre su conciencia como una culpa ulterior que, ciertamente, no quedaría sin castigo (vv. 14ss). El fragmento litúrgico concluye con el v. 24, en el que se indica que Jeremías salvó la vida gracias a la protección que le otorgó un personaje dotado de autoridad frente a los jefes del pueblo.
Evangelio: Mateo 14,1-12
Después de contar cómo rechazaron a Jesús sus paisanos, inserta el evangelista el relato del martirio de Juan el Bautista, tomando como motivo la reacción de Herodes Antipas al oír hablar de Jesús y de sus obras (vv. lss). Herodes, a quien los romanos le habían reconocido la jurisdicción sobre Galilea y Perea, había decretado el arresto y la posterior decapitación del Bautista a causa de la fuerte denuncia por parte de este último del pecado del tetrarca. Éste había repudiado a su consorte y tomado como mujer a la esposa de su hermano (vv. 3-5). La intransigente llamada del Bautista a la observancia de la ley moral se había vuelto insoportable para la pareja adúltera. Si bien la voluntad homicida de Herodes estaba frenada por el temor de una sublevación popular -y, añade el evangelista Marcos, por cierta estima que el tetrarca alimentaba por el Bautista (cf. Mc 6,20)-, no ocurría lo mismo con Herodías. Por eso, cuando Herodes le juró a la hija de ésta darle lo que le pidiera, Herodías consiguió que le entregara la cabeza de Juan (vv 6-11). La muerte del Bautista, cuya noticia llevaron a Jesús los discípulos de aquél (v. 12), es el último eslabón de una cadena de acontecimientos a través de los cuales ha llevado Juan a término su propia misión de precursor. Jesús comprende que está llamado a recorrer el mismo camino.
MEDITATIO
En los discursos de despedida que siguieron a la Última cena, Jesús declaró: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Jesús es la verdad desconocida y combatida por los que se dejan instigar por aquel que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44). Ahora bien, el que sigue a éste no llega a la vida, sino a la muerte. Sin embargo, tiene tantos seguidores porque en este mundo el éxito de la elección parece producir un efecto contrario: los testigos de la verdad son aplastados, hechos callar, muertos en los lager (campos de concentración) de ayer y de hoy. Es una constante de la historia que estallan persecuciones allí donde hay alguien que dice de modo claro y comprensible, con su vida y con sus palabras, la verdad de Dios. La verdad es incómoda, del mismo modo que es incómodo el amor, porque implica la renuncia a nuestros propios intereses egoístas y pide la apertura al otro.
La Palabra del Señor, una vez más, nos sirve de espejo. ¿En qué rostro nos reconocemos? ¿En el de Jeremías y en el de Juan el Bautista? ¿O en el de los sacerdotes y en el de los profetas corruptos, o en los de Herodes y Herodías?... Escuchemos, hoy, la voz del Señor, que es la voz de la verdad.
ORATIO
Perdona, Señor, mi poco coraje. Me siento muy semejante a tu apóstol Pedro, que, cuando le preguntaron si era de los tuyos, negó incluso conocerte. El miedo a perder la compañía de alguien o un mal entendido respeto humano me frenan a la hora de pronunciar las palabras, de realizar acciones coherentes con ese Evangelio que, sin embargo, deseo vivir. En ciertos lugares es motivo de vergüenza declararse cristiano.
Concédeme tu Espíritu de fortaleza: que yo me deje calentar el corazón y encuentre en ti una alegría más fuerte que cualquier miedo. Haz de mí también un testigo de la verdad que tú eres.
CONTEMPLATIO
Dichosos los que han sufrido como los profetas. A alguien que, viviendo con pleno celo y censurando a los que pecan, tuviera que comprender que ha de ser odiado y estar expuesto a insidias, así como perseguido y escarnecido a causa de la justicia, no sólo no le disgustarán estas cosas, sino que se alegrará y exultará con ellas, porque está convencido de que recibirá a cambio una gran recompensa en los cielos de manos de aquel que lo ha comparado a los profetas, por haber padecido los mismos sufrimientos. Es preciso, por consiguiente, que aquel que vive con celo la vida profética y ha sido capaz de acoger al Espíritu que había en los profetas, reciba desprecio en el mundo y entre los pecadores, a quienes resulta embarazosa la vida del justo (Orígenes, Comentario al evangelio de Mateo, Roma 1998, I, pp. 141ss).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Siguen enviando, Señor, profeta a tu Iglesia».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Para los que se han especializado en el arte de descubrir el lado bueno en cada criatura, ninguna es sólo maldad. Para los que se han especializado en el arte de descubrir el alma de verdad que hay en cada ideología, la inteligencia no es capaz de adherirse al error total.
No has de temer a la verdad, porque, aunque pueda parecerte dura y herirte de muerte, es auténtica. Has nacido para ella. Si intentas encontrarla, si dialogas con ella, si la amas, no hay mejor amiga ni hermana mejor.
Hasta el fondo, no te detengas. Es una gracia divina empezar bien. Pero es una gracia mayor aún continuar por el buen camino, mantener el ritmo... Ahora bien, la gracia de las gracias es no perderse y, resistiendo aún o dejando ya de hacerlo, a jirones, a pedazos, ir hasta el fondo (H. Cámara, II deserto é fecondo, Asís 1982 [edición española: El desierto es fértil, Sígueme, Salamanca 1986]).