Lunes III de Pascua – Homilías
/ 11 abril, 2016 / Tiempo de PascuaLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Hch 6, 8-15: No lograban hacer frente a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba
Sal 118, 23-24. 26-27. 29-30: Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
Jn 6, 22-29: Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Hechos 6,8-15: No lograban hacer frente a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. La posición radical de Esteban en lo tocante a la ley y al templo recrudecerá la persecución, en especial en contra de los siete. Se van a repetir las mismas acusaciones que se emplearon contra Jesús, en un claro paralelismo con su Pasión, demostrado hasta en el empleo de las mismas palabras. Y de nuevo Dios va a demostrar su fuerza en los que elige. Su rostro les parecerá como el de un ángel. Muchos comentaristas han visto en esto una semejanza con Moisés al bajar del monte. Entre ellos San Juan Crisóstomo, que dice:
«Era la gracia, era la gloria de Moisés. Me parece que Dios le había revestido de este resplandor porque quizá tenía algo que decir y para atemorizarlos con su propio aspecto. Pues es posible, muy posible, que las figuras llenas de gracia celestial sean amables a los ojos de los amigos y terribles ante los adversarios» (Homilía sobre los Hechos 15).
–Acertadamente cantamos ahora el Salmo 118, en algunos de sus versos, pues encaja perfectamente en todo lo referente a San Esteban. Una señal de que hemos resucitado con Cristo es nuestra vida intachable. Renacidos en Cristo por el Espíritu, fortalecidos por el pan que ha bajado del Cielo y permanece por siempre, cumplimos la voluntad del Padre: «Dichoso el que camina con vida intachable. Aunque los nobles se sientan a murmurar de mí, tu siervo medita tus leyes; tus preceptos son mi delicia, tus decretos son mis consejeros. Te expliqué mi camino y me escuchaste; enséñame tus leyes; instrúyeme en el camino de tus decretos, y meditaré tus maravillas. Apártame del camino falso, y dame la gracia de tu voluntad; escogí el camino verdadero, deseé tus mandamientos».
–Juan 6,22-29: Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura. Luego de la multiplicación de los panes, en su ansia por el alimento terreno, la multitud busca a Jesús. Pero éste les invita a saciarse con un ideal superior, aspirando a otro manjar que perdura para siempre. Para recibir este alimento es menester realizar las obras de Dios, es decir, creer en el Enviado. Comenta San Agustín:
«Jesús, a continuación del misterio o sacramento milagroso, hace uso de la palabra, con la intención de alimentar, si es posible, a los mismos que ya alimentó; de saciar con su palabra las inteligencias de aquellos cuyo vientre había saciado con pan abundante, pero es con la condición de que lo entiendan y, si no lo entienden, que se recoja para que no perezcan ni las sobras siquiera... «Me buscabais por la carne, no por el Espíritu». ¡Cuántos hay que no buscan a Jesús sino para que les haga beneficios temporales! Tiene uno un negocio y acude a la mediación de los clérigos; es perseguido otro por alguien más poderoso que él y se refugia en la iglesia. No faltan quienes piden que se les recomiende a una persona ante la que tienen poco crédito.
«En fin, unos por unos motivos y otros por otros, llenan todos los día la iglesia. Apenas se busca a Jesús por Jesús... «Me buscabais por algo que no es lo que yo soy; buscadme a Mí por mí mismo». Ya insinúa ser Él este manjar, lo que se verá con más claridad en lo que sigue...Yo creo que ya estaban esperando comer otra vez pan y sentarse otra vez, y saciarse de nuevo. Pero Él había hablado de un alimento que no perece, sino que permanece hasta la vida eterna. Es el mismo lenguaje que había usado con la mujer aquella samaritana... Entre diálogos la llevó hasta la bebida espiritual. Lo mismo sucede aquí, lo mismo exactamente. Alimento es, pues, éste que no perece, sino que permanece hasta la vida eterna» (Tratado 25,10-12 sobre el Evangelio de San Juan).
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 6,8-15
Entra Esteban en escena. Se le presenta con las mismas características que los apóstoles: «Lleno de gracia y de poder, hacía grandes signos y prodigios». Las palabras de Esteban están unidas a la «sabiduría» y al Espíritu»: Esteban, como los apóstoles, está completamente inmerso en el plan de Dios, lo conoce, recibe la fuerza del Espíritu para atestiguarlo y anunciarlo. Posee una personalidad humana de gran relieve y de espesor «espiritual». Su predicación provoca de inmediato un conflicto y, paradójicamente, con los judíos más abiertos. Lucas alude a la sinagoga llamada «de los libertos», es decir, los descendientes de aquellos que, llevados a Roma como esclavos por Pompeyo (63 a. C.), habían sido liberados y se habían instalado en un barrio de la ciudad. En torno a ellos se reunían, probablemente, judíos de diferente procedencia. Pues bien, también para ellos era la predicación de Esteban demasiado radical: Esteban ataca al templo y las tradiciones mosaicas. En consecuencia, las acusaciones que se le dirigen no carecen de fundamento por completo.
Los ojos que se fijan en él con hostilidad están obligados a vislumbrar en ellos, no obstante, un esplendor particular, el de un ángel que expresa la presencia de Dios, algo semejante al rostro de Moisés cuando bajó, resplandeciente, del Sinaí tras haber encontrado a Dios. Lucas presenta otro rasgo de Esteban: es un testigo escogido por Dios para dar a conocer su voluntad.
Evangelio: Juan 6,22-29
Tras la multiplicación de los panes, alude el evangelista a la búsqueda de Jesús por parte de la muchedumbre. Lo encuentran en Cafarnaún y le dirigen al Maestro una pregunta sólo para satisfacer su propia curiosidad: «Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?» (v 25). Jesús no responde la pregunta, sino que revela más bien a la muchedumbre las verdaderas intenciones que la han impulsado a buscarlo, y con ello desenmascara la mentalidad demasiado material de las personas (v. 26). En realidad, toda esa gente sigue a Jesús por el pan material, sin comprender el signo realizado por el Profeta. Buscan más las ventajas materiales y pasajeras que las ocasiones de responder y de amar.
Ante esta ceguera espiritual, Jesús proclama la diferencia entre el pan material y corruptible y «el permanente, el que da la vida eterna» (v 27). Jesús invita a la gente a superar el estrecho horizonte en que vive y a pasar al de la fe y al del Espíritu, al que sólo su persona (la de Jesús) les puede introducir. El posee el sello de Dios, que es el Espíritu y el dinamismo divino del amor.
Los interlocutores de Jesús le preguntan ahora: «¿Qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?» (v 28). Una nueva equivocación. La muchedumbre piensa que Dios exige la observación de nuevos preceptos y de otras obras. Pero lo que Jesús exige de ellos es una sola cosa: la adhesión al plan de Dios, a saber: «Que creáis en aquel que él ha enviado» (v. 29). Sólo tienen que cumplir una sola cosa: dejarse implicar por Dios y adherirse con fe a la persona de Jesús. Es la apertura a la fe lo que ofrece un pan inagotable y lo que da la vida para siempre al hombre que acepta ser liberado de las tinieblas.
MEDITATIO
Esteban es el primer apóstol de los helenistas. Suyo fue el primer intento de inculturación, constituido por un decidido distanciamiento respecto al judaísmo tradicional. Pero no consiguió su objetivo en algunos de los suyos. También hay conservadores entre los procedentes de la diáspora, quizás incluso más que entre los propios judíos palestinenses. Probablemente se debiera a la necesidad de defender su propia identidad. La primera aproximación al mundo judío de lengua y cultura griega es rechazada también por los notables. Esteban sigue así el destino de Jesús: es rechazado. Al parecer, el precio que hay que pagar para abrir nuevos caminos es ser incomprendido, malentendido, rechazado, calumniado y condenado. Sin embargo, también es verdad que del martirio de Esteban proceden frutos muy copiosos precisamente a partir de los griegos: y no sólo de los judíos de lengua griega, sino de toda la cultura griega.
Esteban es un provocador, y, por eso, se mete él mismo en el camino del martirio, como sucede en toda sociedad intolerante. Ahora bien, su provocación procede de una sabiduría superior, es fruto de una peculiar comprensión del plan de Dios. Este plan preveía que el Evangelio fuera anunciado no sólo en Jerusalén, sino «hasta los confines de la tierra». El Espíritu se sirve del carácter entusiasta y «belicoso» de Esteban para agitar el ambiente: Esteban pierde, pero la causa del Evangelio recorrerá el mundo.
ORATIO
Señor, tenemos necesidad de testigos animosos como Esteban. Tenemos necesidad de anunciadores «imprudentes» como él, que agitan a los adversarios y a los amigos, dentro y fuera de nuestros círculos. Tenemos necesidad de profetas «incómodos», como se decía hace algunos años, para difundir la Buena Nueva. Tenemos necesidad de hombres y mujeres que no tengan miedo de hacer frente a las incomprensiones y los malentendidos a causa de tu nombre. Tenemos necesidad de personas que sean capaces de recorrer nuevos caminos y no tengan miedo a no ser comprendidos por esos mismos por quienes se comprometen y se dejan la piel.
Señor, danos estos testigos fuertes y animosos.
Señor, no permitas que nos ceguemos hasta el punto de no comprenderlos e incluso aislarlos, calumniarlos, contribuyendo con nuestra incomprensión a marginarlos y -¡no lo permitas, Señor!- a condenarlos.
CONTEMPLATIO
La Iglesia tiene a gala, y es mandamiento del Salvador, que no pensemos sólo en nosotros mismos, sino también en el prójimo. Considera la dignidad a la que se eleva el que se toma seriamente a pecho la salvación de su hermano. Este hombre, en la medida en que ello es posible al hombre, imita al mismo Dios. En efecto, escucha lo que nos dice por boca de su profeta: «Quien haga de un injusto un justo, será como mi boca». A saber: quien se aplica a salvar a su hermano caído en la negligencia e intenta arrancarlo del lazo del diablo, en cuanto es posible al hombre, imita a Dios.
¿Existe acaso alguna acción que pueda compararse a ésta? Esta es la más grande entre todas las obras buenas. Es la cumbre de toda virtud. Y es natural que así sea. Porque si Cristo derramó su sangre por nuestra salvación, ¿no es justo que cada uno de nosotros ofrezca, por lo menos, el aliento de su palabra y eche una mano a quien por negligencia ha caído en los lazos del diablo? (Juan Crisóstomo, Catequesis bautismal, VI, 18-20).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Tus mandatos son mi delicia» (cf. Sal 118,14).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Debemos dar un tono de valentía a nuestra vida cristiana, tanto a la privada como a la pública, para no convertirnos en seres insignificantes en el plano espiritual e incluso en cómplices del hundimiento general. ¿Acaso no buscamos, de manera ilegítima, en nuestra libertad un pretexto para dejarnos imponer por los otros el yugo de opiniones inaceptables?
Sólo son libres los seres que se mueven por sí mismos, nos dice santo Tomás. Lo único que nos ata interiormente, de manera legítima, es la verdad. Esta hará de nosotros hombres libres (cf. Jn 8,32). La actual tendencia a suprimir todo esfuerzo moral y personal no presagia, por consiguiente, un auténtico progreso verdaderamente humano. La cruz se yergue siempre ante nosotros. Y nos llama al vigor moral, a la fuerza del espíritu, al sacrificio (cf. Jn 12,25) que nos hace semejantes a Cristo y puede salvarnos tanto a nosotros como al mundo (Pablo VI, Audiencia general del 21 de marzo de 1975).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Hechos 6, 8-15
a) No sólo los apóstoles fueron protagonistas en la primera comunidad: hoy aparece uno de los diáconos recién ordenados, Esteban, dando testimonio de Cristo ante el pueblo y las autoridades, con la misma valentía y lucidez que Pedro y los demás apóstoles. El libro de los Hechos da a este diácono mucha importancia: le dedica los capítulos 6 y 7. Esteban fue el primer mártir cristiano, y su fiesta la celebramos el 26 de diciembre, en el ambiente navideño.
Su manera de pensar y de hablar excitaba los ánimos incluso de los judíos «libertos», que se llamaban así porque, después de haber sido llevados como esclavos fuera de Palestina, habían sido liberados y devueltos, y que en principio se suponía que eran de un talante más abierto que los judíos de Jerusalén. Por eso tenían sinagoga propia. Pero aún a ellos les resulta inadmisible que Esteban, lleno del Espíritu, les muestre con su elocuencia cómo Jesús, el Resucitado, ha superado la ley y el Templo, y que sólo en él está la salvación. Por eso le acusan: «éste habla contra el Templo y contra las tradiciones que hemos recibido de Moisés». Se cumple una vez más el anuncio que hizo Jesús a sus discípulos: cuando fueran llevados ante los tribunales, el Espíritu les sugeriría qué tenían que decir.
b) Sin necesidad de que seamos apóstoles o diáconos en la comunidad cristiana, todos somos invitados a dar testimonio de Cristo.
También a nosotros, a veces, nos pasará, como a Esteban, que nos encontramos en medio de un mundo hostil al mensaje cristiano. Y no es extraño que nos asalte la tentación de ocultar nuestro testimonio, para no tener dificultades. Haremos bien en rezar con convicción el salmo de hoy: «dichoso el que camina con vida intachable». El cristiano tiene que seguir los caminos del evangelio, y no los de este mundo, que muchas veces son opuestos: «aunque los nobles se sientan a murmurar de mí, tu siervo medita tus leyes... apártame del camino falso y dame la gracia de tu voluntad».
Probablemente no tendremos ocasión de pronunciar discursos elocuentes ante las autoridades o las multitudes. Nuestra vida es el mejor testimonio y el más elocuente discurso, si se conforma a Cristo Jesús, si de veras «rechazamos lo que es indigno del nombre cristiano y cumplimos lo que en él se significa» (oración del día).
2. Juan 6,22-29
a) En el evangelio hemos visto cómo la gente busca a Jesús, al día siguiente de la multiplicación de los panes.
Pero Jesús les tiene que echar en cara que la motivación de esta búsqueda es superficial: «me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros». Se quedan en el hecho, pero no I legan ni mensaje. Como la samaritana que apetecía el agua del pozo, cuando Jesús le hablaba de otra agua.
Con sus milagros, Jesús quiere que las personas capten su persona, su misterio, su misión. «Que crean en el que Dios ha enviado».
Es admirable, a lo largo del evangelio, ver cómo Jesús, a pesar de la cortedad de sus oyentes, les va conduciendo con paciencia hacia la verdadera fe: «yo soy la luz», «yo soy la vida», «yo soy el Pastor». Aquí, a partir del pan que han comido con gusto, les ayudará a creer en su afirmación: «yo soy el pan que da la vida eterna».
b) Como Jesús, con pedagogía y paciencia, fue conduciendo a la gente a la fe en él, a partir de las apetencias meramente humanas -el pan para saciar el hambre, el mesianismo humano y político que buscaba Pedro-, también nosotros deberíamos ayudar a nuestros hermanos, jóvenes y mayores, a llegar a captar cómo Jesús es la respuesta de Dios a todos nuestros deseos y valores.
Buscar a Jesús porque multiplica el pan humano es flojo, pero es un punto de partida. El hombre de hoy, aunque tal vez no conscientemente, busca felicidad, seguridad, vida y verdad. Como la gente de Cafarnaúm, anda bastante desconcertado, buscando y no encontrando respuesta al sentido de su vida.
Hay buena voluntad en mucha gente. Lo que necesitan es que alguien les ayude. A veces tienen una concepción pobre de la fe cristiana, por temor o por un sentido meramente de precepto, o por interés: algunos buscan a Dios por los favores que de él esperan, sin buscarle a él mismo. Si nosotros los cristianos, con nuestra palabra y nuestras obras, les ayudamos y les evangelizamos, pueden llegar a entender que la respuesta se llama Jesús, y del pan humano y caduco podrán pasar a apreciar el Pan que es Cristo y el Pan que nos da Cristo.
Nosotros, los que celebramos con frecuencia la Eucaristía, ya sabemos distinguir bien entre el pan humano y el Pan eucarístico que es la Carne salvadora de Cristo. Esta conciencia nos debe llevar a una jornada vivida mucho más decididamente en el seguimiento de ese Cristo Jesús que es a la vez nuestro alimento y nuestro Maestro de vida.
Hay buena voluntad en mucha gente. Lo que necesitan es que alguien les ayude. A veces tienen una concepción pobre de la fe cristiana, por temor o por un sentido meramente de precepto, o por interés: algunos buscan a Dios por los favores que de él esperan, sin buscarle a él mismo. Si nosotros los cristianos, con nuestra palabra y nuestras obras, les ayudamos y les evangelizamos, pueden llegar a entender que la respuesta se llama Jesús, y del pan humano y caduco podrán pasar a apreciar el Pan que es Cristo y el Pan que nos da Cristo.
Nosotros, los que celebramos con frecuencia la Eucaristía, ya sabemos distinguir bien entre el pan humano y el Pan eucarístico que es la Carne salvadora de Cristo. Esta conciencia nos debe llevar a una jornada vivida mucho más decididamente en el seguimiento de ese Cristo Jesús que es a la vez nuestro alimento y nuestro Maestro de vida.
Hay buena voluntad en mucha gente. Lo que necesitan es que alguien les ayude. A veces tienen una concepción pobre de la fe cristiana, por temor o por un sentido meramente de precepto, o por interés: algunos buscan a Dios por los favores que de él esperan, sin buscarle a él mismo. Si nosotros los cristianos, con nuestra palabra y nuestras obras, les ayudamos y les evangelizamos, pueden llegar a entender que la respuesta se llama Jesús, y del pan humano y caduco podrán pasar a apreciar el Pan que es Cristo y el Pan que nos da Cristo.
Nosotros, los que celebramos con frecuencia la Eucaristía, ya sabemos distinguir bien entre el pan humano y el Pan eucarístico que es la Carne salvadora de Cristo. Esta conciencia nos debe llevar a una jornada vivida mucho más decididamente en el seguimiento de ese Cristo Jesús que es a la vez nuestro alimento y nuestro Maestro de vida.
«Ha resucitado el Buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas» (entrada)
«Concédenos a los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre y cumplir cuanto en él se significa» (oración)
«Dichoso el que camina con vida intachable» (salmo)
«Instrúyeme en el camino de tus decretos» (salmo)
«Dichosos los que no vieron y creyeron» (aleluya)
«La paz os dejo, mi paz os doy» (comunión)