Domingo XVI Tiempo Ordinario (B) – Homilías
/ 16 julio, 2015 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Jer 23, 1-6: Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores
Sal 22, 1b-3a. 3b-4. 5. 6: El Señor es mi pastor, nada me falta
Ef 2, 13-18: É1 es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa
Mc 6, 30-34: Andaban como ovejas sin pastor
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Benedicto XVI, papa
Ángelus (22-07-2012): Pastor convertido en Cordero.
domingo 22 de julio de 2012La Palabra de Dios de este domingo nos vuelve a proponer un tema fundamental y siempre fascinante de la Biblia: nos recuerda que Dios es el Pastor de la humanidad. Esto significa que Dios quiere para nosotros la vida, quiere guiarnos a buenos pastos, donde podamos alimentarnos y reposar; no quiere que nos perdamos y que muramos, sino que lleguemos a la meta de nuestro camino, que es precisamente la plenitud de la vida. Es lo que desea cada padre y cada madre para sus propios hijos: el bien, la felicidad, la realización. En el Evangelio de hoy Jesús se presenta como Pastor de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Su mirada sobre la gente es una mirada por así decirlo "pastoral". Por ejemplo, en el Evangelio de este domingo se dice que, "habiendo bajado de la barca, vio una gran multitud; tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas" (Mc 6, 34). Jesús encarna a Dios Pastor con su modo de predicar y con sus obras, atendiendo a los enfermos y a los pecadores, a quienes están "perdidos" (cf. Lc 19, 10), para conducirlos a lugar seguro, a la misericordia del Padre.
[Entre las "ovejas perdidas" que Jesús llevó a salvo hay también una mujer de nombre María, originaria de la aldea de Magdala, en el lago de Galilea, y llamada por ello Magdalena. Hoy es su memoria litúrgica en el calendario de la Iglesia. Dice el evangelista Lucas que Jesús expulsó de ella siete demonios (cf. Lc 8, 2), o sea, la salvó de un total sometimiento al maligno.] ¿En qué consiste esta curación profunda que Dios obra mediante Jesús? Consiste en una paz verdadera, completa, fruto de la reconciliación de la persona en ella misma y en todas sus relaciones: con Dios, con los demás, con el mundo. En efecto, el maligno intenta siempre arruinar la obra de Dios, sembrando división en el corazón humano, entre cuerpo y alma, entre el hombre y Dios, en las relaciones interpersonales, sociales, internacionales, y también entre el hombre y la creación. El maligno siembra guerra; Dios crea paz. Es más, como afirma san Pablo, Cristo "es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba: la enemistad" (Ef 2, 14). Para llevar a cabo esta obra de reconciliación radical, Jesús, el Buen Pastor, tuvo que convertirse en Cordero, "el Cordero de Dios... que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29). Sólo así pudo realizar la estupenda promesa del Salmo: "Sí, bondad y fidelidad me acompañan / todos los días de mi vida, / habitaré en la casa del Señor / por años sin término" (22/23, 6).
Queridos amigos: estas palabras nos hacen vibrar el corazón, porque expresan nuestro deseo más profundo; dicen aquello para lo que estamos hechos: la vida, la vida eterna. Son las palabras de quien, como María Magdalena, ha experimentado a Dios en la propia vida y conoce su paz. Palabras más ciertas que nunca en los labios de la Virgen María, que ya vive para siempre en los pastos del Cielo, donde la condujo el Cordero Pastor. María, Madre de Cristo nuestra paz, ruega por nosotros.
Congregación para el Clero
Homilía: Intimidad con Jesús: fuente de la misión.
A los discípulos, cansados de sus andanzas, al volver de la misión Jesús les hace una invitación: “Venid a un lugar apartado, vosotros solos, y descansad un poco”. En estas palabras de Cristo se encuentra el abrazo a aquellos hombres, cansados, quizás un poco desilusionados: después de tanto caminar, después de toda la fatiga, es necesario el reposo. Un reposo que en la vida del discípulo no puede significar ausencia de trabajo y que no es fruto de la indiferencia, de una tranquilidad inconsciente, sino que está destinado a conseguir una paz interior para hacer más fructuoso el trabajo apostólico. Por esto, el descanso que propone Jesús es una invitación a la intimidad con Él: “venid a un lugar apartado...”
Esta intimidad con Jesús, fuente y causa de la misión y del discipulado, es lo que constituye el corazón de los discípulos mismos. La misión y el ser discípulos se originan en Él, llevan a Él, no desvían de Él, sino que lleva a otros a Él.
En esto se cumple la profecía de Jeremías (Primera Lectura) de un Pastor que reúne a las ovejas dispersas. Se une a la invitación de Jesús a los discípulos, para que descansen y estén con Él, y la compasión hacia la multitud cansada y hambrienta, “como ovejas sin pastor”.
Así se abre un segundo escenario del Evangelio de este Domingo, que es como el preludio al “discurso del Pan de vida” del Evangelio de Juan, que saldrá a nuestro encuentro las próximas semanas. La gente perdida que sigue a los discípulos y a Jesús mueve su compasión. Es el pueblo víctima de pastores “que dispersan el rebaño”, según las palabras de Jeremías; es el hombre que, sediento de esperanza, vaga sin guía en la historia.
¿Quiénes son los “malos” pastores que dispersan el rebaño? Son los que confunden la autoridad con el autoritarismo; la objetividad de la verdad con la interpretación subjetiva; el servicio con el poder. Los discípulos, invitados a estar con Jesús, sólo pueden configurar su propio ser y actuar estando con Él, “manso y humilde de corazón”.
La compasión de Cristo por la multitud es la característica que debe distinguir necesariamente la vida del discípulo. La compasión, o misericordia, no es solamente un atributo de Dios, sino la esencia misma de Dios, en lo más profundo de su abismo de amor gratuito: “En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical” (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, n. 12). Esta misericordia de Dios es lo que toca el corazón del hombre para darle la salvación. Por esto la compasión de Dios es el origen del pan dado para alimentar a la gente. La Eucaristía es el volverse de la compasión de Cristo en el corazón del hombre, en una intimidad única y en una salvación que exalta la vida hasta la santidad.
Que la Reina de la Misericordia nos obtenga vivir el tiempo de descanso como tiempo de la intimidad con Jesús, para ser salvados y santificados por Él.
Julio Alonso Ampuero
Meditaciones Bíblicas sobre el Año Litúrgico: Compasión y solicitud.
El domingo decimosexto nos presenta el encuentro de los apóstoles con Jesús al regreso de su misión (6,30-34). El descanso de las tareas apostólicas consiste en estar con Él disfrutando de su intimidad. Sin embargo, la caridad del Buen Pastor es la norma decisiva del actuar de Jesús; ante la presencia de una multitud «como ovejas sin pastor» Jesús se compadece e interrumpe el descanso antes incluso de comenzarlo. Frente a los malos pastores que dispersan a las ovejas porque buscan su interés (primera lectura: Jer 23,1-6), los discípulos de Jesús deben compartir la misma compasión y la misma solicitud del Maestro por la multitudes que están como ovejas sin pastor.
Tú vas conmigo: Sal 22
El Salmo 22 expresa con una fuerza poco común la sensación de paz y de dicha de quien se sabe cuidado por el Señor. El salmista hace alusión a los peligros, pero no como amenazas que acechan, sino como quien se siente libre de ellos en la presencia protectora de Dios.
También nosotros podemos dejarnos empapar por los sentimientos que este salmo manifiesta. Ante todo, la seguridad –«nada temo»– al saberse guiado por el Señor incluso en los momentos y situaciones en que no se ve la salida –las «cañadas oscuras»–. Junto a ella, el abandono de quien se sabe defendido con mano firme y con acierto, de quien se sabe cuidado con ternura en toda ocasión y circunstancia. Finalmente, la plenitud –«nada me falta»–, que se traduce en paz y dicha sosegadas. Pero todo ello brota de la certeza de que el Señor está presente –«Tú vas conmigo»– y nos cuida directamente. El que pierde esta conciencia de la presencia protectora del Señor es presa de todo tipo de temores y angustias.
El Buen Pastor es Jesucristo. En Él se realiza plenamente el salmo y la primera lectura. Él reúne a sus ovejas, las alimenta, las protege de todo mal; más aún, conoce y ama a cada una y da su vida por ellas. El evangelio de hoy nos le presenta sintiendo lástima por las multitudes que están como ovejas sin pastor; también a nosotros debe dolernos que, teniendo un pastor así, haya tanta gente que se siente perdida y abandonada porque no le conocen.
Raniero Cantalamessa
Homilía (23-06-2006): Equilibrio entre acción y contemplación.
viernes 23 de junio de 2006En el pasaje del Evangelio Jesús invita a sus discípulos a separarse de la multitud, de su trabajo, y retirarse con Él a un «lugar solitario». Les enseña a hacer lo que Él hacía: equilibrar acción y contemplación, pasar del contacto con la gente al diálogo secreto y regenerador con uno mismo y con Dios.
El tema es de gran importancia y actualidad. El ritmo de vida ha adquirido una velocidad que supera nuestra capacidad de adaptación. La escena de Charlot enfrascado en la cadena de montaje en Tiempos modernos es la imagen exacta de esta situación. Se pierde, de esta forma, la capacidad de separación crítica que permite ejercer un dominio sobre el fluir, a menudo caótico y desordenado, de las circunstancias y de las experiencias diarias.
Jesús, en el Evangelio, jamás da la impresión de estar agitado por la prisa. A veces hasta pierde el tiempo: todos le buscan y Él no se deja encontrar, absorto como está en oración. A veces, como en nuestro pasaje evangélico, incluso invita a sus discípulos a perder tiempo con Él: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Recomienda a menudo no afanarse. También nuestro físico, cuánto beneficio recibe de tales «respiros».
Entre estas «pausas» están precisamente las vacaciones de verano que estamos viviendo. Son para la mayoría de las personas la única ocasión para descansar un poco, para dialogar de manera distendida con el propio cónyuge, jugar con los hijos, leer algún buen libro o contemplar en silencio la naturaleza; en resumen, para relajarse. Hacer de las vacaciones un tiempo más frenético que el resto del año significa arruinarlas.
Al mandamiento: «Acordaos de santificar las fiestas», habría que añadir: «Acordaos de santificar las vacaciones». «Deteneos (literalmente: vacate, ¡tomaos vacaciones!), sabed que yo soy Dios», dice Dios en un salmo (Sal 46). Un sencillo medio de hacerlo podría ser entrar en la iglesia o en una capilla de montaña, en una hora en que esté desierta, y pasar allí un poco de tiempo «aparte», solos con nosotros mismos, ante Dios.
Esta exigencia de tiempos de soledad y de escucha se plantea de forma especial a los que anuncian el Evangelio y a los animadores de la comunidad cristiana, quienes deben permanecer constantemente en contacto con la fuente de la Palabra que deben transmitir a sus hermanos. Los laicos deberían alegrarse, no sentirse descuidados, cada vez que el propio sacerdote se ausenta para un tiempo de recarga intelectual y espiritual.
Hay que decir que la vacación de Jesús con los apóstoles fue de breve duración, porque la gente, viéndole partir, le precedió a pié al lugar del desembarco. Pero Jesús no se irrita con la gente que no le da tregua, sino que «se conmueve», viéndoles abandonados a sí mismos, «como ovejas sin pastor», y se pone a «enseñarles muchas cosas».
Esto nos muestra que hay que estar dispuestos a interrumpir hasta el merecido descanso frente a una situación de grave necesidad del prójimo. No se puede, por ejemplo, abandonar a su suerte, o aparcar en un hospital, a un anciano que se tiene al propio cargo, para disfrutar sin molestias de las vacaciones. No podemos olvidar a las muchas personas cuya soledad no han elegido, sino que la sufren, y no por alguna semana o mes, sino por años, tal vez durante toda la vida. También aquí cabe una pequeña sugerencia práctica: mirar alrededor y ver si hay alguien a quien ayudar a sentirse menos solo en la vida, con una visita, una llamada, una invitación a verle un día en el lugar de vacaciones: aquello que el corazón y las circunstancias sugieran.
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico: Caridad salvadora de Cristo.
Ovejas sin pastor fue el panorama que vio Jesús en Palestina y peor aún en el mundo restante. Cristo se compadece. Él es el verdadero Pastor que Dios había prometido a su pueblo. Todos los hombres, judíos y gentiles, se unen en Cristo, que ha sellado con su sangre nuestro pacto con Dios, de donde brota la paz verdadera.
La Iglesia entera es siempre el resultado de una acción pastoral evangélica, que hace de cada comunidad creyente un solo rebaño, bajo el cayado del Único y Eterno Príncipe de Pastores (Jn 10; 1 Pe 2,25), elegidos por Él para continuar su obra de santificación.
–Jeremías 23, 1-6: Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores. La más entrañable semblanza del Mesías Salvador fue delineada desde siglos atrás, a través de los profetas, como el Buen Pastor de toda la humanidad y como Maestro de pastores elegidos por Él para continuar su obra bajo sus cuidados especiales. San Jerónimo dice:
«Los apóstoles, con toda confianza y sin temor alguno, apacentarán el rebaño de la Iglesia y las reliquias del pueblo de Israel se salvarán de todas las tierras; y volverán a sus campos, a sus pastos, y crecerán y se multiplicarán. Sobre los malos pastores, escribas y fariseos, el Señor manifestará la malicia de su doctrina. Con todo, podemos entenderlo también, conforme a la tipología, de los príncipes de la Iglesia que no apacientan dignamente las ovejas del Señor. Dejadlas, y castigados ellos, se salve el pueblo. Entregadlas a otros que sean dignos, y así se salve el resto. Pierden las ovejas los que enseñan la herejía; laceran y dispersan los que hacen cismas» (Comentario sobre el profeta Jeremías 2,4).
–Oportunamente se canta el Salmo 22: «el Señor es mi Pastor, nada me puede faltar», ya muchas veces expuesto.
–Efesios 2,13-18: Él es nuestra paz y ha hecho de dos una sola cosa. En el Corazón de Jesucristo se nos revela Jesús como el Buen Pastor que realiza la paz y la unidad entre los hombres por su propio sacrificio. La salvación es paz, es reconciliación, es acercamiento a Dios; en otros términos, la salvación es liberación de todos los males que nos oprimen y que nos impiden ser lo que Dios quiere que seamos. Sólo si se une a Cristo, puede el hombre conseguir su salvación.
Con mucha frecuencia ha comentado San Agustín este pasaje paulino:
«A ambos, judíos y gentiles, les nació la piedra angular, para, como dice el Apóstol, hacer en Sí mismo un solo hombre nuevo, estableciendo la paz y transformar a los dos en un solo cuerpo para Dios por la cruz. ¿Qué otra cosa es un ángulo sino la unión de dos paredes que traen direcciones distintas y, por decirlo así, encuentran allí el beso de la paz? Los judíos y los gentiles fueron enemigos entre sí, por ser dos pueblos diversos y contrarios: allí encontramos el culto del único Dios verdadero y aquí el de muchos y falsos dioses. Aunque los primeros estaban cerca y los segundos lejos, a unos y a otros los ha conducido hacia Sí (Ef 2,11-22)... Quienes escucharon y se mostraron obedientes, viniendo de aquí y de allí, encontraron la paz y pusieron fin a la enemistad. Los pastores y los magos fueron las primicias de los unos y de los otros» (Sermón 204).
–Marcos 6, 30-34: Andaban como ovejas sin pastor. La compasión pastoral es la expresión más profundamente bíblica de la caridad salvadora de Cristo ante las necesidades del género humano. Esto no es un gesto aislado o coyuntural en Jesucristo, sino la razón de toda su vida. Por eso hemos de acudir a Él como al Pastor Bueno de nuestras almas. San Gregorio de Nisa se dirige a Cristo:
«¿Dónde pastoreas, Pastor Bueno, Tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? (toda la humanidad, que cargaste sobre tus hombros, es, en efecto, como una sola oveja). Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre, para que yo, oveja tuya, escuche tu voz, y tu voz me dé la vida eterna. Avísame, amor de mi alma, dónde pastoreas. Te nombro de este modo, porque tu nombre supera cualquier otro nombre y cualquier inteligencia, de tal manera que ningún ser racional es capaz de pronunciarlo o de comprenderlo. Este nombre, expresión de tu bondad, expresa el amor de mi alma hacia Ti. ¿Cómo puedo dejar de amarte, a Ti que de tal manera me has amado, a pesar de mi negrura, que has entregado tu vida por las ovejas de tu rebaño? No puede imaginarse un amor superior a éste, el de dar tu vida a trueque de mi salvación.
«Enséñame, pues, dónde pastoreas, para que pueda hallar los pastos saludables y saciarme del alimento celestial, que es necesario comer para entrar en la vida eterna; para que pueda asimismo acudir a la fuente y aplicar mis labios a la bebida divina que Tú, como de una fuente, proporcionas a los sedientos con el agua que brota de tu costado, venero de agua abierto por la lanza, que se convierte para todos los que de ella beben en un surtidor que salta hasta la vida eterna» (Comentario al Cantar de los Cantares,2).