Juan es entregado como lo será Jesús: un pasivo que deja en la sombra a Herodes o al Sanedrín, para sugerir que en la Pasión del Bautista como en la de Cristo se opera un misterio de iniquidad cuyo verdadero autor es el pecado del mundo (“Pilato entregó a Jesús a su —a nuestra— voluntad” Lc 23, 25). Sin embargo, el sacrificio voluntario de la Víctima transforma esa Pasión en acción salvífica, realizando de ese modo la Voluntad del Amor eterno de Dios.