¡No temas! ¡Cuántas veces el Señor nos repite esta invitación! Sobre todo hoy, en una época marcada por grandes incertidumbres y miedos, estas palabras resuenan como una exhortación a confiar en Dios, a dirigir nuestra mirada hacia él, que guía el destino de la historia con la fuerza de su Espíritu, no nos abandona en la prueba y asegura nuestros pasos en la fe.
septiembre 2015
Lc 4, 38-44: La suegra de Simón Pedro y otras curaciones
La enferma es admirable; no sólo no va publicando su mal, ni se entretiene en hablar de él, ni cree su deber el llamar a un médico. Y lo que es más extraño, estando en su casa el soberano Médico que podría curarla, no le dice ni palabra, le mira como a su Dios, al que ella pertenece en salud y en enfermedad. Testimonia esta mujer así, que no quiere verse libre de la fiebre hasta que Dios no quiera…
Lc 4, 31-37: Jesús en la sinagoga de Cafarnaún
Cuando la Palabra de Dios resuena, traspasa el corazón del creyente, como una flecha aguda del guerrero. (cf Sal 119,4) Entra en el corazón como un dardo y se instala en lo profundo de su intimidad. Sí, esta Palabra es más tajante que una espada de doble filo porque es más incisiva que cualquier otra fuerza o poder, más sutil que todas las agudezas humanas, más eficaz que la penetración de toda la sabiduría humana.