Lunes XIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 27 junio, 2021 / Evangelios, Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles.
Gn 18, 16-33: ¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable?
Sal 102, 1-2. 3-4. 8-9. 10-11: El Señor es compasivo y misericordioso
Mt 8, 18-22: Sígueme
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
Semana X-XVIII del Tiempo Ordinario. , Vol. 5, Fundación Gratis Date, Pamplona, 2001
–Génesis 18,16-33: ¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Abrahán, con gran fe y con humilde respeto, pero también con bastante familiaridad, intercede ante Dios en favor de Sodoma y Gomorra, ciudades depravadas por la perversidad de sus habitantes. En toda la narración se palpa la misericordia de Dios y la perversidad de los hombres. Es un diálogo inefable de la condescendencia de Dios e ingenuidad de Abrahán.
–Con el Salmo 102 proclamamos la misericordia del Señor. En este Salmo se manifiesta la misericordia y el amor divino con resplandor refulgente. La misma palabra «misericordioso» tiene para el hebreo una resonancia que no se puede traducir en nuestras lenguas. Deriva de la misma raíz que maternal.
Por muy enorme que sean los pecados de los hombres mayor es la misericordia divina. Si Abrahán hubiera descendido más en el número de los justos también Dios lo hubiera atendido con la misericordia divina, que aparece en la Sagrada Escritura sin límites. Así lo enseñan los Santos Padres, como San Jerónimo:
«No dudéis del perdón, pues, por grandes que sean vuestras culpas, la magnitud de la misericordia divina perdonará, sin duda la enormidad de vuestros muchos pecados» (Comentario sobre el profeta Joel 4).
San Cipriano también lo dice:
«Él nos ha prometido el perdón de los pecados y no puede faltar a su palabra, ya que al enseñarnos a que sean perdonados nuestros pecados, nos ha prometido su misericordia paternal y, en consecuencia, su perdón» (Tratado sobre el Padrenuestro 18).
Y San Gregorio Magno:
«Consideremos cuán grandes son las entrañas de su misericordia, que no sólo nos perdona nuestras culpas, sino que promete el reino celestial a los que se arrepienten después de ellas» (Homilía 9 sobre los Evangelios, 3).
–Mateo 8,18-22: Sígueme. San Jerónimo comenta la exigencia de Jesús:
«Jesús propone duras exigencias a quienes quieren caminar en pos de Él; seguirle supone compartir su vida de profeta que carece de morada; supone asimismo renunciar aún a los deberes de piedad filial, por servicio al Reino. La llamada del Señor debe tener una correspondencia pronta, sin dilaciones, ni aun por motivos familiares. La disponibilidad ha de ser sin condiciones. Él tiene unos planes más altos para el discípulo y para los que aparentemente saldrían perjudicados.
«Ha dispuesto las cosas para que resulten buenas para todos. Cuando Dios llama ése es el momento más oportuno, aunque aparentemente, miradas las cosas con ojos humanos, puedan existir motivos que dilaten la entrega. Tan pronto como el Hijo de Dios entró en la tierra, se instituyó para sí una nueva familia, para que quien era adorado por los ángeles en el cielo tuviera también ángeles sobre la tierra.
«Entonces la casta Judit cortó la cabeza de Holofernes; entonces Amán, que significa iniquidad, quedó abrasado en su propio fuego; entonces Santiago y Juan, dejando padre, redes y navecilla, siguieron al Salvador, abandonando a la vez los vínculos de la sangre, las ataduras del siglo y la solicitud de la familia. Entonces se oyó por vez primera: «el que quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16,24). Porque no hay soldado que marche a combatir con su esposa. A un discípulo que deseaba ir a dar sepultura a su padre no se lo consiente el Señor. Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza (Mt 8,20). Eso para que no te contriste si tu morada es algo estrecha» (Carta 22,21, a Eustoquia).
San Juan Crisóstomo dice:
«Ni siquiera pidió al Señor que le permitiera ir a su casa y dar la noticia a los suyos, por lo demás tampoco lo hicieron los pescadores. Estos dejaron las redes, la barca y padre, y Mateo su oficio de alcabalero y su negocio, para seguir al Señor» (Homilía 30 sobre San Mateo).