«Lo primero, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo» (Rom 1,8). Exordio propio de un alma dichosa, que puede ser útil a todos para ofrecer a Dios los comienzos de sus buenas obras y palabras; y no sólo las suyas, sino también las ajenas hechas rectamente. Acción de gracias que hace el alma limpia y libre de toda envidia. Y que atrae mayor benevolencia para los que muestran su gratitud…
junio 2017
Viernes IX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
El cielo y la tierra, el mar y todo cuanto hay en ellos, nos hablan de la bondad y omnipotencia del que los ha creado, y la admirable belleza de los elementos puestos a nuestro servicio exige de la criatura racional el justo tributo de la acción de gracias.
Jueves IX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
¡Qué dulce es el yugo que une a dos fieles en una misma esperanza, en una misma ley, en un mismo servicio! Los dos son hermanos, los dos sirven al mismo Señor, no hay entre ellos desavenencia alguna, ni de carne ni de espíritu. Verdaderamente «son dos en una misma carne»; y donde la carne es una, el espíritu es uno. Rezan juntos, adoran juntos, ayunan juntos, se enseñan el uno al otro, se animan el uno al otro, se soportan mutuamente.
Miércoles IX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
La oración es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres. Por ella, nuestro espíritu, elevado hasta el cielo, abraza a Dios con abrazos inefables; por ella nuestro espíritu espera el cumplimiento de sus propios anhelos, y recibe unos bienes que superan todo lo natural y visible… La oración viene a ser una venerable mensajera nuestra ante Dios; alegra nuestro espíritu, confirma nuestro ánimo.
Martes IX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
La paciencia mantiene en humildad a los que prosperan, hace fuertes en la adversidad, y sufridos frente a las injusticias y afrentas. Enseña a perdonar enseguida a quienes nos ofenden, y a rogar con constancia e insistencia cuando hemos ofendido. Nos hace vencer en las tentaciones, nos hace tolerar las persecuciones, nos hace consumar el martirio. Es la que fortifica sólidamente los cimientos de nuestra fe, levanta en alto nuestra esperanza… Nos lleva a perseverar como hijos de Dios, y a imitar al mismo Dios.
Lunes IX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
El alma fundada en la caridad perfecta, se eleva necesariamente a una grado más excelente y más sublime, al temor del amor. Y esto no deriva del pavor que causa el castigo, ni del deseo de la recompensa. Nace de la grandeza misma del amor. Es esa amalgama de respeto y afecto filial, en que se unen la reverencia y la benevolencia que un hijo tiene hacia un padre benigno, el hermano hacia su hermano, el amigo hacia su amigo, la esposa hacia su esposo. No recela los golpes ni reproches. Lo único que teme es herir el amor con el más leve roce o herida. En toda acción, en toda palabra, se echa de ver la piedad y solicitud con que procede. Teme que el fervor del amor se enfríe con lo más mínimo.
Vigilia de Pentecostés (Ciclo A): Homilías
Por él somos liberados de la esclavitud, llamados a la libertad, elevados a la adopción, somos —por decirlo así– plasmados de nuevo, y deponemos la pesada y fétida carga de nuestros pecados; gracias al Espíritu Santo vemos los coros de los sacerdotes, tenemos el colegio de los doctores; de esta fuente manan los dones de revelación y las gracias de curar, y todos los demás carismas con que la Iglesia de Dios suele estar adornada emanan de este venero.
Jn 3, 16-18: El amor de Dios manifestado en la cruz de Cristo
¿Y por qué habría abierto sus brazos en la cruz por los pecadores, sometiendo su cuerpo santísimo al sufrimiento en favor del mundo? Yo afirmo que Dios lo hizo por una sola razón: dar a conocer al mundo su amor, para que nuestra capacidad de amar, aumentada por esta constatación, se haga cautiva del amor de Dios. Así, el extraordinario poder del reino de los cielos que consiste en el amor, ha encontrado una ocasión de expresarse en la muerte de su Hijo, para que el mundo se dé cuenta del amor de Dios por su creación. Si este gesto admirable, hubiese tenido por fin únicamente el perdón de nuestros pecados, habría bastado otro medio para realizarlo. ¿Quién lo habría rechazado si se hubiese realizado por medio de una muerte corriente? Pero Dios no quiso una muerte cualquiera para que tú comprendieras que hay aquí un misterio.
Jn 20, 19-23: Aparición a los discípulos – Recibid el Espíritu Santo
Por un singular designio, nuestro Señor Jesucristo, antes de recibir la gloria que le era debida y conveniente a su templo ya transfigurado, se apareció todavía en su primitiva condición, no queriendo que la fe en la resurrección recayera en otra forma y en otro cuerpo distinto de aquel que había asumido de la santísima Virgen, en el cual además había muerto crucificado, según las Escrituras, ya que la muerte sólo tenía poder sobre la carne, e incluso de la carne había sido expulsada. Pues si no resucitó su cuerpo muerto, ¿dónde está la victoria sobre la muerte?
Jn 21, 20-25: Aparición a orillas del lago de Tiberíades – Que él se quede hasta que yo vuelva
Aquellas palabras de Cristo: Si quiero que se quede hasta que yo venga, no debemos entenderlas en el sentido de permanecer hasta el fin o de permanecer siempre igual, sino en el sentido de esperar; pues lo que Juan representa no alcanza ahora su plenitud, sino que la alcanzará con la venida de Cristo. En cambio, lo que representa Pedro, a quien el Señor dijo: Tú, sígueme, hay que ponerlo ahora por obra, para alcanzar lo que esperamos. Pero nadie separe lo que significan estos dos apóstoles, ya que ambos estaban incluidos en lo que significaba Pedro y ambos estarían después incluidos en lo que significaba Juan. El seguimiento del uno y la permanencia del otro eran un signo. Uno y otro, creyendo, toleraban los males de esta vida presente; uno y otro, esperando, confiaban alcanzar los bienes de la vida futura.