Dios Padre, por amor nuestro, no perdonó a su propio Hijo. ¿Quién de vosotros podrá oír alguna vez la voz de Dios diciendo: Ahora he conocido que tú temes a Dios, porque no has perdonado a tu hijo, o a tu hija, o a tu esposa, o no has perdonado tu dinero, los honores del siglo y las ambiciones del mundo, sino que lo has despreciado todo y lo has tenido por estiércol para ganar a Cristo (Flp 3,8), lo has vendido todo dándolo a los pobres y has seguido la palabra de Dios?
Alfertson Cedano
Miércoles XIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Nosotros mismos hemos de estar alerta, porque muchas veces también estamos echados junto al pozo de agua viva, es decir, junto a las Escrituras divinas y andamos perdidos en ellas. Tenemos los libros en las manos y los leemos, pero no alcanzamos su sentido espiritual. Por ello son necesarias las lágrimas y la oración ininterrumpida, a fin de que el Señor abra nuestros ojos.
Martes XIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Nada hay tan opuesto a la esperanza como mirar atrás, poner la confianza en las cosas que se deslizan y pasan. Por tanto, ha de ponerse en lo que todavía no se nos ha dado, pero que ha de dársenos en algún momento y jamás pasará. Sin embargo, cuando se precipitan sobre el mundo las tentaciones como una lluvia de azufre sobre Sodoma, hay que tener presente la experiencia de la mujer de Lot. Miró atrás y en aquel lugar quedó convertida en sal.
Lunes XIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
No dudéis del perdón, pues, por grandes que sean vuestras culpas, la magnitud de la misericordia divina perdonará, sin duda la enormidad de vuestros muchos pecados.
Mc 14, 12a. 22-25: Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre
Estamos firmemente persuadidos de que recibimos como alimento el cuerpo y la sangre de Cristo. Pues bajo la figura del pan se te da el cuerpo, y bajo la figura del vino, la sangre; para que, al tomar el cuerpo y la sangre de Cristo, llegues a ser un solo cuerpo y una sola sangre con él. Así, al pasar su cuerpo y su sangre a nuestros miembros, nos convertimos en portadores de Cristo. Y como dice el bienaventurado Pedro, nos hacemos partícipes de la naturaleza divina.
Jn 19, 25-34: María es constituida por Cristo Madre de la Iglesia
Al pedir a María que trate al discípulo predilecto como a su hijo, Jesús le invita a aceptar el sacrificio de su muerte y, como precio de esta aceptación, le invita a asumir una nueva maternidad. Como Salvador de toda la humanidad, quiere dar a la maternidad de María la amplitud más grande. Por esto, elige a Juan como símbolo de todos los discípulos a los que Él ama, y hace comprender que el don de su Madre es el signo de una especial intención de amor, con la que abraza a todos los que desea atraer a Sí como discípulos, o sea, a todos los cristianos y a todos los hombres. Además, al dar a esta maternidad una forma individual, Jesús manifiesta la voluntad de hacer de María no simplemente la madre del conjunto de sus discípulos, sino de cada uno de ellos en particular, como si fuese su hijo único, que ocupa el puesto de su único Hijo.
Mc 14, 1–15,47: Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Por eso, repito, la pasión de Cristo, su preciosa cruz y sus manos taladradas se traducen en seguridad, en muro inaccesible e indestructible para quienes creen en él. Por lo cual dice justamente: Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen, y yo les doy la vida eterna. Y también: Nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Y esto porque precisamente viven a la sombra del Omnipotente, protegidas por la ayuda divina como en una torre fortificada.
Mc 1, 12-15: Jesús es tentado por el diablo (Mc)
Si hemos sido tentados en él, también en él vencemos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también vencedor en él. Podía haber evitado al diablo; pero, si no hubiese sido tentado, no te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado.
Mt 16, 21-27 – Condiciones para seguir a Cristo
El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. O lo que es lo mismo: El que quisiera ser discípulo mío que emprenda denodadamente la misma carrera de sufrimientos que he seguido yo, recorra prácticamente el mismo camino y ámelo: ese tal hallará descanso en mi compañía y gozará de mi intimidad. Esto es efectivamente lo que él pedía para nosotros a Dios Padre, cuando decía: Este es mi deseo: que ellos estén conmigo, donde yo estoy.
Mc 12, 35-37 – Jesús, Hijo y Señor de David
Jesús llama la atención sobre el modo «limitado» e insuficiente de comprender al Mesías teniendo sólo como base la tradición de Israel , unida a la herencia real de David. Sin embargo, Él no rechaza esta tradición, sino que la cumple en el sentido pleno que ella contenía, y que ya aparece en las palabras pronunciadas en la Anunciación y que se manifestará en su Pascua.