Viernes VI Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 8 febrero, 2018 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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St 2, 14-24. 26: Lo mismo que un cuerpo que no respira es un cadáver, también la fe sin obras
Sal 111, 1-2. 3-4. 5-6: Dichoso quien ama de corazón los mandatos del Señor
Mc 8, 34-39: El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Santiago 2,14-24.26: Así como un cuerpo que no respira es un cadáver, también la fe sin obras. Comenta San Agustín:
«Lo que voy a decir se encuentra en la Carta del apóstol Santiago: «tú crees que hay un solo Dios y haces bien. También los demonios creen y tiemblan». Quien esto escribió había dicho en la misma Carta: «si uno tiene fe, pero no tiene obras, ¿puede acaso salvarle la fe?»...
«Si nos distinguimos en la fe, distingámonos de igual manera en las costumbres y en las obras, inflamándonos de caridad, de la que están privados los demonios. Ése es el fuego que hacía arder el corazón de aquellos dos en el camino [de Emaús]... Arded en el fuego de la caridad, para que os distingáis de los demonios. Este ardor os empuja, os lleva hacia arriba, os levanta al cielo... Sea cualquiera que sea la dirección que tome la antorcha, la llama no conoce más que una: tiende hacia el cielo. Que el fuego de la caridad inflame vuestro espíritu y lo llene de ardor. Hervid en alabanzas a Dios y en santas costumbres» (Sermón 234,3).
–La fe viva es «la fe operante por la caridad» (Gál 5,6). Contra todo idealismo puramente teórico se ha alzado la voz del apóstol Santiago. Y con el Salmo 111 cantamos la dicha de la buena conducta, fundamentada en la unión con el Señor y en el amor a sus mandatos: «Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita. En su casa habrá riquezas y abundancia, su caridad es constante, sin falta. En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos. El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo».
Así escribe San Juan Clímaco:
«No se entiende el amor a Dios si no lleva consigo el amor al prójimo. Es como si yo soñase que estaba caminando. Sería sólo un sueño: no caminaría. Quien no ama al prójimo no ama a Dios» (Escala del paraíso 33).
Y San Gregorio Magno:
«Así como todas las ramas de un árbol reciben su vida de la raíz, así también las virtudes, siendo muchas, proceden todas de la caridad. Y no tiene verdor alguno la rama de las buenas obras, si no están enraizadas en la caridad» (Homilía 27 sobre los Evangelios).–
–Marcos 8,34-39: El que pierde su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará. El discípulo no es de mejor condición que su Maestro. Le sigue de cerca, ha de imitarlo, y para eso es necesario tomar cada día la propia cruz. Los apóstoles vieron en la Transfiguración un adelanto de la gloria futura. Aprendieron que por la Cruz se llega a la resurrección y a la vida. Comenta San Agustín:
«Tal fue la determinación y el empeño común de todos los mártires: despreciar lo pasajero para adquirir lo que permanece; morir para vivir, para no morir por vivir; vivir siempre a cambio de una sola muerte... Esto lo aprendieron de quien es, al mismo tiempo, su Maestro, Redentor y Señor, puesto que a todos dijo: «quien ama su alma la perderá, pero quien la pierde por Mí la hallará en la vida eterna» (Mc 8,35).
«Así, pues, cuando se ama el alma, ella perece, y se la gana cuando se la pierde. Piérdala, pues, si la amas, para no perderla cuando la amas. Lo dicho puede entenderse de dos maneras: «quien ama a su alma en este mundo la perderá en el mundo futuro». O también: «quien ama su alma para el mundo futuro la perderá en éste». Según la primera forma de entenderlo, quien ama su alma, temiendo morir por Cristo, la perderá y no vivirá con Cristo; y quien la ama para vivir en Cristo, la perderá, muriendo por Cristo... Y advierte que quien dijo «por Mí» es el Dios verdadero y la vida eterna» (Sermón 313,C,1).