El profeta Isaías abre de nuevo este 2º Domingo de Adviento para anunciar que no estamos destinados a la esclavitud babilónica, sino a la libertad. El Señor viene como Liberador, pero es preciso prepararle una vía (1ª lectura). Viene a mostrarnos su misericordia y su salvación (Sal). El apóstol Pedro hace el maravilloso anuncio de «cielos nuevos y tierra nueva». ¡Cuánto bien hacen estas palabras, si las acogemos con fe, aún en medio de una vida quizá destruida por el pecado propio o de otros, por las injusticias (2ª lectura). El Evangelio nos muestra la impresionante imagen del desierto: lugar que nos invita a lo esencial, lugar también de la tentación pero sobre todo de la victoria de Cristo. A Él, a su muerte y resurrección, hemos sido incorporados por el Bautismo. La voz que grita, hoy en el desierto de nuestra vida, de nuestras ciudades, nos invita a la verdadera Navidad: acoger al «más fuerte», al dueño de todo que nace en la humildad de un pesebre, ese pesebre podría ser cualquier pobreza hoy, de cualquier tipo (espiritual, material). Ninguna realidad nos separa de Cristo, porque Él se ha humillado hasta el extremo para alcanzar a todo hombre. Pero falta una cosa, querer, desear que Él venga y nos de el don del Espíritu Santo.
diciembre 2014
Mc 1, 1-8: Predicación de Juan el Bautista
Juan y Jesús buscan, pues, lo que se ha perdido en el desierto. Donde venció el diablo, allí se vence; donde cayó el hombre, allí se levanta. Juan se interpreta gracia de Dios. Así, pues, la narración empieza por la gracia. Sigue luego bautizando. Por el bautismo se da la gracia, porque los pecados se perdonan por la gracia…
Mt 8, 1-4 — Predicación del Reino: Curación de un leproso
Hay muchos leprosos en el mundo. Ese mal consiste en cierta languidez y tibieza en el servicio de Dios. No es que se tenga fiebre ni que sea una enfermedad peligrosa, pero el cuerpo está de tal manera manchado de la lepra que se encuentra débil y flojo.