Miércoles V Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 2 febrero, 2018 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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1 R 10, 1-10: La reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón
Sal 36, 5-6. 30-31. 39-40: La boca del justo expone la sabiduría
Mc 7, 14-23: Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–1 Reyes 10,1-10: La reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón. La crónica del reino de Salomón describe admirativamente la sabiduría, la magnificencia, la justicia y la fama del rey. En realidad, lo que se intenta mostrar es que es Dios quien se ha complacido en Salomón y, por amor a su pueblo, le ha dado sabiduría y riquezas. Y Cristo es más que Salomón (Mt 12,42). Escribe San Ambrosio:
«Todo lo tenemos en Cristo; Cristo es todo para nosotros. Si quieres curar tus heridas, Él es médico; si estás ardiendo de fiebre, Él es manantial; si tienes necesidad de ayuda, Él es fuerza; si temes la muerte, Él es vida; si deseas el cielo, Él es el camino; si buscas refugio de las tinieblas, Él es Luz; si buscas manjar, Él es alimento» (Sobre la virginidad 19,99).
–La proverbial sabiduría de Salomón se refleja bien en el Salmo 36: el fiel cumplimiento de la alianza nos guarda en la verdadera sabiduría. La mayor prudencia se da en el cumplimiento de la voluntad del Señor: «Encomienda tu camino al Señor y Él actuará: hará tu justicia como el amanecer, tu derecho, como el mediodía. La boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho; porque lleva en el corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan. El Señor es quien salva a los justos, El es su alcázar en el peligro; el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados y los salva, porque se acogen a El».
–Marcos 7,14-23: Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. La enseñanza de Jesús sobre lo puro e impuro es una aplicación de su principio general sobre la verdadera religiosidad. San Juan Crisóstomo comenta:
«El Señor, tanto en lo que afirma, cuanto en lo que legisla, se apoya en la verdad misma de las cosas. Por eso sus enemigos no se atreven a replicarle, y no le arguyen: «¿pero qué es lo que dices? ¿Dios nos manda tantas cosas acerca de la observancia de los alimentos, y tú nos vienes ahora con esa ley?» Y es que el Señor los había enmudecido eficazmente no sólo por sus argumentos, sino haciendo patente su mentira, sacando a pública vergüenza lo que ellos ocultamente habían hecho, y en fin, revelando los íntimos secretos de su alma. Por eso ellos, sin chistar, optan por la retirada. Pero considerad aquí, os ruego, por otra parte, cómo todavía el Señor no estima prudente romper abiertamente con la ley de los alimentos, y se limita a decir: «no es lo que entra en la boca lo que mancha al hombre»» (Homilía sobre San Mateo 51,3).
De dentro del corazón salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfrenos, envidia, difamación, orgullo, frivolidad... Todas las maldades salen de dentro, y eso es lo que hace impuro al hombre. Pero esto no querían verlo los fariseos, sino que se aferraban a sus tradiciones, que miraban sobre todo a lo exterior del hombre.
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. 1 Reyes 10,1-10
a) La sabiduría y la fama de Salomón atraen visitas de extranjeros: esta vez la reina de Sabá, del sur de Arabia.
Riquezas, fama, sabiduría, prestigio: pero el autor del libro se cuida muy bien de afirmar que todo ello se debe a Dios. Pone en labios de la reina visitante esta confesión: «Bendito sea el Señor tu Dios que, por el amor eterno que tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia».
El salmo se recrea en la sabiduría de Salomón y su origen divino: «La boca del justo expone la sabiduría... porque lleva en el corazón la ley de su Dios y sus pasos no vacilan».
b) Son varias las direcciones en que nos puede interpelar esta simpática escena.
Salomón aparece como anuncio del verdadero Sabio, el Mesías Jesús. En varios pasajes el profeta Isaías y los Salmos dirán que en los tiempos mesiánicos «vendrán de Sabá portando oro e incienso y pregonando alabanzas a Yahvé» (Is 60,6 y Salmo 71,10).
En efecto, los magos de Oriente vinieron a Belén a rendir homenaje de adoración y traer sus dones al recién nacido Mesías.
Además esta escena cuestiona nuestra actitud ante las cualidades que podamos tener cada uno de nosotros, aunque no lleguen a despertar admiración hasta en el extranjero.
Esas cualidades nos invitan a dar gracias a Dios. Tenemos lo que hemos recibido. Si con nuestras virtudes humanas y cristianas podemos hacer algo útil a nuestro alrededor, bendito sea Dios. Él es quien nos las ha dado. Nuestra preocupación debería ser no defraudarle. No para llamar la atención y recibir los aplausos de la gente, sino para merecer la sonrisa y la aprobación de Dios, porque con los talentos que nos ha dado -sean uno o dos o cinco- hemos hecho algo en bien de todos. Ojalá podamos escuchar al final: «Muy bien, siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu señor».
También deberíamos aprender de la reina forastera a saber reconocer y alabar las cualidades de los demás. Alabar a las personas que conviven con nosotros, reconocer sus éxitos y sus méritos, interesarnos por sus cosas y escucharlas, es una de las cosas más finas que podemos hacer y también de las que más nos cuestan. Nos suele gustar que cuando hablamos de lo nuestro nos escuchen y se interesen. Pero cuando son otros los que hablan de lo suyo, ¡lo que nos cuesta dedicarles una palabra de alabanza!
Finalmente, haríamos bien en recordar y tratar de no merecer la queja de Jesús: «La reina de Sabá se levantará en el juicio con esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón» (Mateo l 2,42). ¿Tomamos en serio y aprovechamos bien la sabiduría que nos enseña cada día, sobre todo en las lecturas de la misa, el auténtico Maestro que Dios nos ha enviado, Jesús?
2. Marcos 7,14-23
a) Los fariseos no es que fueran malas personas. Eran piadosos, cumplidores de la ley.
Pero habían caído en un legalismo exagerado e intolerante y, llevados de su devoción y de su deseo de agradar a Dios en todo, daban prioridad a lo externo, al cumplimiento escrupuloso de mil detalles, descuidando a veces lo más importante.
Ayer era la cuestión de si se lavaban las manos o no. Hoy el comentario de Jesús continúa refiriéndose al tema de lo que se puede comer y lo que no, lo que se considera puro o no en cuestión de comidas. La carne de cerdo, por ejemplo, es considerada impura por los judíos y por otras culturas: inicialmente por motivos de higiene y prevención de enfermedades, pero luego también por norma religiosa.
La enseñanza de Jesús, expresada con un lenguaje muy llano y expresivo, es que lo importante no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella. Lo que hace buenas o malas las cosas es lo que brota del corazón del hombre, la buena intención o la malicia interior. Los alimentos o en general las cosas de fuera tienen una importancia mucho más relativa.
b) El defecto de los fariseos puede ser precisamente el defecto de las personas piadosas, deseosas de perfección, que a veces por escrúpulos y otras por su tendencia a refugiarse en lo concreto, pierden de vista la importancia de las actitudes interiores, que son las que dan sentido a los actos exteriores. O sea, puede ser nuestro defecto. Dar, por ejemplo, más importancia a una norma pensada por los hombres que a la caridad o a la misericordia, más a la ley que a la persona.
Esta tensión estaba muy viva cuando Marcos escribía su evangelio. En la comunidad apostólica se discutía fuertemente sobre la apertura de la Iglesia a los paganos y la conveniencia o no de que todos tuvieran que cumplir los más mínimos preceptos de la ley de Moisés. Recordamos las posturas de Pablo y Santiago y finalmente del concilio de Jerusalén, así como la visión del lienzo con animales puros e impuros y la invitación a Pedro para que comiera de ellos (Hechos 10).
Ha sido un tema que se ha mantenido a lo largo de la vida de la Iglesia. ¿No se podría interpretar, en una historia no demasiado remota, que dábamos más importancia a la lengua en que se celebra la liturgia que a la misma liturgia? ¿al ayuno eucarístico desde la media noche, casi más que a la misma comunión? La hipocresía, la autosuficiencia y el excesivo legalismo son precisamente el peligro de los buenos.
Lo que cuenta es el corazón. Leamos despacio la lista de las trece cosas que Jesús dice que pueden brotar de un corazón maleado: malos propósitos. fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias. injusticias. fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. ¿Cuáles de ellas brotan alguna vez de nuestro interior? Pues eso tiene mucha más trascendencia que lo que comemos o dejamos de comer.
«Al hombre, formado a tu imagen y semejanza, sometiste las maravillas del mundo para que en nombre tuyo dominara la creación» (prefacio de domingo)
«Bendito sea el Señor tu Dios que te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia» (1a lectura, II)
«La boca del justo expone la sabiduría, porque lleva en el corazón la ley de su Dios» (salmo, II)
«Las maldades que salen de dentro son las que hacen al hombre impuro» (evangelio).