¡Cuán grandes y abundantes riquezas se encierran en la oración del Señor! Están recogidas en pocas palabras, pero tienen una densidad espiritual inmensa, hasta tal punto que no falta nada en este compendio de la doctrina celestial sobre la oración.
Nuevo Testamento
Lc 10, 38-42 Marta y María
Creo que comprendéis que estas dos mujeres, las dos amadas por el Señor, las dos dignas de su amor, las dos discípulas suyas…, estas dos mujeres, pues, son imagen de dos formas de vida: la vida de este mundo y la vida del mundo futuro, la vida de trabajo y la vida de descanso, la vida llena de preocupaciones y la vida en la bienaventuranza, la vida en el tiempo y la vida eterna.
Lc 10, 25-37: El mandamiento mayor (Parábola del buen samaritano)
El samaritano viajero, que era Cristo –porque verdaderamente viajaba – vio a la humanidad que yacía en tierra. Y no hizo caso omiso, porque el fin de su viaje era “visitarnos” (Lc 1,68.78) a nosotros por quienes bajó a la tierra y se alojó en ella. Porque no solamente “apareció, sino que conversó con los hombres” en verdad (Ba 3,38)… Sobre nuestras llagas derramó vino, el vino de la Palabra, y como la gravedad de las heridas no soportaba toda su fuerza, lo mezcló con el aceite de su dulzura y su “amor por los hombres” (Tt 3,4)… Seguidamente condujo al hombre al hostal. Da a la Iglesia este nombre de hostal, por llegar a ser el lugar donde habitan y se refugian todos los pueblos… Y, una vez llegados al hostal, el buen samaritano mostró al que había salvado una solicitud todavía mayor: Cristo mismo estaba en la Iglesia, concediendo toda gracia… Y al jefe del hostal, símbolo de los apóstoles, y pastores y doctores que le han sucedido, les da al marchar, es decir, al subir al cielo, dos monedas de plata para que tengan gran cuidado del enfermo. Podemos entender que estas dos monedas son los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo.
Lc 10, 17-24 Retorno misión de los setenta y dos y alegría de Jesús
Revístete de alegría y haz de ella tu delicia. Eso es lo que agrada a Dios; eso es lo que él acoge favorablemente. Porque todo el que está lleno de gozo obra bien, piensa bien y pone a la tristeza debajo de sus pies. Por el contrario, el hombre triste obra siempre mal; primeramente, hace mal contristando al Espíritu Santo que con gozo ha sido dado al hombre; seguidamente comete una falta de piedad no orando ni alabando al Señor. Porque la oración del hombre triste no tiene jamás la fuerza necesaria para subir al altar de Dios… Así como el vinagre mezclado con el vino hace perder el buen sabor a éste, de la misma manera la tristeza, mezclada con el Espíritu Santo, debilita la eficacia de la oración. Purifica, pues, tu corazón de esta tristeza perniciosa, y vivirás para Dios, igual que todos los que se habrán despojado de la tristeza y revestido de gozo.
Lc 10, 1-12 – Subida a Jerusalén: Envío en misión y regreso de los setenta y dos
La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el reino de Cristo en toda la tierra para la gloria de Dios Padre, y hacer así a todos los hombres partícipes de la redención salvadora y por medio de ellos ordenar realmente todo el universo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo místico dirigida a este fin, recibe el nombre de apostolado, el cual la Iglesia lo ejerce a través de todos sus miembros, aunque de diversas maneras.
Lc 9, 46-50: Sobre quien es el más importante y el exorcista extraño
Los grandes en la fe de ninguna manera se vanagloriaban del poder que tenían de obrar maravillas. Confesaban que no eran sus propios méritos los que actuaban sino que era la misericordia del Señor la que lo había hecho todo. Si alguien se admiraba de sus milagros, rechazaban la gloria humana con estas palabras tomadas de los apóstoles: «Hermanos, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos miráis fijamente, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho caminar a éste?» (Hch 3,12). Nadie, a su juicio, debía se alabado por los dones y maravillas que sólo son propias de Dios…
Lc 9, 43b-45: Segundo anuncio de la muerte de Jesús
Tal vez, la enormidad de mi Pasión, de la que sois los autores, ¿os causa vergüenza? No tengáis miedo. Esta cruz no fue mortal para mí, sino para la muerte. Estos clavos no me penetran de dolores, sino de un amor más profundo hacia vosotros. Estas heridas no causan mis gemidos, sino que os permiten entrar más hondo en mi corazón. El acuartelamiento de mi cuerpo os abre los brazos, no aumenta mi tormento. Mi sangre no se ha perdido para mí, ha sido vertida para vuestro rescate.
Lc 9, 18-22: Profesión de fe de Pedro y primer anuncio de la muerte y resurrección
Con el fin de poner coto al tumulto de semejantes cavilaciones y tranquilizar su fluctuante fe, Jesús les plantea una cuestión, conociendo perfectamente de antemano lo que decían de él los que no pertenecían a la comunidad judía e incluso lo que de él pensaban los israelitas. Quería efectivamente apartarlos de la opinión de la muchedumbre y buscaba la manera de consolidar en ellos una fe recta. Les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo?
Lc 9, 7-9: Dudas de Herodes
El hombre por sí mismo no puede ver a Dios; pero Dios, si quiere, puede manifestarse a los hombres: a quien quiera, cuando quiera y como quiera.
Lc 9, 1-6: Misión de los doce apóstoles
«¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!»