Si queréis saber cómo se ama a sí mismo el mundo de perdición que odia al mundo de redención, os diré que se ama con un amor falso, no verdadero… Por lo cual se nos manda y se nos prohibe amarlo. Se nos prohibe cuando dice: «No améis el mundo»; y se nos manda en aquellas palabras: «Amad a vuestros enemigos». Se nos prohibe, pues, amar en él lo que él en sí mismo odia, esto es, la hechura de Dios y los múltiples consuelos de su bondad. Se nos prohibe amar sus vicios y se nos manda amar su naturaleza, ya que él ama sus vicios y odia su naturaleza. A fin de que nosotros lo amemos y odiemos con rectitud, ya que él se ama y se odia con perversidad.
abril 2016
Viernes V de Pascua – Homilías
El amor basta por sí solo y por causa de sí. Su premio y su mérito se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo para amar. Gran cosa es el amor, con tal que se recurra a su principio y origen, con tal que vuelva el amor a su fuente y sea una continua emanación de la misma.
Jueves V de Pascua – Homilías
«¿Es el amor el que hace observar los preceptos o es la observancia de los preceptos la que hace el amor? Pero, ¿quién duda de que precede el amor? El que no ama no tiene motivos para observar los preceptos. Luego, al decir: «Si guardareis mis preceptos, permaneceréis en mi amor», quiere indicar no la causa del amor, sino cómo el amor se manifiesta. Como si dijere: «No os imaginéis que permanecéis en mis amor si no guardáis mis preceptos; pero, si los observareis, permaneceréis en mi amor« es decir, «se conocerá que permanecéis en mi amor si guardáis mis mandatos» a fin de que nadie se engañe diciendo que le ama si no guarda sus preceptos, porque en tanto le amamos en cuanto guardamos sus mandamientos».
Miércoles V de Pascua – Homilías
El sarmiento ha de estar en uno de estos dos lugares: en la vid o en el fuego; si no está en la vid, estará en el fuego. Permanece, pues, en la vid para librarte del fuego.
Martes V de Pascua – Homilías
Os doy mi paz, os dejo mi paz» (Jn 14,27). Pero, ¿para qué nos sirve saber que esta paz es buena, si no la cuidamos? Lo que es muy bueno normalmente es muy frágil y los bienes preciosos reclaman mayores cuidados y una vigilancia más esmerada. Muy frágil es la paz que puede perderse por una palabra inconsiderada o por la menor herida causada a un hermano. En efecto, nada agrada más a los hombres que hablar fuera de propósito y ocuparse en lo que no les atañe, pronunciar vanos discursos y criticar a los ausentes.
Lunes V de Pascua – Homilías
El Espíritu se llama también Paráclito –defensor–, porque a quienes se duelen de sus pecados cometidos, al tiempo que les dispone para la esperanza del perdón, libera sus mentes de la aflicción y de la tristeza. Por eso, con razón se hace esta promesa: «Él os enseñará todas las cosas» (Jn 14,26). En efecto, si el Espíritu no actúa en el corazón de los oyentes, resultan inútiles las palabras del que enseña. Que nadie, pues, atribuya al hombre que instruye a los demás aquello que desde la boca del maestro llega a la mente del que escucha, pues si el Espíritu no actúa internamente, en vano trabaja con su lengua aquél que está enseñando. Todos vosotros, en efecto, oís las palabras del que os habla, pero no todos percibís de igual modo lo que significan.
Jn 14, 23-29: Despedida – Os doy Mi Paz
La grandeza de cualquier alma se estima por la medida de la caridad que posee, de modo que la que posee mucha es grande; la que poca, pequeña; y la que ninguna, nada. Pues como dice Pablo: Si no tengo caridad, no soy nada.
Jn 14, 7-14: Despedida: Quien me ha visto, ha visto al Padre
Nos queda por hablar de la causa final de la oración. Hemos de saber que todo ha sido creado para la oración y que cuando Dios creó al ángel y al hombre lo hizo para que le alabasen eternamente en el cielo y esta será la última cosa que haremos, si es que se puede llamar última a algo que es eterno. Si se construye una iglesia y se nos pregunta por qué la hacemos, diremos que es para retirarnos allí a cantar las alabanzas de Dios, y sin embargo cantarlas será lo último que vamos a hacer.
Jn 14, 1-6: Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida
Son muchos los que abrazan esta verdad y siguen este camino, que no es otro que el propio Jesucristo, que dijo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.» Esas palabras deberíamos tenerlas grabadas e impresas en nuestros corazones, de tal manera, que sólo la muerte las pudiera borrar ya que, sin Jesucristo, nuestra vida es más bien muerte que vida; sin la verdad que Él ha traído al mundo, todo hubiera estado lleno de confusión y si no seguimos sus huellas, su pista y su camino, no podremos encontrar el que conduce al cielo.
Jn 12, 44-50: Jesús ha venido como luz
«Dios es luz.» (1Jn 1,5) una luz infinita e incomprensible. El Padre es luz, el Hijo es luz, el Espíritu es luz. Los tres son luz única, simple, sin compuesto, más allá del tiempo, en una eterna identidad de dignidad y de gloria.
Luego, todo lo que viene de Dios es luz y se reparte sobre nosotros como venido de la luz: luz es la vida, luz es la inmortalidad, luz la fuente de la vida, luz el agua viva, la caridad, la paz, la verdad, la puerta del reino de los cielos. Luz el reino mismo de los cielos; luz es la alcoba nupcial, el lecho nupcial, el paraíso, las delicias del paraíso, la tierra de las dulzuras, la corona de la vida, luz los vestidos de los santos.