La viudedad de la Iglesia se refiere a que la Iglesia está esperando a Jesús: puede ser una Iglesia fiel a esa espera, esperando con confianza la vuelta del marido, o una Iglesia no fiel a esa viudedad, buscando seguridad en otras realidades: la Iglesia tibia, la Iglesia mediocre, la Iglesia mundana. Pensemos también en nuestras almas. ¿Nuestras almas buscan seguridad solo en el Señor o buscan otras seguridades que no gustan al Señor? En estos últimos días del Año Litúrgico nos vendrá bien preguntarnos en nuestra alma: si es como la Iglesia que quiere Jesús, si nuestra alma se dirige a su esposo y dice: ¡Ven Señor Jesús! Y que dejemos aparte todas las cosas que no sirven, que no ayudan a la fidelidad.
Alfertson Cedano
Lc 20, 27-40 – Los muertos resucitan
No es esta vida la que hace referencia a la eternidad, a la otra vida, la que nos espera, sino que es la eternidad —aquella vida— la que ilumina y da esperanza a la vida terrena de cada uno de nosotros. Si miramos sólo con ojo humano, estamos predispuestos a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. ¡Esto se ve! Pero esto es sólo si lo miramos con ojo humano. Jesús le da un giro a esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: la vida plena.
Sábado XXXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
[…] Los perseguidos vencieron siempre, incluso cuando fue motivada la persecución por los pecados del pueblo. La historia muestra el fin de los perseguidores, unos convertidos, como es el caso de San Pablo, prodigio admirable al comienzo del cristianismo; otros despechados y doloridos por su fracaso, como es el caso de Juliano el Apóstata y de tantos otros. Confiemos siempre en el Señor. Pasan los hombres, pasan los perseguidores, pero Dios, Cristo y su Iglesia permanecen para siempre.
Viernes XXXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Él expulsó a los cambistas. Pero, ¿de quién son figura estos tratantes sino de los que procuran enriquecerse con los tesoros del Señor, no tratando de distinguir lo que es un bien de lo que es un mal? El gran tesoro del Señor es la divina Escritura, ya que en el momento de partir Él, distribuyó los denarios entre sus servidores y les repartió los talentos (Mt 25, 14; Lc 19,13)… Si existe el tesoro de las Escrituras, es evidente que se puede hablar también de los intereses de la Escritura.
Jueves XXXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
El servir a Dios en nada afecta a Dios, ni tiene Dios necesidad alguna de nuestra sumisión. Él es, por el contrario, quien da la vida, la incorrupción y la gloria eterna a los que le siguen y sirven, beneficiándolos por el hecho de seguirle y servirle, sin recibir de ellos beneficio alguno.
Miércoles XXXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Sacudid vuestra fe, aplicad los ojos del corazón, no los de la carne. Tenéis, en efecto, otros ojos interiores; son obra del Señor, que abrió los ojos de nuestro corazón cuando os otorgó la fe. Preguntad a esos ojos quiénes recibieron más: los Macabeos o los tres niños. Pregunto a la fe. Si pregunto a los hombres, amantes de este mundo, dirán: yo quisiera estar con aquellos tres niños. Es la respuesta de un alma débil. Avergüénzate ante la madre de los Macabeos, pues ella prefirió que sus hijos muriesen, porque sabía que no morirían.
Martes XXXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
El cristiano es un embajador del Señor, pero no es dueño del mensaje que transmite. Por eso su intransigencia para guardar la pureza del mensaje no se podrá tachar de fanatismo o de integrismo, sino de fidelidad a una misión debidamente aceptada. Esto le traerá a veces persecuciones, como a Jesucristo, a los Apóstoles y a todos los Santos, pero en esto está la alegría y el triunfo. Ya pasó el tiempo de juzgar las cosas con la oscura mentalidad humana. Hemos de tener el corazón siempre abierto a todos los pensamientos del Espíritu Santo, guardando la fortaleza y la simplicidad del corazón.
Lunes XXXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Gritaba el ciego cuando pasaba Jesús. Temía que pasara y no le curara. ¿Cómo gritaba? Hasta el punto de no callar, aunque la muchedumbre se lo ordenaba. Venció oponiéndose a ella, y voceando consiguió al Salvador. Al vocear la muchedumbre y prohibirle gritar, se paró Jesús, lo llamó y le dijo: ¿Qué quieres que haga? Y él contestó: Señor, que vea. Mira, tu fe te ha salvado. Amad a Cristo. Desead la luz de Cristo. Si aquel ciego desea la luz corporal, ¡cuánto más debéis desear vosotros la del corazón! Gritemos ante Él no con la voz, sino con las costumbres. Vivamos santamente, despreciemos el mundo, consideremos como nulo todo lo que pasa.
Sábado XXXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Lo más importante en la celebración de la pascua judía es esto, la liberación, el paso de Yahvé, el «paso» del Mar Rojo… Y de modo semejante, en nuestra Pascua cristiana lo más decisivo es la liberación del pecado por el bautismo, el «paso» de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad de los hijos de Dios.
Viernes XXXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
El libro de la Sabiduría [13,8-9] acusa a los que consumieron su tiempo y las ocupaciones de sus discusiones en estudiar y en cierto modo medir las criaturas: investigaron las órbitas de los astros, los intervalos de las estrellas, los caminos de los cuerpos celestes, hasta tal punto que, con ciertos cálculos lograron la ciencia de predecir los eclipses del sol, de la luna y, según predecían, se realizaban en el día y hora, en la intensidad y parte anunciada por ellos. ¡Gran habilidad! ¡Gran talento! Pero, cuando buscaban al Creador, que no estaba lejos de ellos, no lo hallaron. Si lo hubieran hallado lo tendrían consigo… ¿Por qué buscas una voz más fuerte? A ti te están clamando el cielo y la tierra: Dios me hizo.