Domingo XXI Tiempo Ordinario (C) – Homilías
/ 8 agosto, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
Para ver el texto completo de las lecturas haz clic aquí.
Is 66, 18-21: De todos los países traerán a todos vuestros hermanos
Sal 116, 1. 2: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Heb 12, 5-7. 11-13: El Señor reprende a los que ama
Lc 13, 22-30: Vendrán de oriente y occidente y se sentarán a la mesa en el reino de Dios
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Julio Alonso Ampuero
Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico
«¿Serán pocos los que se salven?» Jesús no suele responder a las preguntas malintencionadas ni a las realizadas por simple curiosidad. Tampoco a las mal formuladas, como en este caso; o mejor dicho, responde rectificando. Jesús no quiere decir si serán pocos o muchos los que se salven, porque es una curiosidad inútil o una búsqueda de seguridad y tranquilidad o una excusa en la responsabilidad personal. Responde invitando a entrar por la puerta estrecha. Es como decir: «Puedes salvarte o condenarte; en tu mano está acoger la salvación entrando por el camino marcado por Dios».
«No sé quienes sois». Las palabras siguientes acentúan la llamada a la conversión y a la responsabilidad. Los judíos se creían posesores seguros de la salvación porque tenían la Ley de Dios y su revelación. Pero Jesús insiste en que el Reino de Dios no hay privilegios. Sólo la obediencia a Dios y a su palabra nos abre a la salvación. Jesús sólo reconoce y acepta a los que han aceptado ser suyos.
«Hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos». Ciertamente las apariencias engañan. Pero a Dios, que «escruta los corazones» (Hch 1,24), no es posible engañarle. Por eso, la única respuesta correcta a la pregunta inicial es: «Vive en la verdad, de cara a Dios, procurando agradarle en todo... Lo demás se te dará por añadidura».
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
Todos los hombres están llamados a vivir con Dios, pero han de pasar por la puerta estrecha de la renuncia y del don de sí mismos. El profeta Isaías nos enseña que el plan de Dios es congregar a todos los hombres para mostrarles su gloria. Soportar la prueba como una purificación para la gloria (segunda lectura).
La Iglesia no es una casta de puritanos. Es una comunidad de creyentes que gratuitamente han sido llamados por el Padre para participar del Misterio de Cristo. El auténtico cristiano es consciente de la necesidad que tienen de Cristo todos los hombres y actúan consecuentemente.
–Isaías 66,18-21: Traerán a todos vuestros hermanos de entre todas las naciones. Isaías es el pregonero del Nuevo Pueblo de Dios, depositario de la salvación, como patrimonio para todos los pueblos.
La evangelización y el testimonio no son ante todo un andar, un hacer, sino principalmente un ser. Algunos cristianos han sido llamados a vivir este aspecto de un modo especial (piénsese en el monacato antiguo y moderno), mas toda la Iglesia está llamada a descubrir este aspecto y vivirlo según su género de vida. Debemos ir a los no creyentes, mas al mismo tiempo vivir de forma tal que seamos signos, para que sean atraídos.
También en el Nuevo Testamento es fundamental la vida litúrgica. Todos son convocados a la alabanza divina y a la adoración del Señor. La liturgia punto de llegada y de partida: fons et culmen.
A esto conduce también el Salmo 116, escogido como responsorial: «Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos».
–Hebreos 12,5-7.11.13: El Señor reprende a los que ama. La visión paternal de Dios es siempre más amplia y amorosa que la irresponsabilidad engreída de los hijos.
La reflexión sapiencial sobre el valor pedagógico del sufrimiento es un intento de respuesta al problema del dolor, como los que aparecen en el libro de Job. Ese intento puede tener validez, pero también limitaciones. Casiano dice:
«Todo cuanto nos viene de parte de Dios, y que de pronto nos parece próspero o adverso, nos es enviado por un Padre lleno de ternura y por el más sabio de los médicos, con miras a nuestro propio bien» (Colaciones 7,28).
–Lucas 13,22-30: Vendrán de Oriente y de Occidente y se sentarán en la mesa del Reino de Dios. Frente al racismo religioso y presuntuoso de Israel, el Evangelio es diáfano. La salvación se alcanza con fidelidad humilde a la voluntad del Padre, que quiere que todos los hombres se salven (1 Tim 2,4), no con la propia autojustificación o nuestra presunción de elegidos.
Lo que importa no es saber si son muchos los que se salvan, sino vivir responsablemente la inquietud del problema de la salvación, evitando toda presunción religiosa y pietismos estériles.
Cristo hubo de vivir el drama frente a la presunción religiosa de Israel y con la vivencia acuciante de la indigencia de la salvación que tienen todos los hombres. Este problema afectó también a la Iglesia primitiva (Hch 15,6ss). La catolicidad es una responsabilidad de toda la Iglesia y un derecho de toda la humanidad. Nuestro encuentro con Cristo no concluye con la celebración eucarística. Debemos identificarnos con la inmolación reparadora del Corazón de Cristo en favor de todos los hombres. A todos los hombres debemos testimoniar fraternalmente nuestros anhelos por su salvación. Con todos los hombres debemos sentirnos solidarios en la necesidad que todos tenemos de Cristo Salvador.