Sábado IV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 31 enero, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Heb 13, 15-17. 20-21: Que el Dios de la paz, que hizo subir de entre los muertos al gran pastor, os ponga a punto en todo bien
Sal 22, 1b-3a. 3b-4. 5. 6: El Señor es mi pastor, nada me falta
Mc 6, 30-34: Andaban como ovejas sin pastor
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Hebreos 13,15-17.20-21: Que el Dios de la paz, que hizo subir de entre los muertos al gran Pastor, os haga perfectos en todo bien. Comenta San Agustín:
«En todas mis palabras presento un espejo. Y no son palabras mías, sino que hablo por mandato del Señor, por cuyo temor no callo. Pues, ¿quién preferiría callar y no dar cuenta de vosotros? No. Ya que aceptamos la carga, ni podemos ni debemos sacudirla de nuestros hombros.
«Escuchasteis, hermanos, cuando se leía la Carta a los Hebreos (13,17)... ¿Cuándo velamos por vosotros con gozo? Cuando vemos a los hombres progresar por el camino de la palabra de Dios. ¿Cuándo trabaja con alegría el labrador en su campo? Cuando mira el árbol y ve sus frutos; cuando mira la cosecha y ve la abundancia cosechada en la era. No fue en vano su trabajo, no dobló los riñones en vano, no fue inútil el que sus manos estén encallecidas, no resultó inútil el frío y el calor soportado...
«Pues a los superiores les conviene entristecerse a causa de vuestras maldades. Esa misma tristeza a ellos les resulta provechosa; pero a vosotros no os conviene... No queremos nada que nos convenga a nosotros, si no os conviene también a vosotros. Por tanto, hermanos, hagamos el bien al mismo tiempo en el campo del Señor, para que disfrutemos juntos de la recompensa» (Sermón 82,15).
–La vida cristiana, y concretamente el ministerio pastoral, puede implicar no pocas penalidades. Pero todas las sobrellevamos con buen ánimo, fiados en Cristo, el Buen Pastor, y por eso cantamos con el Salmo 22: «El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar, en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo... Preparas una mesa ante mí [la Eucaristía]... Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida. Habitaré en la Casa del Señor por años sin términos».
–Marcos 6,30-34: Jesús sintió lástima de la muchedumbre, viendo que andaban como ovejas sin pastor. Esta visión tan angustiosa del Corazón de Cristo le lleva a hacerse Él mismo Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas. Y el distintivo del Pastor bueno es su abnegada e incansable solicitud por el rebaño. Así escribe San Gregorio de Nisa:
«¿Dónde pastoreas, Pastor Bueno, Tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? Toda la humanidad que cargaste sobre tus hombros, es, en efecto, como una sola oveja. Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo; llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz y tu voz me dé la vida eterna... Enséñame, pues –dice el sagrado texto–, dónde pastoreas, para que yo pueda hallar los pastos saludables y saciarme del alimento celestial, que es necesario comer para entrar en la vida eterna; para que pueda allí mismo acudir a la fuente y aplicar mis labios a la bebida divina que brota de tu costado, fuente de agua abierta por la lanza, que se ha convertido para todos los que de ella beben en «un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (Jn 4,14).»
«Si de tal modo me pastoreas, me harás recostar al mediodía, sestearé en paz y descansaré bajo la luz, sin mezcla de sombra... Enséñame, pues, cómo tengo que recostarme y pacer, y cuál es el camino del reposo a mediodía, no sea que, por ignorancia, me sustraiga de tu guía y me junte a un rebaño que no sea el tuyo» (Homilía 2 sobre el Cantar de los Cantares).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Hebreos 13,15-17.20s
a) Terminamos hoy la lectura de la carta a los Hebreos, que nos ha acompañado durante cuatro semanas como primera lectura de la Misa.
Acaba con una exhortación que resume toda la doctrina de la carta: el sacerdocio de Cristo y nuestra perseverancia en la fe. Ahora se nos dice que nosotros mismos ofrezcamos a Dios, como sacerdotes, el sacrificio y la ofrenda de nuestra vida:
- ofreced a Dios un sacrificio de alabanza,
- pero a la vez «no os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente»,
- y dentro de esta apertura a los hermanos está también la obediencia a los responsables de la comunidad.
En la bendición final se concentra toda la carta: el mismo Dios que envió a Cristo y le resucitó de entre los muertos, nos ayudará también a nosotros para que en nuestra vida cumplamos su voluntad y hagamos toda clase de bien, ayudados por el mismo Jesucristo.
b) Es un óptimo programa para nuestra vida cristiana:
- que alabemos a Dios, con unos labios movidos por la fe y el amor: la Eucaristía y la alabanza de las Horas son nuestra mejor oración eclesial y personal, que nos sitúa en la presencia de Dios y nos hace ver toda la historia a su luz,
- pero a esa alabanza de oración se junta la ofrenda de toda la vida: nuestro culto a Dios es nuestra misma existencia, ofrecida a él como nuestro sacrificio sacerdotal; la carta del sacerdocio de Cristo no aterriza en su última página hablando del sacerdocio ministerial, sino del sacerdocio común de todos los bautizados, con la ofrenda de nuestras vidas, en línea con la doctrina de Pablo en Romanos 12: «estos son los sacrificios que agradan a Dios»; así nos unimos al sacrificio de Cristo, que no ofreció un rito como los sacrificios del Templo, sino su propia vida;
- en la Eucaristía incluimos cada vez nuestra pequeña historia de cada día, con sus alegrías y sus dolores, en el sacrificio único y pleno de Cristo Jesús;
- en esta ofrenda existencial están de modo particular nuestras esfuerzos de caridad fraterna, incluida también la que tiene como destinatarios a los responsables de la comunidad: para que el ministerio de la autoridad lo puedan realizar con ánimo esponjado y no con angustia y tensión; es un buen toque realista el que la carta diga que si con nuestra conducta hacemos fácil la autoridad a los responsables, «con ello salís ganando»: cuando el que manda está sereno, comunica serenidad a todos.
Tanto en la vida de una familia como en la de una comunidad religiosa o en la comunidad cristiana, esta es la religión verdadera, el sacrificio que agrada a Dios: una vida que a la vez está abierta hacia Dios con la alabanza y hacia el prójimo con una actitud de ayuda y caridad. Fijos los ojos en nuestro Hermano y Mediador, Cristo Jesús, que es el que mejor ejemplo nos dio de una vida abierta en las dos direcciones hasta las últimas consecuencias.
2. Marcos 6,30-34
a) La escena es muy humana y expresiva de los sentimientos de Jesús: programa un retiro de descanso con sus apóstoles, pero luego le puede la compasión hacia la gente y se pierde el descanso.
Los apóstoles, a quienes había enviado de dos en dos a evangelizar, vuelven muy satisfechos. Cuentan y no acaban de los éxitos que han tenido en su salida apostólica. Jesús se da cuenta de que están cansados y de que lo que más necesitan en ese momento es un poco de descanso y un retiro con él, para reponer fuerzas y revisar su actuación. Ese es el plan que les propone.
Pero la gente se les adelantó y les salió al encuentro, porque adivinaron a dónde iban, y Jesús, cuando vio a la gente, «le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor», y se acabó el retiro que pensaban hacer: «y se puso a enseñarles con calma».
b) Podemos vernos espejados en esta escena de varias maneras.
A lo largo de nuestras jornadas y temporadas, en nuestro trabajo cosechamos algunos éxitos, seguramente mezclados con fracasos. Que es lo que les pasarla a los apóstoles y al mismo Jesús, a quien no todos le hacían caso. Ojalá tengamos siempre a alguien con quien compartir lo vivido, que sepa escucharnos y con el que podamos hablar de nuestras varias experiencias, para revisar y remotivar lo que vamos haciendo.
Ojalá tengamos también la oportunidad de algún retiro: todos necesitamos un poco de paz en la vida, momentos de oración, de silencio, de retiro físico y espiritual, con el Maestro.
Además de que cada semana, el domingo está pensado para que sea un reencuentro serenante con Dios, con nosotros mismos, con la naturaleza, con los demás. El activismo nos agota y empobrece. El stress no es bueno, aunque sea el espiritual. Los apóstoles estaban llenos de «todo lo que hablan hecho y enseñado». A veces dice el evangelio que «no tenían tiempo ni para comer». Necesitamos paz y serenidad. Cuando no hay equilibrio interior, todo son nervios y disminuye la eficacia humana y la evangelizadora.
A la vez, hay otro factor importante en nuestra vida: la caridad fraterna, la entrega a la misión que tengamos encomendada. A veces esta caridad se antepone al deseo del descanso o del retiro, como en el caso de Jesús y los suyos. Jesús conjuga bien el trabajo y la oración. Se dedica prioritariamente a la evangelización. Pero sabe buscar momentos de silencio y oración para sí y para los suyos, aunque en esta ocasión no haya sido con éxito.
Otra lección que nos da Jesús es que no parece tener prisa. No hace ver que le han estropeado el plan. «Se puso a enseñarles con calma». Porque vio que iban desorientados, como ovejas sin pastor. Tener tiempo para los demás, a pesar de que todos andamos escasos de tiempo y con mil cosas que hacer, es una finura espiritual que Jesús nos enseña con su ejemplo: tratar a cada persona que sale a nuestro encuentro como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.
«No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente» (1a lectura, I)
«El Señor es mi pastor, nada me falta» (salmo, I)
«Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida» (salmo, I)
«Venid a un sitio tranquilo a descansar un poco» (evangelio)
«Le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor» (evangelio).