Fijémonos cómo la manera de interrogar del Señor equivale a una exhortación y a un aliciente. No dice: «¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois capaces de derramar vuestra sangre?», sino que sus palabras son: ¿Sois capaces de beber el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: que yo he de beber; de este modo, la consideración de que se trata del mismo cáliz que ha de beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más generosa. Y a su pasión le da el nombre de «bautismo», para significar, con ello, que sus sufrimientos habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo. Ellos responden: Lo somos. El fervor de su espíritu les hace dar esta respuesta espontánea, sin saber bien lo que prometen, pero con la esperanza de que de este modo alcanzarán lo que desean.
Nuevo Testamento
Mt 16, 13-19: Profesión de fe de Pedro
Jesús no solía cambiar el nombre a sus discípulos. Si se exceptúa el sobrenombre de «hijos del trueno», que dirigió en una circunstancia precisa a los hijos de Zebedeo (cf. Mc 3, 17) y que ya no volvió a usar, nunca atribuyó un nuevo nombre a uno de sus discípulos. En cambio, sí lo hizo con Simón, llamándolo «Cefas», nombre que luego fue traducido en griego por Petros, en latín Petrus. Y fue traducido precisamente porque no era sólo un nombre; era un «mandato» que Petrus recibía así del Señor. El nuevo nombre, Petrus, se repetirá muchas veces en los evangelios y acabará sustituyendo a su nombre originario, Simón.
Mt 5, 43-48: Amad a vuestros enemigos
¡Escuchad, pues, cristianos, escuchad, hijos de Dios, escuchad herederos de Dios, coherederos con Cristo! Si queréis poseer la herencia de vuestro Padre, pagad la deuda de vuestro amor no sólo hacia vuestros amigos sino también hacia vuestros enemigos. No rechacéis dar este amor a nadie; es el tesoro común a todos los hombres de buena voluntad. Poseedlo todos juntos, y para aumentarlo, derramadlo tanto a los malos como a los buenos. Porque este bien, que no se posee sino es todos juntos, no es de la tierra sino del cielo; la parte de uno jamás reduce la de ninguno de los otros.
Mt 5, 20-26: Reconcíliate con tu hermano
Sé pronto para perdonar, totalmente dispuesto a perdonarle su falte desde el fondo del corazón. Si estás del todo dispuesto a perdonarle la falta, de hecho, ya le has perdonado. Aun te falta orar: ora por él para que te pida perdón porque sabes que no es bueno para él no hacerlo… Di al Señor: Tú sabes que yo no he ofendido al hermano…y le perjudica haberme ofendido; en cuanto a mí, te pido de corazón que le perdones
Lc 5, 27-32: Vocación de Leví y comida con pecadores
Si alguno es ahora esclavo del pecado, prepárese mediante la fe para la regeneración liberadora de la adopción filial. Y abandonada la funesta servidumbre de los pecados, una vez dedicado al dulce servicio del Señor, será juzgado digno de disfrutar la herencia del reino celestial. Desvestíos por medio de la confesión del hombre viejo, que se corrompe por las concupiscencias del error, para revestiros del hombre nuevo, que se renueva por el conocimiento de aquel que le creó. Recibid por la fe las arras del Espíritu (2Co 5,5) para que podáis ser recibidos en las moradas eternas. Acercaos (a recibir) el sello espiritual para que podáis ser reconocidos favorablemente por vuestro dueño.
Mt 9, 14-15: Ayunar en ausencia del Novio
Para mí, oh Cabeza gloriosa y bendita por los siglos, sobre la cual se inclinan los ángeles con avidez (1P 1,12), es un bien adherirme completamente a ti. Te seguiré donde quiera que vayas. Si pasas por el fuego, no me separaré de ti ni temeré ningún mal, porque tu estás conmigo (Sal 22,4). Tú cargas con mis dolencias y sufres por mi. Tú, el primero, has pasado por el pasaje estrecho del sufrimiento para ofrecer una ancha entrada a los miembros que te siguen. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? (Rm 8,35)…
Mc 4, 35-41: La tempestad calmada (Mc)
No hay que temer sino esperar en su misericordia que ha de descubrir la verdad de todo y se han de entender algunas marañas que el demonio ha tenido encubiertas para revolver.
Mc 4, 26-34: Explicación de la parábola del sembrador (Mc)
¿Hay algo más grande que el reino de los cielos y más pequeño que un grano de mostaza? ¿Cómo ha podido Cristo comparar la inmensidad del reino de los cielos con esta pequeñísima semilla tan fácil de medir? Pero si examinamos bien las propiedades del grano de mostaza, hallaremos que el parangón es perfecto y muy apropiado.
Lc 4, 21-30: Nadie es profeta en su tierra
La humildad de Jesucristo es el remedio a tu orgullo. No te burles de quien te dará la curación; sé humilde, tú por el que Dios se hizo humilde. En efecto, Él sabía que el remedio de la humildad te curaría, él que conoce bien tu enfermedad y sabe cómo curarla. Mientras que no podías correr a casa del médico, el médico en persona vino a tu casa… Viene, quiere socorrerte, sabe lo que necesitas.
Lc 1, 1-4; 4, 14-21: Comienzo de la predicación en Nazaret
Bebe, pues, y no esperes más y una gran luz te iluminará; no la luz normal de cada día, del sol o de la luna, sino esta luz que rechaza la sombra de la muerte.