Pidamos al Señor la gracia de la humildad que tenía Juan y no apropiarnos de los méritos y glorias de los demás. Y sobre todo, la gracia de que en nuestras vidas haya siempre sitio para que Jesús crezca y nosotros disminuyamos, hasta el final.
enero 2019
Lc 5, 12-16 – Curación de un leproso
Porque no dijo: «Si se lo pides a Dios», ni: «Si haces oración», sino: Si quieres, puedes limpiarme. Tampoco dijo: «Señor, límpiame»; sino que todo lo deja en sus manos, le hace señor de su curación y le reconoce la plenitud de poder. Mas el Señor, que muchas veces habló de sí humildemente y por debajo de lo que a su gloria corresponde, ¿qué dice aquí para confirmar la opinión de quienes contemplaban admirados su autoridad? Quiero: queda limpio. Aun cuando hubiera el Señor realizado ya tantos y tan estupendos milagros, en ninguna parte hallamos una expresión que se le parezca.
12 de Enero o Sábado después de la Epifanía – Homilías
Fijaos en el hombre supremo [Juan Bautista], mayor que el cual no ha surgido otro entre los nacidos de mujer. ¿Qué dijo él de Cristo? «Conviene que Él crezca y que yo, en cambio, mengüe» (Jn 3,30). Crezca Dios, disminuya el hombre. ¿Y cómo crece el que ya es perfecto? ¿Qué le falta a Dios para que pueda crecer? Dios crece en ti, cuando tú lo conoces a Él. Considera, pues, la humildad del hombre y la excelsitud de Dios».
11 de Enero o Viernes después de la Epifanía – Homilías
La Iglesia, en este tiempo de Epifanía, contempla otra nueva manifestación de Cristo, que cura a un leproso y con ello proclama su divinidad. Cristo vino a curarnos, sobre todo de la lepra del pecado. ¡Tanto amó Dios al mundo, tanto me ama a mí!. En el Antiguo Testamento se consignan muchas intervenciones de Dios con su pueblo elegido. En la plenitud de los tiempos, se hace hombre su Hijo Unigénito y aparece personalmente en medio de nosotros. Ya no es difícil poder encontrarle.
10 de Enero o Jueves después de la Epifanía – Homilías
Una nueva epifanía, una nueva manifestación del poder salvador de Cristo. Muestra que se cumple en Él aquella profecía de Isaías: «el Espíritu del Señor sobre Mí»… Efectivamente, Él es el Ungido del Señor por excelencia: Él habla a los pobres, da libertad a los cautivos y oprimidos, da vista a los ciegos.