Aquellas palabras de Cristo: Si quiero que se quede hasta que yo venga, no debemos entenderlas en el sentido de permanecer hasta el fin o de permanecer siempre igual, sino en el sentido de esperar; pues lo que Juan representa no alcanza ahora su plenitud, sino que la alcanzará con la venida de Cristo. En cambio, lo que representa Pedro, a quien el Señor dijo: Tú, sígueme, hay que ponerlo ahora por obra, para alcanzar lo que esperamos. Pero nadie separe lo que significan estos dos apóstoles, ya que ambos estaban incluidos en lo que significaba Pedro y ambos estarían después incluidos en lo que significaba Juan. El seguimiento del uno y la permanencia del otro eran un signo. Uno y otro, creyendo, toleraban los males de esta vida presente; uno y otro, esperando, confiaban alcanzar los bienes de la vida futura.
Nuevo Testamento
Jn 14, 15-21: Despedida – Promesa del Espíritu Santo
Hoy, nuestro espíritu está demasiado volcado hacia el exterior; no sabemos meditar, no sabemos orar; no sabemos acallar todo el ruido que hacen en nosotros los intereses exteriores, las imágenes, los humores. No hay en el corazón el espacio tranquilo y consagrado para recibir el fuego de Pentecostés. La conclusión es clara: hay que darle a la vida interior un sitio en el programa de nuestra ajetreada vida; un sitio privilegiado, silencioso y puro; debemos encontrarnos a nosotros mismos para que pueda vivir en nosotros el Espíritu vivificante y santificante, si no, ¿cómo vamos a escuchar el testimonio que el Espíritu da a nuestro espíritu? (Cfr. Jn 15, 26; Rom 8, 7).
Jn 14, 1-12: Despedida – Yo soy el Camino, la Verdad, la Vida.
Te seguimos, Señor Jesús; pero llámanos para que podamos seguirte, ya que sin ti nadie puede subir. Porque tú eres el camino, la verdad, la vida, la posibilidad, la fe, el premio. Recibe a los tuyos como el camino, confírmalos como la verdad, vivifícalos como la vida.
Jn 10, 11-18: Jesús Buen Pastor (ii) – Vida entregada voluntariamente
Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Quedó ya demostrado con la autoridad de un proverbio, que del cielo se esperaba un pastor que, con gran júbilo, recondujera a los pastos de la vida a las ovejas descarriadas y desahuciadas a causa de un alimento letal. Entrad —dice– por sus puertas con acción de gracias. Únicamente la acción de gracias nos hace entrar por las puertas de la fe: por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre. Nombre por el que hemos sido salvados, Nombre ante el cual dobla la rodilla el cielo, la tierra y el abismo, y por el que toda criatura ama al Señor Dios. El Señor es bueno. ¿Por qué es bueno? porque su misericordia es eterna. En verdad es bueno por su misericordia. En virtud únicamente de su misericordia se dignó revocar la amarguísima sentencia que pesaba sobre todo el mundo. Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Mt 26, 14—27, 66 — Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
No te escandalice la dureza de los clavos, pues es la dureza de la caridad; ni te espante el poderoso rigor de los clavos, porque también el amor es fuerte como la muerte. El amor, en efecto, da muerte a la culpa y a todo pecado; el amor mata como una puñalada mortal. Finalmente, cuando amamos los preceptos del Señor, morimos a las acciones vergonzosas y al pecado.
Mt 21, 1-11 — Entrada mesiánica en Jerusalén (Mt)
Ea, pues, corramos a una con quien se apresura a su pasión, e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos, con la disposición más humillada de que seamos capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene, y así logremos captar a aquel Dios que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.
Mt 1, 16. 18-21. 24a — José asume la paternidad legal de Jesús
José se convirtió en el depositario singular del misterio «escondido desde siglos en Dios» (cf. Ef 3, 9), lo mismo que se convirtió María en aquel momento decisivo que el Apóstol llama «la plenitud de los tiempos», cuando «envió Dios a su Hijo, nacido de mujer» para «rescatar a los que se hallaban bajo la ley», «para que recibieran la filiación adoptiva» (cf. Gál 4, 4-5). «Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad (cf. Ef 1, 9), mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina (cf. Ef 2, 18; 2 Pe 1, 4)».
Jn 4, 5-42: Jesús en Samaría – La mujer samaritana
Le pedía de beber, y fue él mismo quien prometió darle el agua. Se presenta como quien tiene indigencia, como quien espera algo, y le promete abundancia, como quien está dispuesto a dar hasta la saciedad. Si conocieras –dice–el don de Dios. El don de Dios es el Espíritu Santo. A pesar de que no habla aún claramente a la mujer, ya va penetrando, poco a poco, en su corazón y ya la está adoctrinando. ¿Podría encontrarse algo más suave y más bondadoso que esta exhortación? Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva. ¿De qué agua iba a darle, sino de aquella de la que está escrito: En ti está la fuente viva? Y ¿cómo podrán tener sed los que se nutren de lo sabroso de tu casa?
Mt 17, 1-9 – La transfiguración (Mt)
En aquella transfiguración se trataba, sobre todo, de alejar de los corazones de los discípulos el escándalo de la cruz, y evitar así que la humillación de la pasión voluntaria conturbara la fe de aquellos a quienes se había revelado la excelencia de la dignidad escondida.
Mc 9, 2-13: La Transfiguración – La venida de Elías
El hecho de que estuviesen allí presentes Moisés y Elías conversando con Jesús, quería indicar que la ley y los profetas son como los dos aliados de nuestro Señor Jesucristo, presentado por ellos como Dios a través de las cosas que habían preanunciado y que concordaban entre sí. En efecto, no disuenan de la ley los vaticinios de los profetas: y, a mi modo de ver, de esto hablaban Moisés y Elias, el más grande de los profetas.