Miércoles VI Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 8 febrero, 2018 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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St 1, 19-27: Llevad a la práctica la Palabra y no os limitéis a escucharla
Sal 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5: ¿Quién puede habitar en tu monte santo, Señor?
Mc 8, 22-26: El ciego estaba curado y veía todo con claridad
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Santiago 1,19-27: Llevad a la práctica la Palabra, y no os limitéis a escucharla. Escucha la Palabra de Dios con buenas disposiciones aquel que la pone en práctica. Este hombre, dice Cristo, tiene su casa cimentada sobre roca firme (Mt 7,24-27). Oye la Palabra, clama a Cristo, pidiendo su gracia para cumplirla, y pone en ello todo su empeño. Dice San Agustín:
«¿Qué significa el clamar a Cristo, hermanos míos, sino responder con buenas obras a la gracia de Cristo? Digo esto para que no seamos tal vez gritones para invocar y mudos para obrar... ¿Quién es el que clama a Cristo? Clama a Cristo el que desprecia al mundo, clama a Cristo el que desprecia los placeres del siglo, clama a Cristo el que dice: «el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gál 6,14); clama a Cristo quien distribuye y da a los pobres, para que permanezca su justicia por los siglos de los siglos» (Sermón 82,13).
–La Palabra de Dios tiene que dar fruto en nosotros, con el auxilio de su gracia. No es cuestión solo de escucharla. Así nos lo enseña el Salmo 14: «¿Quién puede habitar en tu monte santo, Señor? El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua, el que no hace mal al prójimo ni difama a su vecino... el que honra al que teme al Señor, el que no presta dinero a usura, ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra nunca fallará».
Jesús, al entregar su vida por amor a todos los hombres, da testimonio decisivo de la ley del Amor incondicional que viene a revelarnos. Esta caridad de Cristo ha de inspirar toda la vida moral de los cristianos que, por medio de la Eucaristía, se disponen más y más a escuchar la Palabra divina con toda fidelidad y a cumplirla en toda su vida.
–Marcos 8,22-26: El ciego quedó curado, y veía con toda claridad. Una vez más, hay que considerar el milagro de la curación del ciego de Betsaida como un signo de la gran misericordia de Cristo en favor de los miserables. San Jerónimo comenta la escena:
«El ciego es sacado de la casa de los judíos, de la aldea de los judíos, de la ley de los judíos, de las tradiciones de los judíos. El que no había podido ser sanado en la ley, es sanado en la gracia del Evangelio, y se le dice: «vuelve a tu casa, no a aquella de donde saliste, sino a la casa de donde fue también Abrahán, ya que Abrahán es el padre de los creyentes. Abrahán vio mi día y se alegró (Jn 8,56). Vuelve a tu casa, esto es, a la Iglesia».
««Has de ver, dice San Pablo, cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo» (1 Tim 3,15). La casa de Dios, en efecto, es la Iglesia. Por ello se le dice al ciego: «ve a tu casa», es decir, a la casa de la fe, es decir, a la Iglesia, y no vuelvas a la aldea de los judíos» (Comentario a San Marcos 8,24).