Miércoles VI de Pascua – Homilías
/ 2 mayo, 2016 / Tiempo de PascuaLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Hch 17, 15. 22—18, 1: Eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo
Sal 148, 1-2. 11-12. 13. 14: Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria
Jn 16, 12-15: El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Hechos 17,15.22-18,1: Eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo. En Atenas, Pablo expone en el areópago un sermón preparado con esmero, sobre el conocimiento del verdadero Dios. Pero, cuando al final aborda el tema del juicio y de la resurrección de Cristo, los oyentes, imbuidos por la mentalidad ambiental, inaccesible a semejantes doctrinas, se apartan de él con burlas.
En nuestro mundo secularizado este suceso es de gran importancia. Hay necesidad de una seria conversión, y para ello hemos de hacer prevalecer lo sagrado con la celebración eucarística. San Pablo debió quedar muy abatido tras su actuación en Atenas. Por eso escribió a los Corintios: «Me he presentado a vosotros débil y con temor y mucho temblor, y mi mensaje y mi predicación, no se han basado en palabras persuasivas de sabiduría, sino en la manifestación del Espíritu y del poder» (1 Cor 2,3-4).
–Dios creó todas las cosas y en ellas dejó sus huellas. Nosotros lo reconocemos y por eso invitamos a toda la creación a una alabanza agradecida y lo hacemos con el Salmo 148: «Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto, alabadlo todos sus ángeles, alabadlo, todos sus ejércitos. Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo, los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños. Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cielo y la tierra. Él aumenta el vigor de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido». Taciano dice así:
«La obra que por amor mío fue hecha por Dios no la quiero adorar. El sol y la luna hechos por causa nuestra; luego, ¿cómo voy a adorar a los que están a mi servicio? Y ¿cómo voy a declarar por dioses a la leña y a las piedras? Porque al mismo espíritu que penetra la materia, siendo como es inferior al espíritu divino, y asimilado como está a la materia, no se le debe honrar a par del Dios perfecto. Tampoco debemos pretender ganar por regalos al Dios que no tiene nombre; pues el que de nada necesita, no debe ser por nosotros rebajado a la condición de un menesteroso» (Discurso contra los griegos 4).
–Juan 16,12-15: El Espíritu de la Verdad guiará hasta la Verdad plena. Jesús pone de relieve una de las funciones del Espíritu Santo: guiará a los discípulos hasta la Verdad plena, completando sus enseñanzas y dándoles a conocer las realidades futuras. Comenta San Agustín:
«El Espíritu Santo, que el Señor prometió enviar a sus discípulos para que les enseñase toda la Verdad, que ellos no podían soportar en el momento en que les hablaba –del cual dice el Apóstol que hemos recibido ahora en prenda, para darnos a entender que su plenitud nos está reservada para la otra vida– ese mismo Espíritu enseña ahora a los fieles todas las cosas espirituales de que cada uno es capaz. Mas también enciende en sus pechos un deseo más vivo de crecer en aquella caridad que les hace amar lo conocido y desear lo que no conocen, pensando que aun las cosas que conocen en esta vida no las conocen como se han de conocer en la otra vida, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón pudo imaginar» (Tratado 97,1 sobre el Evangelio de San Juan).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Hechos 17,15.22 -18,1
a) Pablo predica esta vez en Atenas, en medio del Areópago, el centro simbólico del pensamiento filosófico y religioso. El suyo es un discurso típico de cómo hay que presentar el plan de Dios a paganos. En este caso, a los pensadores griegos. Pablo se adapta a su manera de pensar, se hace en verdad «griego con los griegos», como en otras ocasiones había sido «judío con los judíos».
Capta su atención y su benevolencia con la alusión al altar del «dios desconocido». Y en seguida les habla del Dios creador, de cómo no puede habitar en templos humanos, de cómo le podemos conocer a través de la naturaleza. Más aún, de que «somos estirpe suya» -cosa que Pablo al ii mu citando a un pensador griego- y por tanto le tenemos que buscar dentro di* nosotros mismos, porque «en él vivimos, nos movemos y existimos». Les invita, portante, a una espiritualización de su religión, para llegar en seguida a Cristo Jesús, el enviado por Dios, al que resucitó de entre los muertos.
Es precisamente aquí, al hablar de la resurrección -que se ve que los griegos no pueden entender- cuando se da una reacción claramente negativa e irónica por parte de la mayoría. Aunque sí hay algunos, hombres y mujeres, que abrazan la fe.
b) Pablo, una vez más, nos da la lección de saberse adaptar a su auditorio, a la hora de anunciar la fe en Jesús. A los judíos les habla a partir del AT. A los griegos, a partir de su literatura, de su visión religiosa del cosmos y la divinidad, y de su actitud de búsqueda y curiosidad -al menos filosófica- de la verdad. A todos les predica a Jesús, pero desde el mundo de valores de sus oyentes.
Nosotros seguimos teniendo este problema del lenguaje. El Concilio Vaticano II puso a la Iglesia en diálogo con el mundo y con sus varias religiones. Pero no es fácil este diálogo. ¿Cómo podemos anunciar a Cristo a la juventud de hoy, o a los alejados, o a los agnósticos? ¿cómo podemos ayudarles a pasar del mero materialismo a una visión más espiritual de la vida y del destino sobrenatural que Dios nos prepara? ¿cómo podemos tomar como puntos de partida tantos valores que hoy son apreciados -la justicia, la igualdad, la dignidad de la persona, la ecología, la paz-para pasar claramente al mensaje de Jesús y proponerles su persona y su Evangelio como la plenitud de esos y de otros valores?
Se puede decir que a veces la Iglesia ha sido lúcida en la adaptación, pero que otras veces no ha tenido ese fino instinto de encarnación cultural, no sabiendo aprovechar valores autóctonos, sino destruyéndolos. No se trataba de «europeizar» o «romanizar» a los de África o Asia o América, sino de invitarles a la fe en Cristo, con una teología y una liturgia que muy bien podían ser seriamente inculturadas en sus respectivos lenguajes, sin dejar de ser radicalmente cristianas.
Es admirable Pablo. No sólo por la firmeza de su camino -no hay nada que le cierre caminos cuando él quiere, ni siquiera los fracasos que va cosechando, como en este caso de Atenas- sino también por su creatividad: cuando un recurso no da resultado, busca otros. Pero nunca se resigna a callar.
2. Juan 16,12-15
a) El Espíritu Santo, además de ser nuestro defensor y abogado, es también nuestro maestro.
En vida de Jesús, sus seguidores muchas veces no captaron bien lo que les decía: qué clase de mesianismo era el suyo, cómo se podía entender la metáfora del templo destruido y reedificado, por qué entraba en su camino redentor la muerte y la resurrección, qué significaba la Eucaristía que prometía. Cristo es la verdad, y la verdad plena. Pero la inteligencia de esa verdad por parte de los suyos se deberá al Espíritu, después de la Pascua y de Pentecostés: «cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena».
Es una verdad que brota de esa admirable unión que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu: el Espíritu «recibirá de mí», pero a su vez Jesús está unido al Padre, porque «todo lo que tiene el Padre es mío».
Para entender la obra del Espíritu basta recordar la maduración que supuso la Pascua y luego Pentecostés en la fe de Pedro y los suyos. No sólo en su fortaleza de ánimo y en su decisión, sino también en la comprensión de la persona y la doctrina de Jesús. ¿No ha sido todo el libro de los Hechos una prueba de cómo el Espíritu iba conduciendo a aquellas comunidades hacia esa verdad plena, por ejemplo en el aspecto de la universalidad de la salvación cristiana?
b) El Catecismo de la Iglesia Católica presenta al Espíritu como nuestro pedagogo y maestro.
Cuando se proclama la Palabra de Dios, «el Espíritu Santo es quien da a los lectores y a los oyentes la inteligencia espiritual de la Palabra de Dios... pone a los fieles y a los ministros en relación viva con Cristo, Palabra e Imagen del Padre, a fin de que puedan hacer pasar a su vida el sentido de lo que oyen, contemplan y realizan en la celebración» (1101).
«Es el Espíritu quien da la gracia de la fe, la fortalece y la hace crecer en la comunidad» (1102). «En la liturgia de la Palabra, el Espíritu Santo recuerda a la asamblea todo lo que Cristo ha hecho por nosotros... y despierta así la memoria de la Iglesia» (1103).
Es bueno recordar que en la comunidad cristiana la verdad, como la vida, siguen dinámicamente activas, en continuado progreso. Sin contentarnos nunca con lo ya conseguido. La actuación del Espíritu no se entiende tanto en el sentido de «verdades nuevas», sino de que la verdad tiene que profundizarse y adaptarse a las varias circunstancias de la historia, aunque conserve la identidad y la fuerza del Evangelio de Jesús. El Espíritu sigue animando, guiando, iluminando: es el Maestro interior de todos los cristianos y de modo particular el Maestro de los responsables de la Iglesia, sobre todo cuando se reúnen para discernir juntos los caminos del Señor, como sucedió en Jerusalén, y a lo largo de la historia en tantos concilios y sínodos universales o locales. En el «concilio de Jerusalén» ya vimos que la conciencia de los presentes era que el Espíritu les estaba llevando a esta plenitud y adaptación de la verdad: «hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros...».
En toda la Cincuentena, pero sobre todo en sus últimas semanas, haremos bien en pensar más en el Espíritu como presente en nuestra vida: el Espíritu que nos quiere llevar a la plenitud de la vida pascual y de la verdad de Jesús.
«Te daré gracias, Señor, contaré tu fama a mis hermanos» (entrada)
«Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria» (salmo)
«Los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños, alaben el nombre del Señor» (salmo)
«Él acrece el vigor de su pueblo» (salmo)
«El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena» (evangelio)
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 17,15.22-18,1
Se trata del famoso discurso en el Areópago (probablemente el consejo de la ciudad) de Atenas. Es el primer encuentro no tanto con el paganismo, que ya había tenido lugar en otras partes, sino con la cultura pagana, con los representantes de la elite cultural del tiempo: estoicos y epicúreos. Estamos ante un discurso bien preparado, hábil; un ejemplo de inculturación que, sin embargo, no quita ni un ápice a la originalidad del mensaje cristiano. A pesar de que Pablo usa elementos de la cultura de los oyentes, citando incluso a poetas griegos, del mismo modo que citaba las Escrituras cuando se dirigía a los judíos, no hace un discurso de filósofo, sino de profeta. Anuncia a un hombre resucitado de entre los muertos, que permite vencer la ignorancia en la que cayeron durante siglos naciones enteras, es decir, la idolatría.
Pablo se alinea con los más grandes filósofos y poetas que habían criticado la idolatría, pero dice lo que no podían decir ni los filósofos ni los poetas: es posible llegar a la verdad a través de un hombre, acreditado por Dios con la resurrección de los muertos; un hombre que será también el juez final, esto es, el criterio del bien y del mal. Frente a un anuncio tan poco «racional», el auditorio, como siempre, se divide. Muchos se van con la sonrisa en los labios, otros se adhieren al anuncio.
Se ha discutido mucho si el discurso, es decir, el intento de inculturación, fue un éxito o un fracaso. Del mismo modo que se ha discutido si, después de este intento, cambió Pablo sus modalidades de anuncio. Sin embargo, parece que la intención de Lucas ha sido ofrecer el ejemplo de un modo de presentación del kerygma a los paganos cultos. Los resultados son los esperados, dado que la Palabra de Dios divide los corazones y las mentes. Con todo, hasta en la brillante y, en conjunto, superficial Atenas nace una comunidad cristiana: eso es lo importante para Lucas. Hay que recurrir a todas las modalidades de anuncio para predicar a Cristo.
Evangelio: Juan 16,12-15
El texto incluye la quinta promesa de la misión del Espíritu, maestro y guía hacia la plenitud de la verdad. Tras una introducción al tema (v 12), el fragmento, de valor teológico, se desarrolla en tres pasajes paralelos, que concluye cada uno con la misma fórmula («Os lo revelará»: vv. 13.14.15) y con una progresión temática doctrinal sobre las tres personas divinas: el Espíritu, Cristo, el Padre.
Jesús querría revelar a los suyos muchas otras cosas, mas por ahora no pueden entenderlas. Antes tendrán que recibir el Espíritu. El Paráclito será la ayuda de los discípulos y les introducirá en «la verdad completa» (v 13), esto es, inaugurará un período nuevo del conocimiento de la Palabra de Jesús. Su instrucción se desarrollará en lo íntimo del corazón de cada discípulo, y con ella conocerán los secretos de la verdad de Cristo y le podrán hacer entrar en ellos. La tarea del Espíritu será semejante a la de Jesús, aunque dirigida al pasado y al futuro. Del mismo modo que el Hijo, en su vida terrena, no hizo nada sin el consenso y la unidad del Padre, así el Espíritu, en el tiempo de la Iglesia pospascual, actuará en perfecta dependencia de Jesús y «dirá únicamente lo que ha oído» (v. 13c). Guiará en la comprensión interior de la Palabra de Jesús; más aún: de Jesús mismo, «y os anunciará las cosas venideras» (v 13d), es decir, os hará ver la realidad de Dios y de los hombres, como el Padre y el Hijo la ven; os hará conocer, de modo verdadero, los acontecimientos del mundo y de la historia desde la perspectiva de la novedad iniciada por la muerte y la resurrección de Cristo, siempre nueva y creativa interiormente.
MEDITATIO
El Espíritu prometido permitirá a los discípulos comprender las cosas de Dios tal como han sido reveladas por Jesús. El Espíritu hará la exégesis de las palabras del Señor para que puedan caminar a través de la historia con la «mente de Dios», con su modo de ver y de juzgar, de sentir y de obrar. También expresa la alteridad del discípulo y de la Iglesia respecto al mundo. El sentido de las cosas, de la historia, de los acontecimientos, está reservado a los que tienen el Espíritu. Ahora bien, es preciso que el Espíritu pueda hablar. La tradición ha hablado de la necesidad de disponer de un corazón «purificado» para comprender las cosas de Dios tal como son sugeridas por el Espíritu. El Oriente cristiano ha meditado largamente sobre la bienaventuranza: «Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios». La visión de Dios y de sus cosas, la comprensión de las palabras de Jesús, su actualización a las distintas situaciones en diferentes momentos de la historia personal o general, están reservadas a aquellos que dejan hablar al Espíritu, en un corazón purificado, progresivamente liberado de los apegos y condicionamientos mundanos. Las épocas más creativas para la fe han sido las épocas en las que se nos obligaba a la liberación interior, a la oración, a la santidad. Es en los santos donde las palabras del Señor se realizan al máximo. A ellos es a quienes se da la comprensión profunda de las cosas de Dios, así como una comprensión particular del momento histórico. Conocer la realidad según Dios es algo distinto al conocimiento necesario típico de la racionalidad: es dejar que el Espíritu hable en un corazón desalojado de las cosas demasiado terrenas.
ORATIO
Ayúdame, Señor, a liberarme de las demasiadas cosas que me impiden comprender «la verdad completa», comprender tu Palabra en el hoy, lo que me dices para mi hoy, lo que debo hacer aquí y ahora, sobre todo cómo debo ver mi vida y los acontecimientos que tienen que ver con mis hermanos, en la situación en que me encuentro. Purifica mi corazón para que mi ojo interior pueda ver tus caminos, para que mi oído interior pueda oír tu voluntad, para que mi instinto esté orientado hacia ti.
Las propuestas que se me hacen son múltiples. La comunicación me inunda hoy de mensajes multiformes y contradictorios. Con frecuencia no sé hacia dónde orientarme. Concédeme un corazón desprendido y vacío para dejarte hablar a ti; concédeme un corazón humilde para escuchar la voz de tu Iglesia, que me orienta. Sobre todo, haz que no esté condicionado de tal modo por las indicaciones del mundo, que siga tus indicaciones a su luz. Si quiero ser luz del mundo, debo juzgar las soluciones del mundo a la luz que viene de ti. Unas veces mediante el proceso de un delicado discernimiento; otras, con la obligada nitidez. Purifícame e ilumíname, Señor.
CONTEMPLATIO
No esperéis escuchar de nosotros las verdades que el Señor no quiso decir a sus discípulos por no estar aún en condiciones de comprenderlas. Aplicaos, más bien, a progresar en la caridad, que desciende a vuestros corazones por medio del Espíritu Santo que os ha sido dado. Gracias al fervor de vuestra caridad y al amor que alimentáis por las cosas del alma, podréis experimentar interiormente aquella luz, aquella voz espiritual que los hombres atados a la carne son incapaces de tolerar; y que no se presentan con signos que los ojos del cuerpo pueden ver, ni se hacen oír con sonidos que los oídos pueden oír. No se puede amar, ciertamente, lo que nos es del todo desconocido. Pero amando lo que conocemos en parte, por efecto de este mismo amor se llega a conocerlo cada vez mejor, cada vez de un modo más profundo (Agustín, Comentario al evangelio de Juan, 96,4).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Todo lo que os dé a conocerlo recibirá de mí» (Jn 16,14).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Hace varios años, tuve la oportunidad de encontrar a la madre Teresa de Calcuta. Tenía en aquel momento muchos problemas y decidí aprovechar esta ocasión para pedir consejo a la madre Teresa. Apenas nos sentamos, empecé a mostrarle todos mis problemas y dificultades, intentando convencerla de lo complicados que eran. Cuando, tras haberle expuesto elaboradas explicaciones durante unos diez minutos, me callé, la madre Teresa me miró tranquilamente y me dijo: «Bien, si dedicas una hora cada día a adorar a tu Señor y no haces nunca lo que sabes que es injusto... todo irá bien». Cuando oí estas palabras me di cuenta de improviso de que había pinchado mi globo hinchado, un globo compuesto de complicada autoconmiseración, y me había señalado, mucho más allá de mí mismo, el lugar de la verdadera curación. En realidad, me quedé tan pasmado con su respuesta que no sentí ningún deseo o necesidad de continuar.
Al reflexionar sobre este breve, aunque decisivo, encuentro, me doy cuenta de que yo le había planteado una pregunta por lo bajo y ella me había dado una respuesta por lo alto. De primeras, su respuesta no parecía adecuada con respecto a mi pregunta, pero, después, empecé a comprender que su respuesta venía desde el lugar de Dios y no desde el lugar de mis lamentaciones. La mayoría de las veces reaccionamos a preguntas por lo bajo con respuestas por lo bajo. El resultado es que cada vez hay más preguntas y, con frecuencia, respuestas cada vez más confusas. La respuesta de la madre Teresa fue como una lámpara de luz en mi oscuridad. Conocí, de improviso, la verdad sobre mí mismo (H. J. M. Nouwen, Vivere nello Spirito, Brescia 1984", pp. 81s).