¡Oh muerte, que separas a los que estaban unidos y, cruel e insensible, desunes a los que unía la amistad! Tu poder ha sido ya quebrantado. Ya ha sido roto tu cruel yugo por aquel que te amenazaba por boca del profeta Oseas: ¡Oh muerte, yo seré tu muerte! Por esto podemos apostrofarte con las palabras del Apóstol: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El mismo que te ha vencido a ti nos ha redimido a nosotros, entregando su vida en poder de los impíos para convertir a estos impíos en amigos suyos.
octubre 2015
Mc 12, 38-44: Los escribas y el óbolo de la viuda
Limosna, palabra griega, significa etimológicamente compasión y misericordia. Circunstancias diversas e influjos de una mentalidad restrictiva han alterado y profanado en cierto modo su primigenio significado, reduciéndolo tal vez a un acto sin espíritu y sin amor. Pero la limosna, en sí misma, se entiende esencialmente como actitud del hombre que advierte la necesidad de los otros, que quiere hacer partícipes a los otros del propio bien. ¿Quién diría que no habrá siempre otro que tenga necesidad de ayuda, ante todo espiritual, de apoyo, de consuelo, de fraternidad, de amor? El mundo está siempre muy pobre de amor.
Domingo XXXII Tiempo Ordinario (Ciclo B) – Homilías
Una pobre viuda ha echado en el cepillo del templo «todo los que tenía para vivir», de manera semejante a lo que ya hiciera aquella viuda de Sarepta con el hombre de Dios (1ª lectura: 1Re 17,10-16). Al darlo todo se convierte en ejemplo concreto de cumplimiento del primer mandamiento, justamente en las antípodas del hombre rico, que permaneció aferrado a sus seguridades, y de los escribas, llenos de codicia y vanidad. Este gesto silencioso, realizado a la entrada del templo, pone de relieve cuál es la correcta disposición en el culto y en toda relación con Dios: en el Reino de Dios sólo cabe la lógica del don total.
Lc 14, 1.7-11: El que se humilla será enaltecido
La humildad es la verdad, y la verdad es que yo no soy nada. Por consiguiente, todo lo bueno que tengo viene de Dios. Pero a veces malgastamos lo que Dios ha puesto de bueno en nosotros. Cuando veo la gente que me pide algo, a veces ni pienso en lo que podría darles, sino en lo que no soy capaz de dar y por tanto, muchas almas quedan sedientas porque yo no he sabido transmitirles lo que Dios les quería dar. La idea que el Señor viene cada día a nosotros y nos da todo, nos tendría que llevar a la humildad. Sin embargo, pasa lo contrario porque el demonio despierta en nosotros sentimientos de orgullo. Esto no nos honra. Hay, pues, que luchar contra nuestro orgullo. Cuando nos parece que nos puede, paremos un instante, hagamos un acto de humildad. Entonces, Dios que ama los corazones humillados vendrá en nuestra ayuda.
Lc 14, 1-6: El sábado es para el hombre
La creación está hecha con miras al ‘Sabbat’ y, por tanto, al culto y a la adoración de Dios. El culto está inscrito en el orden de la creación. «Nada se anteponga a la dedicación a Dios» dice la regla de san Benito, indicando así el recto orden de las preocupaciones humanas. El ‘Sabbat’ pertenece al corazón de la ley de Israel. Guardar los mandamientos es corresponder a la sabiduría y a la voluntad de Dios, expresadas en su obra de creación.
San Juan Pablo II, papa (22 de octubre): Textos litúrgicos oficiales
San Juan Pablo II fue canonizado el 27 de abril de 2014 por el Papa Francisco. Ya el 2 de abril del 2011 la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos había emitido un decreto indicando las normas y los textos litúrgicos propios para la nueva memoria, que fue fijada el 22 de octubre, fecha en que el santo papa empezaba su pontificado en 1978.
Mc 10, 46-52: El ciego de Jericó en Marcos
Lo que pide el ciego al Señor, no es oro, sino luz. No le preocupa solicitar otra cosa más que luz… Imitemos a este hombre, hermanos muy queridos. No pidamos al Señor ni riquezas engañosas, ni obsequios de la tierra, ni honores pasajeros, sino luz: No la luz circunscrita por el espacio, limitada por el tiempo, interrumpida por la noche, con la que compartimos la vista con los animales, pidamos esta luz que sólo los ángeles ven como nosotros,que no tiene principio y ni fin. Sin embargo, el camino para llegar a esta luz, es la fe. Por tanto, con razón el Señor responde inmediatamente al ciego que va a recobrar la luz: «¡Levántate! Tu fe te ha salvado».
Domingo XXX Tiempo Ordinario (B) – Homilías
La ceguera de los discípulos –es decir, su incapacidad de entender y seguir a Jesús– requiere una intervención sanadora del propio Jesús. Es lo que aparece en el evangelio del domingo trigésimo (10,46-52). Bartimeo se convierte en modelo del verdadero discípulo que, reconociendo su ceguera, apela con una fe firme y perseverante a la misericordia de Jesús y, una vez curado, le sigue por el camino. Sólo curado de la ceguera e iluminado por Cristo se le puede seguir hasta Jerusalén y adentrarse con Él por la senda oscura de la luz. Así Bartimeo se convierte en signo de la multitud doliente de desterrados que por el camino de Jerusalén –por el camino de la cruz– es reconducida por Cristo a la casa del Padre (1ª lectura: Jer 31,7-9).
Lc 12, 8-12: Testimonio valiente-Espíritu Santo
El que anuncia el Evangelio entre los gentiles dé a conocer, con confianza, el misterio de Cristo, cuyo legado es, de forma que se atreva a hablar de Él como conviene, sin avergonzarse del escándalo de la cruz. Siguiendo las huellas de su Maestro, manso y humilde de corazón, manifieste que su yugo es suave y su carga ligera (Mt 11,29s). Con una vida realmente evangélica, con mucha paciencia, con longanimidad, con suavidad, con caridad sincera (cf 2Co 6,4s), dé testimonio de su Señor, si es necesario, hasta la efusión de la sangre. Dios le concederá valor y fortaleza para conocer la abundancia de gozo que se encierra en la experiencia intensa de la tribulación y de la absoluta pobreza.
Lc 12, 1-7: Contra la hipocresía y el temor
El que no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, está, en el fondo, sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda existencia. La verdadera, la gran esperanza que se mantiene a pesar de todas las desilusiones, tan sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y nos ama siempre «hasta el fin», hasta el «todo se ha cumplido».