Viernes VII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 21 febrero, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Si 6, 5-17: Un amigo fiel no tiene precio
Sal 118, 12. 16. 18. 27. 34. 35: Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos.
Mc 10, 1-12: Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Eclesiástico 6,5-17: Un amigo fiel no tiene precio. Es necesario guardarse de la falsa amistad; pero ¡dichoso el que tiene un amigo fiel! Los Santos Padres han tratado muchas veces sobre la falsa y verdadera amistad. El Beato Elredo tiene unTratado sobre la amistad espiritual, en el que dice:
«Ésta es la verdadera, la perfecta, la estable y constante amistad: la que no se deja corromper por la envidia, la que no se enfría por las sospechas, la que no se disuelve por la ambición; la que, puesta a prueba, no cede; la que, a pesar de muchos golpes, no cae; la que, batida por muchas injurias, se muestra inflexible» (3).
Y San Juan Crisóstomo:
«Si una desatención, un perjuicio en los intereses, la vanagloria, la envidia o cualquier otra cosa semejante, bastan para deshacer la amistad, es que esa amistad no dio con la raíz sobrenatural» (Homilía 60 sobre San Mateo).
San León Magno:
«Una amistad fundada en deseos pecaminosos, en pactos que arrancan de la injusticia, y en el acuerdo que parte del vicio, nada tiene que ver con el logro de la paz» (Sermón 95).
–Una vez más el Salmo 118 nos señala que el camino a seguir es la voluntad de Dios: «Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes. Tu voluntad es mi delicia, no olvidaré tus palabras. Ábreme los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad. Instrúyeme en el camino de tus decretos, y meditaré tus maravillas. Enséñame a cumplir tu voluntad, y a guardarla de todo corazón. Guíame por las sendas de tus mandatos, porque ella es mi guía».
«Esforcémonos en guardar sus mandamientos para que su voluntad sea nuestra alegría» (Carta de Bernabé 2).
–Marcos 10,1-12: Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Jesús, respondiendo a una pregunta formulada por los fariseos para tenderle una trampa, condena el divorcio. Jesucristo, por encima de las concesiones hechas por la ley de Moisés, restaura la pureza original de la ley conyugal: no se atreva el hombre a separar lo que Dios ha unido. Atenágoras, apologista del siglo III, escribe:
«Teniendo, pues, esperanza de la vida eterna, despreciamos las cosas de la vida presente y aun los placeres del alma. Cada uno de nosotros tiene por mujer a la que tomó según las leyes que nosotros hemos establecido, y aun ésta en vistas a la procreación. Porque así como el labrador, una vez echada la semilla en la tierra, espera la siega y no sigue sembrando, así para nosotros la medida del deseo es la procreación de los hijos. Y hasta es fácil hallar entre nosotros muchos hombres y mujeres que han llegado célibes hasta su vejez, con la esperanza de alcanzar así una mayor intimidad con Dios» (Súplica en favor de los cristianos 33).
El texto de Atenágoras refleja una concepción muy ascética y espiritual del matrimonio, vigente en su tiempo. San Pablo, en 1 Corintios 7, da sobre estos temas una doctrina más exacta y autorizada.