¿Dónde pastoreas, Pastor Bueno, Tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey? Toda la humanidad que cargaste sobre tus hombros, es, en efecto, como una sola oveja. Muéstrame el lugar de tu reposo, guíame hasta el pasto nutritivo; llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz y tu voz me dé la vida eterna…
enero 2017
Viernes IV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Jesucristo es siempre el mismo, ayer, hoy y siempre. Los fieles han de brillar en el amor, la pureza, el desprendimiento de los bienes materiales, «sin ansias de dinero», en la presencia de Jesucristo, que vive para siempre. En efecto, el Cristo histórico vive ya en un eterno «hoy», y Él es al mismo tiempo el objeto de la fe y el autor de la salvación.
Jueves IV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Algunas veces he hablado de la Iglesia como hospital de campaña. Es verdad: ¡cuántos heridos hay! ¡Cuánta gente necesita que le curen sus heridas! Esa es la misión de la Iglesia: curar las heridas del corazón, abrir puertas, liberar, decir que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es padre, que Dios es tierno, que Dios nos espera siempre. Desviarse de lo esencial de este anuncio comporta el riesgo de tergiversar la misión de la Iglesia y, entonces, el esfuerzo por aliviar las diversas formas de miseria, se vacía de lo único que cuenta: llevar a Cristo a los pobres, a los ciegos, a los prisioneros.
Miércoles IV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Sin perder la caridad, practica tú una saludable severidad. Ama y castiga, ama y azota. A veces acaricias, y actuando así te muestras cruel. ¿Cómo es que acaricias y te muestras cruel? Porque no recriminas los pecados, y esos pecados han de dar muerte a aquel a quien amas perversamente, perdonándole. Pon atención al efecto de tu palabra, a veces áspera, a veces dura y que ha de herir. El pecado desola el corazón, destroza el interior, sofoca el alma y la hace perecer. Apiádate, pues, y castiga.
Martes IV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Éste debe ser nuestro principal objetivo y el designio constante de nuestro corazón: que nuestra alma esté continuamente unida a Dios y a las cosas divinas. Todo lo que aparte de esto, por grande que pueda parecernos, ha de tener en nosotros un lugar puramente secundario o, por mejor decir, el último de todos. Incluso debemos considerarlo como un daño positivo.
San Juan Bosco, presbítero. Memoria – Homilías
San Juan Bosco, presbítero, el cual, después de una niñez áspera, fue ordenado sacerdote y en la ciudad de Turín, en Italia, se dedicó con todas sus fuerzas a la formación de adolescentes. Fundó la Sociedad Salesiana y, con la ayuda de santa María Dominica Mazzarello, el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, para enseñar oficios a la juventud e instruirles en la vida cristiana. Lleno de virtudes y méritos, voló al cielo en este día en la ciudad de Turín, en Italia (1888).
Lunes IV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
La fuerza de los demonios disminuye cuando la práctica de los mandamientos debilita en nosotros las pasiones; y es eliminada cuando, por efecto de la libertad interior, estas pasiones desaparecen finalmente del alma; porque ellos no encuentran ya en ella las complicidades que sirven de base a sus ataques.
Domingo IV Tiempo Ordinario (A) – Homilías
«Bienaventurados -dice- los pobres de espíritu, los mansos, los misericordiosos, los que lloráis, los que tenéis hambre y sed de justicia, los limpios de corazón, los que trabajáis por la paz y los perseguidos». ¡Bienaventurados! Pero las palabras de Jesús pueden resultar extrañas. Es raro que Jesús exalte a quienes el mundo por lo general considera débiles. Les dice: «Bienaventurados los que parecéis perdedores, porque sois los verdaderos vencedores: es vuestro el reino de los cielos». Estas palabras, pronunciadas por él, que es «manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29), plantean un desafío que exige una profunda y constante metánoia del espíritu, un gran cambio del corazón.
Sábado III Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
En Abrahán estaba prefigurada nuestra fe: él fue el patriarca y, por decirlo así, el profeta de nuestra fe, como lo enseña claramente el Apóstol en su Carta a los Gálatas (3,5-9)… El Apóstol no sólo lo llama profeta de la fe, sino padre de aquellos de entre los gentiles que creen en Cristo Jesús. La razón es que su fe y la nuestra son la misma y única fe: él, en virtud de la promesa de Dios, creyó en las cosas futuras como si ya se hubieran realizado; y nosotros, de manera semejante, en virtud de la promesa de Dios, contemplamos como en un espejo por la fe aquella herencia que tendremos en el reino.
Viernes III Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
Dan pena y hacen daño al corazón tantos cristianos a medias, tantos cristianos fracasados en el camino hacia el encuentro con Jesús, partiendo del encuentro con Jesús. Ese camino en el que han perdido la memoria del primer amor y la esperanza. Pidamos al Señor la gracia de proteger este regalo, el don de la salvación.