Miércoles IX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 7 junio, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
Para ver el texto completo de las lecturas haz clic aquí.
Tb 3, 1-11. 24-25: Llegaron las oraciones de los dos a la presencia gloriosa del Dios Altísimo
Sal 24, 2-3a. 4-5ab. 6-7bc. 8-9: A ti, Señor, levanto mi alma
Mc 12, 18-27: Dios no es Dios de muertos, sino de vivos
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Tobías 3,1-11.24-25: Llegaron las oraciones de los dos a la presencia del Altísimo. El anciano Tobías ruega al Señor con humildad y arrepentimiento, en tanto que en otro lugar, una de sus compatriotas, Sara, insultada por una criada, se entrega al ayuno y a la oración. Dios atiende las súplicas de ambos, y les envía al arcángel San Rafael. Grande es el poder de la oración. San Juan Crisóstomo dice:
«La oración es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres. Por ella, nuestro espíritu, elevado hasta el cielo, abraza a Dios con abrazos inefables; por ella nuestro espíritu espera el cumplimiento de sus propios anhelos, y recibe unos bienes que superan todo lo natural y visible... La oración viene a ser una venerable mensajera nuestra ante Dios; alegra nuestro espíritu, confirma nuestro ánimo» (Homilía 6 sobre la Oración).
–Por encima de todo, sobre las maquinaciones contra los justos, está la providencia de Dios, que los cuida y dirige. Esta seguridad es la que provoca en ellos una esperanza sólida, aun en medio de muchas y graves dificultades. No se ven defraudados jamás.
Dios les guía. Por eso hemos de abandonarnos en Él con absoluta confianza. A esto nos ayuda el Salmo 24: «A ti, Señor, levanto mi alma, Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos; pues los que esperan en ti no quedan defraudados, mientras que el fracaso malogra a los traidores. Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y salvador. Recuerda, Señor, que tu ternura y misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. El Señor es bueno y recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña sus camino a los humildes».
–Marcos 12,18-27: Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Cristo siempre salió victorioso de las dificultades que le ponían sus enemigos. Ahora a los saduceos les da una gran lección sobre la resurrección. La esperanza en la resurrección es la verdadera fuerza capaz de ordenar todas las realidades humanas en una escala de valores eternos. San Juan Crisóstomo comenta:
««Dios no es Dios de muertos, sino de vivos». No es Dios –les dice– de quienes no existen, de quienes absolutamente han desaparecido y que no han de levantarse más. Porque no dijo: «Yo era», sino: «Yo soy», es Dios de quienes existen y viven. Porque a la manera que Adán, si bien estando vivo el día que come del árbol prohibido, muere por sentencia divina, así éstos, aun cuando han muerto, viven por la promesa de la resurrección... Y aún sabe el Señor de otra clase de muertos, sobre los que dice: «dejad que los muertos entierren a los muertos».«Las gentes que lo oyeron quedaron maravilladas de su doctrina. Los saduceos, entonces, se retiran derrotados. Las muchedumbres, ajenas a todo partidismo, sacan fruto. Por tanto, ya que tal es la resurrección, hagamos todo lo posible a fin de obtener en ella los primeros puestos» (Homilía 70, 3, sobre San Mateo).