No debemos poner en duda que san Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, sí trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente para afirmar que murió por Cristo.
Alfertson Cedano
Santa Mónica, memoria obligatoria (27 de Agosto) – Homilías
Memoria de Santa Mónica, que, siendo todavía una mujer muy joven, fue dada en matrimonio a Patricio, con el que tuvo hijos, entre ellos a San Agustín, por cuya conversión derramó muchas lágrimas y muchas oraciones dirigidas a Dios, y, anhelando profundamente ir al cielo, abandonó esta vida en Ostia, en Lazio, mientras que estaba en camino de regreso a África.
Lunes después de Pentecostés: Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia – Homilías
Domingo VII de Pascua (C) – Homilías
La temática de este domingo gira en torno a la «Gloria de Jesús» que no es otra que el reencuentro de la humanidad en la unidad. La gloria de Jesús se manifestó en la cruz, en cuyos brazos reconcilió a la humanidad dividida por el odio, la muerte y el pecado. Esta es la gloria que los cristianos estamos llamados a contemplar: la manifestación de una Iglesia, cuerpo de Cristo, unida más allá de sus diferencias y factor de unidad y de amor entre los pueblos.
Domingo VII Tiempo Ordinario (Ciclo C) – Homilías
Bien visto, muchos cristianos tienen de tales sólo el nombre. Aman a los que los aman a ellos, hacen el bien a quien se lo hace a ellos, prestan cuando esperan sacar alguna ganancia. Y lo malo es que no sólo son fallos de hecho pero repudiados, sino que la misma mentalidad, la manera de pensar, no es evangélica, no es la de Cristo. Y no digamos nada de la sentencia evangélica: «A quien te pide, dale». O del «no juzguéis». Se hace urgente una conversión de los católicos en la mente y en corazón para acercarnos al evangelio del que hemos renegado.
Lc 6, 17. 20-26 – Las Bienaventuranzas: Discurso inaugural
La santa tristeza deplora el pecado, el ajeno y el propio. Y la amargura no es motivada por la manera de actuar de la justicia divina, sino por la maldad humana. Y, en este sentido, más hay que deplorar la actitud del que obra mal que la situación del que tiene que sufrir por causa del malvado, porque al injusto su malicia le hunde en el castigo; en cambio, al justo su paciencia lo lleva a la gloria.
Domingo VI Tiempo Ordinario (Ciclo C) – Homilías
¿Qué significa creer en Cristo? ¿Qué significa creer en la resurrección? Significa precisamente (como dice Jeremías) confiar en el Señor, tener confianza en El solo, una confianza tal que no podamos ponerla en el hombre, porque la experiencia nos enseña que el hombre está sometido a la muerte.
Jn 3, 22-30 – Ministerio de Jesús en Judea. Último testimonio de Juan
Pidamos al Señor la gracia de la humildad que tenía Juan y no apropiarnos de los méritos y glorias de los demás. Y sobre todo, la gracia de que en nuestras vidas haya siempre sitio para que Jesús crezca y nosotros disminuyamos, hasta el final.
Lc 5, 12-16 – Curación de un leproso
Porque no dijo: «Si se lo pides a Dios», ni: «Si haces oración», sino: Si quieres, puedes limpiarme. Tampoco dijo: «Señor, límpiame»; sino que todo lo deja en sus manos, le hace señor de su curación y le reconoce la plenitud de poder. Mas el Señor, que muchas veces habló de sí humildemente y por debajo de lo que a su gloria corresponde, ¿qué dice aquí para confirmar la opinión de quienes contemplaban admirados su autoridad? Quiero: queda limpio. Aun cuando hubiera el Señor realizado ya tantos y tan estupendos milagros, en ninguna parte hallamos una expresión que se le parezca.
12 de Enero o Sábado después de la Epifanía – Homilías
Fijaos en el hombre supremo [Juan Bautista], mayor que el cual no ha surgido otro entre los nacidos de mujer. ¿Qué dijo él de Cristo? «Conviene que Él crezca y que yo, en cambio, mengüe» (Jn 3,30). Crezca Dios, disminuya el hombre. ¿Y cómo crece el que ya es perfecto? ¿Qué le falta a Dios para que pueda crecer? Dios crece en ti, cuando tú lo conoces a Él. Considera, pues, la humildad del hombre y la excelsitud de Dios».