«Ninguno de nosotros vive para sí mismo». Uno de los males más tristes de nuestro mundo es esa situación de egocentrismo absoluto en que cada uno sólo vive para sí mismo, sólo piensa en sí mismo, está centrado exclusivamente en sus propios intereses. Frente a esto, san Pablo puede gritar con fuerza que entre nosotros los cristianos «ninguno vive para sí mismo». Puesto a liberarnos, Cristo nos arranca ante todo de la cárcel de nuestro egocentrismo, nos despoja de la esclavitud del culto al propio yo. Debemos preguntarnos: de hecho ¿es así en mi caso?
Alfertson Cedano
Domingo XXIII Tiempo Ordinario (A) – Homilías
Por lo demás, está claro que se trata de reprender por amor y con amor. No con fastidio y rabia o porque a uno le moleste. Es una necesidad del amor. El amor a los hermanos lleva a luchar para que no se destruyan a sí mismos. Tenemos con ellos una deuda de amor que nos impide callar, precisamente para su bien. Todo menos la indiferencia.
Sábado XXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Por sí mismo el hombre es incapaz de reconciliarse con Dios, al que ha ofendido con su pecado. La acción de Dios es aquí primera y decisiva. Él no dejó nunca de amarnos y por eso envió a su Hijo para reconciliarnos. El misterio de nuestra reconciliación empalma con el de la Cruz y del gran amor con que hemos sido amados.
Viernes XXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Fue entregado a la afrenta, a la flagelación y a la muerte, y con el ejemplo de su pasión nos enseñó cuánta paciencia requiere el caminar con Él. A su vez, con el ejemplo de su resurrección nos afianzó en aquello que debemos esperar de Él mediante la paciencia… Somos el Cuerpo de aquella Cabeza, en la que se ha realizado ya el objeto de nuestra esperanza. De Él se ha dicho que es la Cabeza del Cuerpo de la Iglesia, el primogénito, el que tiene la primacía (Col 1,18)… Y, dado que antes de resucitar nuestra Cabeza recibió el tormento de la flagelación, afianzó también nuestra paciencia… No decaigamos ante el azote, para gozarnos en la resurrección… Aunque no haya llegado la plenitud de nuestro gozo, no por eso nos ha dejado ahora sin gozo alguno, puesto que estamos salvados en esperanza.
Jueves XXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Como en las carreras del hipódromo se redoblan los gritos de ánimo para el jinete conforme se va acercando al término de la carrera, así el Apóstol estimula con toda su energía a los fieles más avanzados en la perfección… Además del propio don con que nos gratifica, nos da también la virtud necesaria para recibirlo… Dios no solo nos ha honrado haciéndonos partícipes de la herencia, sino que nos ha hecho dignos de poseerla. Es doble, pues, el honor que recibimos de Dios: primero, el puesto, y segundo, el mérito de desempeñarlo bien.
Miércoles XXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
El único motivo que te queda para gloriarte, oh hombre, y el único motivo de esperanza consiste en hacer morir todo lo tuyo y buscar la vida futura en Cristo.
Martes XXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
La embriaguez de que habla aquí el Apóstol no es solamente la que resulta del vino, sino la que resulta del pecado. La riqueza, la ambición, la codicia y todo su cortejo de pasiones, esto es lo que causa la borrachera del alma. Pero, ¿por qué se da al pecado el nombre de sueño? Porque el esclavo del pecado se encuentra sin energía, sin acción para las obras de virtud. Sumergido en las ilusiones y el encanto delirante del mal, sus obras no tienen nada de real, nada de sólido; se limita a correr tras unos fantasmas.
Lunes XXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Afligirse en exceso por la muerte de los amigos es actuar como un hombre al que no anima la esperanza cristiana. Y, de hecho, quien no tiene fe en la resurrección y mira la muerte como un aniquilamiento total, tiene razón en llorar, lamentarse y gemir por sus gentes, aniquiladas para siempre. Pero vosotros, cristianos, que creéis en la resurrección, que vivís y morís en la esperanza, ¿por qué os lamentáis con exceso?
Domingo XXII Tiempo Ordinario (A) – Homilías
Cuando Jesús presenta el plan del Padre sobre su propia vida –muchos padecimientos y muerte en cruz–, Pedro se rebela y se pone a increpar a Jesús; se escandaliza de la manera como Dios actúa, y se pone a decir que eso no puede ser. ¿Acaso no es también esta nuestra postura muchas veces cuando la cruz se presenta en nuestra vida?
San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia (28 de Agosto). Memoria – Homilías
San Agustín, obispo y doctor eximio de la Iglesia, el cual, después de una adolescencia inquieta por cuestiones doctrinales y libres costumbres, se convirtió a la fe católica y fue bautizado por san Ambrosio de Milán. Vuelto a su patria, llevó con algunos amigos una vida ascética y entregada al estudio de las Sagradas Escrituras. Elegido después obispo de Hipona, en África, siendo modelo de su grey, la instruyó con abundantes sermones y escritos, con los que también combatió valientemente contra los errores de su tiempo e iluminó con sabiduría la recta fe (430).