«Haremos morada en él». He aquí el fruto principal de la Pascua. La mayor realización del amor de Dios. El amor busca la cercanía, la intimidad, la unión. Dios no nos ama a distancia. Su deseo es vivir en nosotros, inundarnos con su presencia y con su amor. Esta es la alegría del cristiano en este mundo y lo será en el cielo. Somos templos, lugar donde Dios habita. Hemos sido rescatados del pecado para vivir en su presencia. ¿Cómo seguir pensando en un Dios lejano? Lo que deberemos preguntarnos es cómo recibimos esta visita, cómo acogemos esta presencia.
abril 2016
Sábado IV de Pascua – Homilías
Así, pues, prometió que Él mismo haría aquellas obras mayores. No se alce el siervo sobre su Señor, ni el discípulo sobre su Maestro. Dice que ellos harán obras mayores que las suyas, pero haciéndolas Él en ellos y por ellos, y no ellos por sí mismos. A Él se dirige la alabanza…Y ¿cuáles son esas obras mayores? ¿Acaso que su sombra, al pasar, sanaba los enfermos? Pues es mayor milagro sanar con la sombra que con el contacto de la fimbria de su vestido. Esto lo hizo Él mismo; aquello por ellos, pero ambas cosas las hizo Él, pues es el gran Mediador.
Viernes IV de Pascua – Homilías
Si lo amas, vete detrás de Él. Lo amo, contestas, ¿por qué camino seguirlo? Si el Señor Dios tuyo te hubiera dicho: «Yo soy la Verdad y la Vida», tu deseo de la Verdad y tu amor a la Vida te llevarían ciertamente a la búsqueda del camino que te pudiera conducir a ellas y te dirías a ti mismo: «Magnífica cosa es la Verdad y magnífica cosa es la Vida, si existiera el camino de llegar a ellas mi alma». ¿Buscas el camino? Oye lo primero que te dice: «Yo soy el Camino»… Dice primero por dónde has de ir y luego adónde has de ir. En el Señor del Padre está la Verdad y la Vida; vestido de nuestra carne es el Camino.
Jueves IV de Pascua – Homilías
Lo que les dice en enseñanza sapiencial es lo que, con el lavatorio de los pies, les enseña con una parábola en acción. Los Apóstoles y todos los discípulos retendrán el espíritu de esta acción concreta, practicándolo con otras obras cuando la necesidad lo reclame. Con la humildad se relacionan todas las demás virtudes, pero de modo especial: la alegría, la obediencia, la castidad, el deseo de recomenzar, etc. De ahí procede una paz profunda, aun en medio de las debilidades y flaquezas.
Miércoles IV de Pascua – Homilías
Al decir que vino «para que todo aquel que crea en Mí no permanezca en tinieblas», claramente manifiesta que a todos encontró envueltos en las tinieblas; pero para que no permanezcan en las tinieblas en que fueron hallados deben creer en la Luz que vino al mundo, porque por Ella fue hecho el mundo.
Martes IV de Pascua – Homilías
Dice el Señor: «Igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, yo doy mi vida por las ovejas» (Jn 10,15). Como si dijera claramente: «La prueba de que conozco al Padre y el Padre me conoce a Mí está en que entrego mi vida por mis ovejas, es decir, en caridad con que muero por mis ovejas, pongo de manifiesto mi amor por el Padre.»
Lunes IV de Pascua – Homilías
Aunque camine en medio de la sombra de la muerte; aun cuando camine en medio de esta vida, la cual es sombra de muerte no temeré los males, porque Tú, oh Señor, habitas en mi corazón por la fe, y ahora estás conmigo a fin de que, después de morir, también yo esté contigo. Tu vara y tu cayado me consolaron; tu doctrina, como vara que guía el rebaño de ovejas y como cayado que conduce a los hijos mayores que pasan de la vida animal a la espiritual, más bien me consoló que me afligió, porque te acordaste de mí.
Jn 13, 31-33.34-35: El Mandamiento nuevo
¿Pero acaso este mandamiento no se encontraba ya en la ley antigua, en la que estaba escrito: Amarás a tu prójimo como a ti mismo? ¿Por qué lo llama entonces nuevo el Señor, si está tan claro que era antiguo? ¿No será que es nuevo porque nos viste del hombre nuevo después de despojarnos del antiguo? Porque no es cualquier amor el que renueva al que oye, o mejor al que obedece, sino aquel a cuyo propósito añadió el Señor, para distinguirlo del amor puramente carnal: como yo os he amado.
Jn 6, 52-59: Discurso del Pan de Vida (v bis) – Comer su Carne, beber su Sangre
“El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo“? (ib.). Sí. En este pan, el pan eucarístico, está encerrado el ofrecimiento salvífico de la vida, que Cristo inmoló para la vida del mundo. ¿No surge espontánea la pregunta: “y mi “carne”, es decir, mi humanidad, mi existencia, es para alguien? ¿Está llena de amor a Dios y de caridad hacia el prójimo? O, por el contrario, ¿está aprisionada en el círculo opresor del egoísmo?
Domingo V de Pascua (C) – Homilías
Dios es glorificado en nosotros cuando nos dejamos inundar por su amor y este amor revierte hacia los demás. Esta es no «una» señal, sino «la» señal, el signo inconfundible de los discípulos de Cristo y participado de él. Sólo mirando a Cristo y bebiendo de Él somos capaces de amar de verdad.