Martes XV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 17 julio, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Ex 2, 1-15a: Lo llamó Moisés, porque lo habla sacado del agua; cuando creció, fue adonde estaban sus hermanos
Sal 68, 3. 14. 30-31. 33-34: Humildes, buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón
Mt 11, 20-24: El día del juicio le será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que a vosotras
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Éxodo 2, 1-15: Cuando creció fue a donde estaban sus hermanos. Manifestación de la protección providencial de Dios con respecto a Moisés y a su pueblo elegido. El futuro liberador del pueblo ha sido él mismo un «liberado»; el verdadero conductor del pueblo es el que ha vivido lo que propone a los demás. Dios tiene compasión de su pueblo elegido. Comenta Orígenes:
«No se ha de pensar acerca de Dios según criterios humanos, pues no tenemos una naturaleza tal que, por sus propias fuerzas, pueda elevarse al conocimiento de las cosas celestiales. De Dios mismo se ha de aprender lo que se ha de entender acerca de Dios, pues no se le conoce sino cuando Él mismo se ha dado a conocer. Aunque alguno tenga una instrucción completa en la ciencia secular y lleve una vida honesta, estas cosas serán de provecho para satisfacción interior. Pero no pueden alcanzar el conocimiento de Dios.
«Moisés había sido adoptado como hijo de la reina (Ex 1,10) e instruido en todas las ciencias de los egipcios... Y cuando había dejado Egipto y era pastor en la tierra de Madián, mientras miraba el fuego que ardía en la zarza sin que ésta se consumiera, oyó a Dios, le preguntó su nombre y conoció su naturaleza: pues todas estas cosas acerca de Dios no hubieran podido ser conocidas más que por su medio mismo. Por tanto, no se debe hablar de modo distinto de como Él mismo ha hablado de Sí, para que nosotros le entendiéramos» (Sobre el Éxodo, 3).
–Con el Salmo 68 proclamamos: Humildes, buscad al Señor y revivirá vuestro corazón. Estamos ante una súplica impresionante para que Dios socorra al que se encuentra abandonado, y salve del borde de la muerte al que es objeto de persecución mortal, como en la lectura anterior lo estuvo Moisés. El justo no deja de confiar en el Señor, aun en situaciones extremas, sino que espera confiadamente verse libre de sus perseguidores. En el Nuevo Testamento se aplica este Salmo a Cristo (Jn 2,17;15,23-25;19,28-30)... Por esos numerosos testimonios los Santos Padres fueron unánimes en considerar mesiánico este Salmo. Siete veces aparece citado por San Agustín en sus sermones. En uno de ellos dice:
«Antes de su pasión, cuando, con referencia a la misma, da ejemplo de humildad según la carne. Se enardecieron contra Él las olas del mar y a ellas cedió de grado por nosotros. Para que se cumpliera la profecía, dijo: «Llegué a la profundidad del mar, y la tempestad me sumergió» (Sal 68,3). No repudió los testigos falsos, ni el clamor tumultuoso de los que gritaban: «Sea crucificado». No reprimió con su poder, sino que toleró con su paciencia los corazones rabiosos y las bocas de los furiosos. Le hicieron cuanto quisieron, pues se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Mas, cuando resucitó de entre los muertos tenía que orar a solas por los discípulos recogidos en la Iglesia, como en una barquilla, sostenidos por la fe en su cruz como en un madero, sacudidos por las tentaciones de este siglo como por el oleaje del mar. Y entonces comenzó a ser honrado su nombre también en este siglo, en el que fue despreciado, acusado y asesinado».
Este salmo nos muestra la angustia de Cristo en la pasión y su confianza en el Padre: «Me estoy hundiendo en un cieno profundo, y no puedo hacer pie; he entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente... Pero el Señor escucha a los pobres, no desprecia a sus cautivos».
–Mateo 11, 20-24: El día del juicio será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que a vosotros. Comienza un período crítico en el ministerio de Jesucristo, pues muchos lo abandonan. Las maldiciones dirigidas contra las ciudades que han rehusado seguir su llamada a la penitencia hacen resaltar la gravedad del aviso divino: un día el juicio divino caerá inexorablemente sobre aquellos que hayan rechazado a su enviado. San Juan Crisóstomo dice:
«Entonces, cuando la sabiduría quedó justificada, cuando les hubo mostrado que todo se había cumplido, púsose el Señor a reprender a las ciudades. Ya que no las pudo convencer, las declara malhadadas, que es más que infundirles miedo. A la verdad, ya les había dado su enseñanza, ya había en ellas realizado milagros. Mas ya que se obstinaban en su incredulidad, ya no le queda sino maldecirlas.. Y no sin razón les pone el ejemplo de Sodoma, pues quiere con él encarecer su culpa. Prueba, en efecto, máxima de maldad es que, por lo visto, aquellos habitantes de Cafarnaún no sólo eran peores que los que entonces vivían, sino más malvados que cuantos malvados habían jamás existido.
«Por modo semejante, establece el Señor otra vez comparación y condena a los judíos con el ejemplo de los ninivitas y de la reina del Sur. Sólo que allí se trata de quienes obraron bien; aquí, empero, la comparación es con quienes pecaron, lo que aumenta la gravedad... Así por todos lados, trata de atraérselos; lo mismo por sus ayes de maldición que por el miedo que les infunde. Escuchemos también nosotros estas palabras del Señor. Porque no sólo contra los incrédulos, contra nosotros mismos, señaló el Señor castigo más duro que el de los habitantes de Sodoma si no acogemos a los huéspedes que acuden a nosotros, pues Él les mandó que sacudieran hasta el polvo de sus pies» (Homilía 37,4-5, sobre San Mateo).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Éxodo 2,1-15
a) Empieza la historia de Moisés, dibujando a grandes rasgos su infancia y juventud.
El relato es encantador y, a la vez, significativo. Frente a la voluntad del Faraón, que quiere reprimir al pueblo judío, la sencilla acción de tres mujeres sirve para que los planes de Dios sigan adelante: la madre y la hermana de Moisés, y la hija del mismo Faraón. Los caminos de Dios son sorprendentes. Una cesta en el río y un niño llorando dentro de ella, que conmueve el corazón de la egipcia. Paradojas de la vida: la hija del Faraón adopta y educa al que va a ser el liberador del pueblo oprimido por su padre.
El nombre Moisés probablemente era egipcio, pero los judíos lo interpretaron del verbo «mossá», «sacar». Y así aparece Moisés como el sacado, el salvado de las aguas: él que luego será el que libere a su pueblo de la esclavitud, ayudándole a atravesar el Mar Rojo y el desierto. (Como Jesús, que escapa de la matanza de los inocentes en Belén, y que luego será el salvador de todos).
No tuvo de momento mucho éxito Moisés entre los suyos, a pesar de que salió de su palacio y les visitó, dándose cuenta de cómo estaban siendo oprimidos. Se ve que ya de joven era de genio vivo y decidido: reaccionó matando a un egipcio. Se dio cuenta que le perseguían y decidió escapar de Egipto, viviendo así primero él personalmente el «éxodo».
b) Quienes, de alguna manera, nos sentimos llamados a ser liberadores de los demás -con el anuncio y el testimonio de la libertad de Jesús- antes debemos ser nosotros mismos «liberados», sacados de las aguas. Teniendo conciencia del don que Dios nos ha hecho, con alguna clase de «éxodo» en nuestra vida, es como mejor nos sentiremos dispuestos a ayudar a los demás.
En nuestra vida tal vez nos ha tocado decir las palabras del salmo: «Me estoy hundiendo en un cieno profundo y no puedo hacer pie: he entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente. Pero mi oración se dirige hacia ti, Dios mío... Yo soy un pobre malherido, Dios mío, tu salvación me levante». Momentos de oscuridad, de cansancio, de desánimo, no nos faltan a nadie. Eso nos debería dar madurez personal y solidaridad con los que pasan por momentos parecidos. Moisés sabe lo que sufre su pueblo. Sobre todo, es Dios quien ha visto el dolor de su pueblo y por eso ha decidido -entonces y ahora-, llamar a otros colaboradores que trabajen en su liberación.
¿Somos capaces de «salir» de nuestra comodidad, como el joven Moisés, acercarnos a los que sufren, sintonizar con su dolor y poner los medios para aliviarlo, ciertamente no con la violencia, pero sí con la entrega de nuestras mejores energías?
2. Mateo 11,20-24
a) Lo que decía ayer Jesús de que no había venido a traer paz, sino espadas y división, se ve claramente en la página siguiente del evangelio.
Tres de las ciudades -Betsaida, Corozaín, Cafarnaúm-, en torno al lago de Genesaret, que tenían que haber creído en él, porque escuchaban su predicación y veían continuamente sus signos milagrosos, se resisten. Jesús se lamenta de ellas. Las compara con otras ciudades con fama de impías, o por paganas (Tiro y Sidón) o por la corrupción de sus costumbres (Sodoma), y asegura que esas ciudades «malditas» serán mejor tratadas que las que ahora se niegan a reconocer en Jesús al enviado de Dios.
En otra ocasión Jesús alabó a la ciudad pagana de Nínive, porque acogió la predicación de Jonás y se convirtió al Señor. Mientras que el pueblo elegido siempre se mostró reacio y duro de cerviz.
b) Los que pertenecemos a la Iglesia de Jesús, podemos compararnos a las ciudades cercanas a Jesús. Por ejemplo, a Cafarnaúm, a la que el evangelio llama «su ciudad».
Somos testigos continuos de sus gracias y de su actuación salvadora.
¿Podríamos asegurar que creemos en Jesús en la medida que él espera de nosotros?
Los regalos y las gracias que se hacen a una persona son, a la vez, don y compromiso.
Cuanto más ha recibido uno, más tiene que dar. Nosotros somos verdaderamente ricos en gracias de Dios, por la formación, la fe, los sacramentos, la comunidad cristiana. ¿De veras nos hemos «convertido» a Jesús, o sea, nos hemos vuelto totalmente a él, y hemos organizado nuestra vida según su proyecto de vida?
¿O, tal vez, otras muchas personas, si hubieran sido tan privilegiadas en gracias como nosotros, le hubieran respondido mejor?
«Moisés fue adonde estaban sus hermanos y los encontró transportando cargas» (1a lectura I)
«Humildes, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón» (salmo I)
«El día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti» (evangelio).