Jesús tomó los panes, los bendijo y ordenó a sus Apóstoles que los distribuyesen. Lo hicieron e incluso sobró después de haber comido todos hasta saciarse. Esto, para enseñarnos que debemos caminar apoyados más en la Bondad divina y en su Providencia que en nosotros mismos y en nuestras obras. Porque Dios, bajo cuya dirección y mando nos hemos embarcado, estará siempre atento a proveernos de todo lo necesario. Y, cuando todo nos falte, El tomará a su cargo el cuidarnos y nada nos faltará, ya que tendremos a Dios, que debe ser nuestro todo.
Nuevo Testamento
Mc 10, 13-16 – Jesús y los niños. Infancia espiritual
Cuando el Señor nos llama a ser como niños no significa que debamos volver a nuestros días de infancia, ni a las torpezas del inicio, sino tomar alguna cosa que pertenece a los años de madurez; es decir, apaciguar rápidamente las agitaciones interiores, encontrar rápido la calma, olvidar totalmente las ofensas, ser completamente indiferente a los honores, amar y reencontrarse juntos, guardar la igualdad de ánimo como un estado natural. Es un gran bien no saber cómo dañar a otros y no tener gusto por el mal…; no devolver a nadie el mal por el mal (Rom 12,17), es la paz interior de los niños, la que le conviene a los cristianos… Es esta forma de humildad la que nos enseña el Salvador cuando era niño
Mc 9, 41-50 – El Escándalo y ser sal de la tierra
Ser Iglesia, ser pueblo de Dios, según el gran designio de amor del Padre, quiere decir ser el fermento de Dios en esta humanidad nuestra, quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios a este mundo nuestro, que a menudo está desorientado, necesitado de tener respuestas que alienten, que donen esperanza y nuevo vigor en el camino.
Jn 15, 9-17 – Yo os he elegido y destinado a dar fruto
Amamos a Cristo en la medida en que guardamos sus mandamientos; si somos remisos en la guarda de los mandamientos, lo seremos asimismo en el amor. Por consiguiente, no guardemos primero sus mandamientos para que nos ame; pero si no nos ama, no podemos guardar sus mandamientos. Ésta es la gracia patente a los humildes, latente en los soberbios.
Jn 21, 15-19 – Diálogo con Pedro a orillas del lago de Tiberíades
Para siempre, hasta el fin de su vida, Pedro debía avanzar por ese camino, acompañado de esa triple pregunta: «¿Me amas?». Y conformaría todas sus actividades a la respuesta que entonces había dado. Cuando fue convocado ante el Sanedrín. Cuando fue encerrado en la prisión de Jerusalén, prisión de la que no debía salir… y de la que, sin embargo, salió. Y cuando marchó de Jerusalén hacia el norte, a Antioquía, y luego más lejos aún, de Antioquía a Roma. Y cuando en Roma perseveró hasta el fin de sus días, conoció la fuerza de las palabras según las cuales otro le conduciría a donde no quería ir…
Jn 17, 20-26 – Oración de Jesús: Que sean uno
Padre, cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste. Ahora voy a ti. Guarda en tu nombre a los que me has dado. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. El contenido de esta oración, como lo indica el texto que hemos leído, se resume en tres puntos, que constituyen la suma de la salvación e incluso de la perfección, de suerte que nada se pueda añadir: a saber, que sean los discípulos guardados del mal, consagrados en la verdad y con él glorificados.
Jn 17, 11b-19 – Oración de Jesús: Guárdalos del maligno
Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres.
Jn 14, 15-16.23b-26 – Despedida: Rogaré al Padre que os envíe otro Paráclito
Hoy, nuestro espíritu está demasiado volcado hacia el exterior; no sabemos meditar, no sabemos orar; no sabemos acallar todo el ruido que hacen en nosotros los intereses exteriores, las imágenes, los humores. No hay en el corazón el espacio tranquilo y consagrado para recibir el fuego de Pentecostés… La conclusión es clara: hay que darle a la vida interior un sitio en el programa de nuestra ajetreada vida; un sitio privilegiado, silencioso y puro; debemos encontrarnos a nosotros mismos para que pueda vivir en nosotros el Espíritu vivificante y santificante.
Jn 16, 23b-28 – Despedida: El Padre os ama, como yo os he amado
Cuando Tobías se sintió anciano, queriendo poner en orden sus asuntos mandó a su hijo ir a Ragés para cobrar una suma que le debían. Para ello, le entregó un resguardo con el cual no se le podía negar su dinero. Así debemos hacer nosotros cuando queremos pedir al Padre Eterno su Paraíso, el acrecentamiento de nuestra fe, su amor, todo lo cual nos quiere Él dar con tal de que presentemos el recibo de parte de su Hijo, es decir, que le pidamos siempre en nombre y por los méritos de nuestro Señor.
Jn 16, 20-23a – Despedida: Vuestra tristeza se convertirá en alegría
Tiene excusa el que no siempre está alegre, pues nadie es dueño de la alegría para tenerla cuando quiera; pero nadie tiene excusa de no ser siempre bondadoso, flexible y condescendiente, porque esto depende siempre de nuestra voluntad, y sólo es menester resolverse a vencer el humor y la inclinación contraria.