La verdadera humildad de corazón es más sentida y vivida interiormente que al exterior. Cierto, es preciso mostrarse siempre humilde en presencia de Dios, pero no con esta falsa humildad que no conduce más que al desaliento, agotamiento y a la desesperación. Debemos tener una mala reputación de nosotros mismos, no hacer pasar nuestro propio interés antes que el los demás y juzgarnos como inferiores a nuestro prójimo.
octubre 2015
Lc 11, 37-41: Advertencias a fariseos y escribas (i)-Limosna de lo que hay dentro
Si el mundo que busca a Dios supiera. Si supieran esos sabios que buscan a Dios en la ciencia, y en las eternas discusiones… Si supieran los hombres dónde se encuentra Dios, cuántas guerras se impedirían, cuánta paz habría en el mundo, cuántas almas se salvarían. Insensatos y necios, que buscáis a Dios donde no está. Escuchad, y asombraos. Dios está en el corazón del hombre.
Domingo XXIX Tiempo Ordinario (Ciclo B) – Homilías
El texto del domingo vigésimo noveno (10,35-45) es un ejemplo más del contraste entre la actitud de Jesús y la de los discípulos. Frente a la búsqueda de gloria humana por parte de los discípulos, Jesús aparece una vez más como el Siervo que da su vida en rescate por todos. Y su gloria consiste precisamente en justificar a una multitud inmensa «cargando con los crímenes de ellos» (1ª lectura: Is 53,10-11). Para moderar las ansias de grandeza de los discípulos Jesús ante todo exhibe su conducta y su estilo; más que muchas explicaciones, les pone ante los ojos el camino que él mismo sigue: del mismo modo, el que quiera ser realmente grande y primero no tiene otro camino que hacerse siervo y esclavo de todos. La actitud de Jesús es normativa para la comunidad cristiana. Ejercer la autoridad no es tiranizar, sino servir y dar la vida.
Lc 11, 27-28: Elogio a la madre de Jesús
Es propio de la Virgen María haber concebido a Cristo en su seno, pero es herencia de todos los escogidos llevarle con amor en su corazón. Dichosa sí, muy dichosa es la mujer que ha llevado a Jesús en su seno durante nueve meses (Lc 11,27). Dichosos también nosotros cuando estamos vigilantes para poder llevarlo siempre en nuestro corazón. Ciertamente, la concepción de Cristo en el seno de María fue una gran maravilla, pero no es una maravilla menor ver como se hace huésped de nuestro corazón. Consideremos, hermanos, cuál es nuestra dignidad y nuestra semejanza con María. La Virgen concibió a Cristo en sus entrañas de carne, y nosotros lo llevaremos en las de nuestro corazón. María ha alimentado a Cristo dando a sus labios la leche de su seno, y nosotros podemos ofrecerle la comida variada de las buenas acciones, en las que él se deleita.
Lc 11, 15-26: Discusiones en torno a los signos de Jesús
Es tan sólo el Espíritu Santo quien puede purificar el espíritu, porque a no ser que entre en él uno más fuerte a desvalijar al ladrón, no se podrá volver a poseer el botín. Es necesario, pues, por todos los medios, especialmente por la paz del alma, ofrecer un refugio al Espíritu Santo a fin de que la lámpara del conocimiento brille siempre en nosotros. Puesto que si ella luce sin cesar en los repliegues del alma, no sólo se hacen del todo evidentes las insinuaciones duras y oscuras del demonio, sino que éstas se debilitan considerablemente al ser desbaratadas por esta santa y gloriosa luz.
Lc 11, 5-13: Oración perseverante
Para obtener el pan para el cuerpo, el mendigo no experimenta ninguna dificultad para llamar a puerta y pedir; si no lo recibe, entra más adentro y sin enfado por el pan, pide vestidos o sandalias para aliviar su cuerpo. Mientras no recibe algo, no se va, aunque se le eche. Nosotros, que buscamos el pan celeste y verdadero para fortalecer nuestra alma, que deseamos revestir los hábitos celestiales de luz y aspiramos a calzar las sandalias inmateriales del Espíritu para consuelo del alma inmortal, cuánto más debemos, incansable y resolutamente, con fe y amor, siempre pacientes, llamar a la puerta espiritual de Dios y pedir, con una constancia perfecta, ser dignos de la vida eterna.
Lc 11, 1-4: El Padrenuestro
¡Cuán grandes y abundantes riquezas se encierran en la oración del Señor! Están recogidas en pocas palabras, pero tienen una densidad espiritual inmensa, hasta tal punto que no falta nada en este compendio de la doctrina celestial sobre la oración.
Lc 10, 38-42 Marta y María
Creo que comprendéis que estas dos mujeres, las dos amadas por el Señor, las dos dignas de su amor, las dos discípulas suyas…, estas dos mujeres, pues, son imagen de dos formas de vida: la vida de este mundo y la vida del mundo futuro, la vida de trabajo y la vida de descanso, la vida llena de preocupaciones y la vida en la bienaventuranza, la vida en el tiempo y la vida eterna.
Lc 10, 25-37: El mandamiento mayor (Parábola del buen samaritano)
El samaritano viajero, que era Cristo –porque verdaderamente viajaba – vio a la humanidad que yacía en tierra. Y no hizo caso omiso, porque el fin de su viaje era “visitarnos” (Lc 1,68.78) a nosotros por quienes bajó a la tierra y se alojó en ella. Porque no solamente “apareció, sino que conversó con los hombres” en verdad (Ba 3,38)… Sobre nuestras llagas derramó vino, el vino de la Palabra, y como la gravedad de las heridas no soportaba toda su fuerza, lo mezcló con el aceite de su dulzura y su “amor por los hombres” (Tt 3,4)… Seguidamente condujo al hombre al hostal. Da a la Iglesia este nombre de hostal, por llegar a ser el lugar donde habitan y se refugian todos los pueblos… Y, una vez llegados al hostal, el buen samaritano mostró al que había salvado una solicitud todavía mayor: Cristo mismo estaba en la Iglesia, concediendo toda gracia… Y al jefe del hostal, símbolo de los apóstoles, y pastores y doctores que le han sucedido, les da al marchar, es decir, al subir al cielo, dos monedas de plata para que tengan gran cuidado del enfermo. Podemos entender que estas dos monedas son los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo.