La oración se presenta ante Dios como venerable intermediaria, alegra nuestro espíritu y tranquiliza sus afectos. Me estoy refiriendo a la oración de verdad, no a las simples palabras; a la oración que es un don de Dios, una inefable piedad, no otorgada por los hombres, sino concedida por la gracia divina, de la que también dice el Apóstol: nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos inefables (Rom 8, 26). El don de semejante súplica, cuando Dios lo otorga a alguien, es una riqueza inagotable y un alimento celestial que satura el alma. Quien lo saborea se enciende en un deseo indeficiente del Señor; es como un fuego ardiente que inflama el alma.
noviembre 2017
Martes XXX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Esos caminos que son duros para los trabajadores, son suaves para los amadores. Por eso la dispensación de la divina providencia hizo de modo que el hombre interior, que se renueva día a día, ya no viva bajo la ley, sino bajo la gracia… Tiene ahora la facilidad de la fe simple, de la esperanza buena y de la santa caridad.
Lunes XXX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Por lo tanto, hermanos ésta es la exhortación recibida hoy, no somos deudores de la carne para vivir conforme a la carne. Para esto hemos sido auxiliados, para esto recibimos el Espíritu de Dios, para esto pedimos el auxilio día a día en nuestras fatigas.