Viernes XIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 29 junio, 2021 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles.
Gn 23, 1-4. 19; 24, 1-8. 62-67: Isaac amó tanto a Rebeca que se consoló de la muerte de su madre
Sal 105, 1-2. 3-4a. 4b-5: Dad gracias al Señor, porque es bueno
Mt 9, 9-13: No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificios
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
Semana X-XVIII del Tiempo Ordinario. , Vol. 5, Fundación Gratis Date, Pamplona, 2001
–Génesis 23,1-4.19; 24,1-8.62-67: Antes de morir Abrahán quiso que su hijo tome esposa en el país de sus antepasados» era Rebeca. Era un eslabón más en las promesas de Dios. Orígenes expone el paralelismo entre el pozo de agua donde Isaac encontró a Rebeca y el agua viva de las Escrituras, a donde hemos de ir todos:
«Rebeca iba todos los días a los pozos, todos los días sacaba agua. Y porque todos los días iba a los pozos, por esto pudo ser hallada por el mozo de Abrahán y pudo arreglarse su matrimonio con Isaac. ¿Piensas que esto son fábulas y que el Espíritu Santo cuenta cuentos en las Escrituras? Hay aquí una enseñanza para las almas y una doctrina espiritual, que te instruye y te enseña a ir todos los días a los pozos de las Escrituras, a las aguas del Espíritu Santo, para que saques siempre y te lleves a casa una vasija llena. Como hacía la santa Rebeca, la cual no se habría podido casar con tan gran patriarca como Isaac –que era nacido de la promesa (Gál 4,23)– sino viniendo por agua y sacándola en tanta cantidad que pudiera saciar no sólo a los de su casa, sino al mozo de Abrahán; no sólo al mozo, sino que era tan abundante el agua que sacaba de los pozos que pudo abrevar a sus camellos, como dice hasta que dejaron de beber (Gén 24,19).
Todo lo que está escrito son misterios... Si no vienes cada día a los pozos, si no sacas agua cada día (de la Escritura), no sólo no podrás dar de beber a otros, sino que tú mismo sufrirás la sed de la palabra de Dios. Oye al Señor que dice en el Evangelio: «el que tenga sed, que venga a Mí y beba» (Jn 7,37). Pero, a lo que veo, tú no tienes hambre ni sed de justicia (Mt 5,6) ¿cómo podrás decir: «como el ciervo desea las fuentes de las aguas así mi alma desea al Señor»? (Sal 41,1)... Decidme vosotros, los que sólo venís a la iglesia los días de fiesta, ¿es que los demás días no son días de fiesta? ¿No son días del Señor?...» (Homilías sobre el Génesis X).
–Con el Salmo 105 damos gracias al Señor, porque ha sido tan bueno con nosotros, porque es eterna su misericordia. «¿Quién podrá contar las hazañas de Dios, pregonar toda su alabanza? Dichosos los que respetan el derecho y practican siempre la justicia. Acuérdate de mí por amor a tu pueblo. Visítame con tu salvación, para que vea la dicha de tus escogidos, y me alegre con la alegría de tu pueblo, y me gloríe con tu heredad».
–Mateo 9,9-13: No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificios. San Juan Crisóstomo dice:
«Después que Jesús hubo llamado a Mateo, honróle además con el más alto honor, como fue sentarse luego con él a la mesa. De este modo quería el Señor aumentar en él la confianza y su buen ánimo para lo por venir. La curación, efectivamente, de su mal estado no había necesitado de mucho tiempo, sino que había sido obra de un momento. Mas no se sienta a la mesa sólo con Mateo, sino con otros muchos publicanos, no obstante echársele también en cara que no apartaba de sí a los pecadores. Los evangelistas por su parte, tampoco ocultan que sus enemigos buscaban de qué acusarle en sus acciones. Acuden pues, los publicanos a casa de Mateo, como compañero de oficio que era, pues él, orgulloso del hospedaje de Cristo, los había invitado a todos.
«A todo linaje de medicina solía apelar Cristo; y no sólo hablando, no sólo haciendo milagros y confundiendo a sus enemigos, sino hasta comiendo, procuraba la salud de los que mal se hallaban. Con lo que nos enseña que no hay tiempo, no hay obra que no pueda procurarnos alguna utilidad... Sus enemigos le acusaban de que trataba con aquellas gentes, mas Él les hace ver que lo indigno de Él y de su amor hubiera sido precisamente rehuir su trato. Curar a aquellos hombres no sólo estaba fuera de toda culpa, sino que era parte principal y necesaria de su misión y merecía infinitas alabanzas... «Misericordia quiero y no sacrificio» (Os 6,6). Al hablar así, echábales en cara su ignorancia de la Escritura» (Homilía 30,2, sobre San Mateo).