Esta virtud de la paciencia derrama sus frutos con profusión y exuberancia por todas partes. La paciencia es la que nos recomienda y guarda para Dios; modera nuestra ira, frena la lengua, dirige nuestro pesar, conserva la paz, endereza la conducta, doblega la rebeldía de la pasión, reprime el orgullo, apaga el fuego de los enconos, contiene la prepotencia de los ricos, alivia la necesidad de los pobres… Es la que fortifica sólidamente los cimientos de nuestra fe, y levanta en alto nuestra esperanza… Ella nos lleva a perseverar como hijos de Dios, imitando la paciencia del Padre.
noviembre 2017
Viernes XXXIV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
La caída de Jerusalén fue un gran impulso providencial de Dios a su Iglesia, porque le ha obligado a abrirse decididamente a las naciones y a establecer un culto espiritual, liberado del particularismo del templo.
Jueves XXXIV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Una vez más comprobamos que la providencia de Dios está sobre todas las vicisitudes de la vida y, sobre todo, que nunca ha quedado desmentida la protección solícita con que guarda a sus siervos fieles.
Miércoles XXXIV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
El que nos creó nos dio garantías aun sobre nuestros propios cabellos. Si Dios cuenta nuestros cabellos, ¡cuánto más contará nuestras costumbres! Ved que Dios no desprecia ni siquiera vuestras cosas más insignificantes. Si las despreciara, no las crearía. En efecto, Él creó nuestros cabellos, que tiene contados… ¿Por qué, pues, temes a un hombre, tú, hombre que te hallas en el seno de Dios? Procura no salir de tal seno. Cualquier cosa que sufras allí dentro te servirá de salvación, no de perdición.
Martes XXXIV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
La piedra que cae y destruye la estatua es para algunos el monoteísmo yavista, sublimado en Cristo, opuesto a la idolatría la estatua de los grandes imperios. Es un Reino nuevo, llamado a extenderse rápidamente sobre toda la tierra. Por lo mismo hay que dar a esa piedra un significado mesiánico, en su sentido pleno. Cristo es la piedra angular, que desecharon los constructores, pero que ha venido a ser el punto clave del Reino espiritual de Dios.
Lunes XXXIV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
La viudedad de la Iglesia se refiere a que la Iglesia está esperando a Jesús: puede ser una Iglesia fiel a esa espera, esperando con confianza la vuelta del marido, o una Iglesia no fiel a esa viudedad, buscando seguridad en otras realidades: la Iglesia tibia, la Iglesia mediocre, la Iglesia mundana. Pensemos también en nuestras almas. ¿Nuestras almas buscan seguridad solo en el Señor o buscan otras seguridades que no gustan al Señor? En estos últimos días del Año Litúrgico nos vendrá bien preguntarnos en nuestra alma: si es como la Iglesia que quiere Jesús, si nuestra alma se dirige a su esposo y dice: ¡Ven Señor Jesús! Y que dejemos aparte todas las cosas que no sirven, que no ayudan a la fidelidad.
Lc 20, 27-40 – Los muertos resucitan
No es esta vida la que hace referencia a la eternidad, a la otra vida, la que nos espera, sino que es la eternidad —aquella vida— la que ilumina y da esperanza a la vida terrena de cada uno de nosotros. Si miramos sólo con ojo humano, estamos predispuestos a decir que el camino del hombre va de la vida hacia la muerte. ¡Esto se ve! Pero esto es sólo si lo miramos con ojo humano. Jesús le da un giro a esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: la vida plena.
Sábado XXXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
[…] Los perseguidos vencieron siempre, incluso cuando fue motivada la persecución por los pecados del pueblo. La historia muestra el fin de los perseguidores, unos convertidos, como es el caso de San Pablo, prodigio admirable al comienzo del cristianismo; otros despechados y doloridos por su fracaso, como es el caso de Juliano el Apóstata y de tantos otros. Confiemos siempre en el Señor. Pasan los hombres, pasan los perseguidores, pero Dios, Cristo y su Iglesia permanecen para siempre.
Viernes XXXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Él expulsó a los cambistas. Pero, ¿de quién son figura estos tratantes sino de los que procuran enriquecerse con los tesoros del Señor, no tratando de distinguir lo que es un bien de lo que es un mal? El gran tesoro del Señor es la divina Escritura, ya que en el momento de partir Él, distribuyó los denarios entre sus servidores y les repartió los talentos (Mt 25, 14; Lc 19,13)… Si existe el tesoro de las Escrituras, es evidente que se puede hablar también de los intereses de la Escritura.
Jueves XXXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
El servir a Dios en nada afecta a Dios, ni tiene Dios necesidad alguna de nuestra sumisión. Él es, por el contrario, quien da la vida, la incorrupción y la gloria eterna a los que le siguen y sirven, beneficiándolos por el hecho de seguirle y servirle, sin recibir de ellos beneficio alguno.