Lunes IV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 30 enero, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Heb 11, 32-40: Por medio de la fe subyugaron reinos. Dios tiene preparado algo mejor para nosotros
Sal 30, 20. 21. 22. 23. 24: Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor
Mc 5, 1-20: Espíritu inmundo, sal de este hombre
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Hebreos 11,32-40: Por medio de la fe subyugaron reinos. Dios tiene preparadas maravillas para nosotros. La historia de los jueces y profetas de Israel se propone como modelo para los cristianos, quienes han obtenido el cumplimiento de la promesa divina. De nuevo la Carta a los Hebreos encarece el valor de la fe. Es lo que enseña San Ambrosio:
«Si el Señor se cuida de las aves, animales de escaso valor, y de los hombres malvados, haciendo que les nazca el sol y la tierra les sea fructífera; y si reparte con largueza el don de su misericordia a todos, en modo alguno se puede dudar que tiene en una consideración muy presente los méritos de sus fieles. Por eso admirablemente construyó su doctrina, poniendo como cúspide la fe, al mismo tiempo que la colocó como fundamento de las virtudes; porque así como la fe es estímulo de la virtud, así también la virtud constituye la firmeza de la fe» (Comentario a San Lucas VII,118).
–La lectura anterior nos ha mostrado los frutos de la fe. Ha resaltado su grandeza, capaz de las más grandes conquistas y de los más extremados sacrificios. Y en el Antiguo Testamento, toda esa vivencia de fe apunta a Cristo. Pensando en Él cantamos el Salmo 30: «Los que esperáis en el Señor sed fuertes y valientes de corazón. Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles y concedes a los que a Ti se acogen a la vista de todos. En el asilo de tus presencia los escondes de las conjuras humanas; los ocultas en tu tabernáculo, frente a las lenguas pendencieras. Bendito el Señor que ha hecho por mí prodigios de misericordia en la ciudad amurallada... Amad al Señor, fieles suyos; el Señor guarda a su leales».
–Marcos 5,1-20: Espíritu inmundo, sal de este hombre. La lepra, los demonios, todas las miserias que puedan oprimir a los hombres, todas son vencidas por Cristo Salvador con suprema facilidad. San Máximo el Confesor escribe:
«La fuerza de los demonios disminuye cuando la práctica de los mandamientos debilita en nosotros las pasiones; y es eliminada cuando, por efecto de la libertad interior, estas pasiones desaparecen finalmente del alma; porque ellos no encuentran ya en ella las complicidades que sirven de base a sus ataques» (Centurias sobre la caridad 2,22).
Siempre estamos nosotros expuestos a las tentaciones del diablo. Por eso San León Magno nos exhorta:
«Fundados, amadísimos, en esta esperanza [en el triunfo de Cristo], guardaos de todos los artificios del diablo, que no sólo busca sorprender por los placeres corporales, sino que también siembra la cizaña de la mentira en el buen trigo de la fe, e intenta profanar el campo de la verdad, para hacer caer por los errores malvados a los que no ha podido corromper por sus malas acciones... Nosotros, libertados de estos peligros por el Señor Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida, soportemos con una fe gozosa todas las pruebas y todos los combates de la vida presente» (Homilía 69,5).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Hebreos 11,32-40
a) Además de Abrahán y Sara, la carta recuerda otros nombres del AT que nos han dado ejemplo de una fe recia: políticos, profetas, hombres y mujeres de familia. Para que no nos desanimemos nosotros ante las dificultades de nuestro camino.
Es impresionante la enumeración de las cosas que por la fuerza de su fe llegaron a hacer esas personas, conquistando reinos, domando animales, derrotando a ejércitos enemigos, curando y resucitando. Y eso a pesar de las dificultades que también ellos experimentaron, porque fueron golpeados, flagelados, encarcelados, sentenciados a muerte. No se trata de recordar a qué persona concreta corresponde cada una de las hazañas o de las penalidades, aunque algunas si fáciles de adjudicar. Es el conjunto el que impresiona y sirve de estimulo a los lectores de la carta y a nosotros.
Además. su autor no se olvida de repetir que las personas que vivieron en tiempos del AT tienen el mérito de haber vivido en un tiempo de promesas, de figuras: no en los tiempos mesiánicos, como nosotros. Eran en verdad peregrinos, que no alcanzaron nunca la claridad y la seguridad que nosotros podemos tener ahora.
b) Tendemos a engrandecer nuestras dificultades. Así tratamos de explicar nuestra debilidad o nuestros fallos. Las culpas las echamos fácilmente al mundo en que vivimos. Deberíamos espejarnos en Abrahán y en todas esas personas que se nos recuerdan del AT y en tantas otras del NT y de la historia de la Iglesia. No somos los primeros en sufrir para ser fieles a Dios.
Los tiempos en que vivieron todas esas personas fueron tan difíciles o más que los nuestros. Lo que pasa es que tenían fe. Se fiaron totalmente de Dios y siguieron con perseverancia sus caminos. No miraban atrás, sino adelante. No se refugiaron en una actitud conservadora, sino que arriesgaron en la aventura de la fe. La carta dice que «el mundo no era digno de ellos».
Con muchos más medios espirituales que los antiguos, deberíamos ser más coherentes en nuestra vida cristiana. ¿Nos mueve la fe a hacer cosas como las que lograron ellos? ¿o nos escudamos en el miedo o en el riesgo que supone dar pasos adelante? Ellos consiguieron cosas que serían inexplicables con sus solas fuerzas. Pero se fiaron de Dios y recurrieron continuamente a su ayuda.
Si creyéramos de veras en Cristo Jesús, presente en nuestra vida y en la de la Iglesia, haríamos cosas muy hermosas para bien de todos.
Tendremos que rezar en verdad el salmo de hoy para arriesgarnos más: «sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor», y esperar confiadamente el premio de Dios que no faltará: «amad al Señor, fieles suyos, el Señor guarda a sus leales».
2. Marcos 5,1-20
a) Es pintoresco y sorprendente el episodio que hoy nos cuenta Marcos, con el endemoniado de Gerasa. Se acumulan los detalles que simbolizan el poder del mal: en tierra extranjera, un enfermo poseído por el demonio, que habita entre tumbas, y el destino de la legión de demonios a los cerdos, los animales inmundos por excelencia para los judíos.
Seguramente quiere subrayar que Jesús es el dominador del mal o del maligno. En su primer encuentro con paganos -abandona la tierra propia y se aventura al extranjero en una actitud misionera- Jesús libera al hombre de sus males corporales y anímicos. Parece menos importante el curioso final de la piara de cerdos y la consiguiente petición de los campesinos de que abandone sus tierras este profeta que hace cosas tan extrañas.
Probablemente el pueblo atribuyó a Jesús, o mejor a los demonios expulsados por Jesús, la pérdida de la piara de cerdos que tal vez habría sucedido por otras causas en coincidencia con la visita de Jesús. El evangelio recogería esta versión popular.
b) La Iglesia ha sido encargada de continuar este poder liberador, la lucha y la victoria contra todo mal. Para eso anuncia la Buena Nueva y celebra los sacramentos, que nos comunican la vida de Cristo y nos reconcilian con Dios. A veces esto lo tiene que hacer en terreno extraño: con valentía misionera, adentrándose entre los paganos, como Jesús, o dirigiéndose a los neopaganos del mundo de hoy. También con los marginados, a los que Jesús no tenía ningún reparo en acercarse y tratar, para transmitirles su esperanza y su salvación. Después del encuentro con Jesús, el energúmeno de Gerasa quedó «sentado, vestido y en su juicio».
Todos necesitamos ser liberados de la legión de malas tendencias que experimentamos: orgullo, sensualidad, ambición, envidia, egoísmo, violencia, intolerancia, avaricia, miedo.
Jesús quiere liberarnos de todo mal que nos aflige, si le dejamos. ¿De veras queremos ser salvados? ¿decimos con seriedad la petición: «líbranos del mal»? ¿o tal vez preferimos no entrar en profundidades y le pedimos a Jesús que pase de largo en nuestra vida?
En Gerasa los demonios le obedecieron, como le obedecían las fuerzas de la naturaleza. Pero los habitantes del país, por intereses económicos, le pidieron que se marchara. El único que puede resistirse a Cristo es siempre la persona humana, con su libertad. ¿Nos resistimos nosotros, o nos dejamos liberar de nuestros demonios?
«Dios tenía preparado algo mejor para nosotros» (1a lectura, I)
«Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor» (salmo, I)
«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo» (evangelio).