¡Ay de vosotros, fariseos hipócritas! Pues el resultado más grave de vuestra hipocresía es que demasiadas buenas personas han abandonado la Iglesia, convencidas de que, para ser al fin libres, tenían que buscar en otra parte…
Nuevo Testamento
Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23: Lo puro y lo impuro
Jesús condena lo que podríamos llamar el “automatismo” de la ampliación de la ley, o sea la búsqueda privilegiada de ciertas zonas de refugio (la ley entendida en sentido tradicional) que bastaría alcanzar para sentirse inmediatamente salvos. No hay apriorismos sagrados, o sea no basta que una persona, un lugar, una casa hayan sido consagrados a Dios, para que se hagan automáticamente sagrados e intocables. La única santificación posible viene a posteriori, cuando el hombre libre y conscientemente asume una conducta conforme a la voluntad de Dios.
Mt 19, 23-30: El joven rico (ii) – Ciento por uno y la vida eterna
No lo ha dejado todo el que sigue atado aunque sólo sea a sí mismo. Más aún, de nada sirve haber dejado todo lo demás a excepción de sí mismo, porque no hay carga más pesada para el hombre que su propio yo. ¿Qué tirano hay más cruel, amo más despiadado para el hombre que su voluntad propia?… Por consiguiente, es preciso que abandonemos nuestras posesiones y nuestra voluntad propia si queremos seguir a aquel que no tenía «donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58), y que ha venido «no para hacer su voluntad, sino la voluntad del que le ha enviado» (Jn 6,38).
Mt 19, 16-22: El joven rico (i) – Un tesoro en el cielo
Cuanto más te separes de las cosas de la tierra, más te acercarás a las del cielo y más encontrarás las riquezas de Dios.
Jn 6, 60-69: Discurso del Pan de Vida (vi) ¿También vosotros queréis marcharos?
Leemos las Santas Escrituras y entiendo que el Evangelio es el cuerpo de Jesús, y que las Santas Escrituras son su doctrina. Sin duda que el texto «El que come mi carne y bebe mi sangre» tiene una aplicación total en el misterio eucarístico; pero es verdad también que la palabra de las Escrituras es verdadero Cuerpo de Cristo y su verdadera Sangre, es doctrina divina. Si cuando celebramos los santos misterios cae una partícula, nos inquieta. Si cuando escuchamos la palabra de Dios, mientras entra en nuestros oídos se nos ocurre pensar en otra cosa, ¿a qué responsabilidad no nos exponemos?
Mt 19, 3-12: Matrimonio y divorcio
Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia San Pedro Crisólogo, obispo y doctor de la Iglesia Sermón: El Matrimonio hace de dos seres uno solo Sermón n. 99. «No son dos, sino una sola carne» (Mt 19,6) “Gran misterio éste…” (Ef 5,32) “Por lo demás, entre cristianos, ni la mujer sin el varón,… Read more
Mt 18, 21—19,1: Parábola sobre el perdón y la misericordia
Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia San Francisco de Sales, obispo Sermón: Perdonar al hermano de todo corazón Sermón para el Viernes santo, 25-03-1622. «¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?» (Mt 18,33) La primera palabra que nuestro Señor pronunció sobre la cruz fue… Read more
Mt 18, 15-20: Conflictos en el seno de la comunidad
Estamos siempre heridos por nuestros pecados; por eso mismo debemos recurrir siempre a la medicina de la confesión. En efecto, si Dios quiere que confesemos nuestros pecados, no es porque él mismo no pueda conocerlos, sino porque el diablo desea tener de qué acusarnos ante el tribunal del Juez eterno; por eso quisiera que pensáramos antes en excusarlos que en acusarlos. Nuestro Dios, por el contrario, porque es bueno y misericordioso, quiere que los confesemos en este mundo para que en el otro no seamos confundidos a propósito de los mismos. Si los confesamos, él se muestra clemente; si los declaramos, él los perdona… Y nosotros, hermanos, somos vuestros médicos espirituales: con solicitud buscamos curar vuestras almas.
Mt 18, 1-5.10.12-14: El más grande en el reino y la oveja perdida
Vino por nuestra causa a fin de que las misericordias del Señor, así como sus maravillas, aparezcan con más clara evidencia a la vista de los hijos de los hombres (Sl 106,8). ¡Admirable condescendencia de Dios que nos busca, y gran dignidad del hombre así buscado! Si éste quiere gloriarse de ello puede hacerlo sin aparecer un loco, no porque por sí mismo pueda ser alguna cosa, sino porque es quien lo ha creado que lo ha hecho tan grande. En efecto, todas las riquezas, toda la gloria de este mundo, y todo lo que de él se pueda desear, todo es muy poca cosa e incluso nada en comparación de ésta gloria de la que tratamos. «¿Qué es el hombre para que tanto de él te ocupes, para que pongas en él tu atención?»
Jn 12, 24-26: Donde esté yo, estará mi servidor
Escuchadme, o mejor aún, escuchad en mí a aquel que, se nombró primero a sí mismo, buen grano. No améis vuestra vida en este mundo. Si verdaderamente os amáis, no améis así vuestra vida y entonces la salvaréis… «El que ama su propia vida en este mundo la perderá». Es el buen grano quien lo dice, el grano que fue echado en tierra y que murió para dar mucho fruto. Escuchadle, porque lo que ha dicho lo ha hecho.