Es la última semana de la vida pública de Jesús. Como aquella primera semana de su vida pública (Jn 2, 1+), ésta concluirá con la manifestación de la gloria de Jesús. Pero ya nos nos hallamos como en Caná en tiempo de signos. Definitivamente, ha llegado la «hora» de que el Hijo del hombre sea glorificado.
abril 2014
Jn 11, 45-57: Las autoridades judías deciden dar muerte a Jesús
Todo está preparado para la Pasión. Las controversias narradas en los capítulos 7,8 y 10 de Jn, apoyadas en los grandes milagros del ciego de nacimiento y la resurrección de Lázaro, provocan por una parte la decisión de las autoridades judías de «hacer morir» a Jesús, y por otra, el entusiasmo de la gente que veremos el Domingo de Ramos, cuando Jesús entra en Jerusalén. La profecía de Caifás, Sumo Sacerdote, es impresionante: «Conviene que muera uno solo por todo el pueblo». Dirá el Crisóstomo: «Siendo indigno de la función de Sumo Sacerdote, Caifás profetizó. La Gracia se sirvió de sus labios, pero no tocó su corazón impuro…»
Domingo de Ramos (A) – Homilías
Para la Iglesia naciente el «Domingo de Ramos» no era una cosa del pasado. Así como entonces el Señor entró en la Ciudad Santa a lomos del asno, así también la Iglesia lo veía llegar siempre nuevamente bajo la humilde apariencia del pan y el vino. La Iglesia saluda al Señor en la Sagrada Eucaristía como el que ahora viene, el que ha hecho su entrada en ella. Y lo saluda al mismo tiempo como Aquel que sigue siendo el que ha de venir y nos prepara para su venida. Como peregrinos, vamos hacia Él; como peregrino, Él sale a nuestro encuentro y nos incorpora a su «subida» hacia la cruz y la resurrección, hacia la Jerusalén definitiva que, en la comunión con su Cuerpo, ya se está desarrollando en medio de este mundo.
Jn 10, 31-42: La verdadera identidad de Jesús
Jesús será acusado de blasfemia, por declararse Hijo de Dios, y en consecuencia, semejante a Él. No nos sorprendamos de la incredulidad de aquellos contemporáneos de Jesús, que aún viendo las obras que hacía, no creyeron en Él. Hoy también Jesucristo está vivo, actúa, obra prodigios y señales. ¿Sabremos reconocerle y adorarle?
Jn 8, 51-59: Jesús y Abrahán (ii)
Abrahán vio el día de Jesús en un acontecimiento profético: el nacimiento de Isaac. Jesús se declara el verdadero objeto de la promesa hecha al patriarca, la verdadera causa de su alegría, el Isaac espiritual. El capítulo 8 de Juan concluye presentando a Jesús como el «YO SOY». A los ojos de los judíos, declararse como Dios (YO SOY), es una blasfemia que debe ser castigada con la lapidación.
Jn 8, 31-42: Jesús y Abrahán (i)
La Pascua está cerca, y la violencia aumenta en torno a Jesús. Dicha violencia, sin embargo, no viene de «los judíos que habían creído en Él», sino de las autoridades judías, hostiles a Jesús. Tales judíos, queriendo matar a Jesús, niegan con los hechos su pertenencia a la descendencia de Abrahán, a la descendencia de Dios. Estas palabras se dirigen también a cada cristiano, que corre el riesgo de abandonar a Cristo. Sí, el corazón se puede endurecer si su Palabra no prendiera en nosotros.
Jn 8, 21-30: Testimonio de Jesús sobre sí mismo
En el AT la formula «Yo soy» afirma el poder divino, o anuncia una fulgurante intervención de Dios. Aquí se anuncia la glorificación de Jesús por su «elevación» en la cruz, que dará la respuesta a la pregunta de los judíos v. 25, pero con la condenación de su incredulidad.
Jn 8, 12-20: Jesús es la luz del mundo
«Yo soy la luz del mundo». Es posible que haya quien diga: ¿Cristo, no será este sol que a través de su amanecer y su ocaso determina el día?…. No, Cristo no es eso. El Señor no es ese sol creado sino aquél por quien el sol fue creado. «Por medio de él se hizo todo y sin él no se hizo nada de lo que se ha hecho» (Jn 1,3). Él es, pues, la luz que ha creado esta luz que vemos. Amemos esta luz, comprendámosla, deseémosla para poder un día, conducidos por ella, llegar hasta ella y vivir en ella de manera que ya no podamos morir…
Jn 8, 1-11: La mujer adúltera
Unicamente quedaron dos, la miseria y la misericordia: “Quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en pie, en medio”. Yo creo que aquella mujer se quedó aterrada, porque esperaba ser castigada por Aquél en quien no se podía encontrar culpa alguna. Mas Aquél que había rechazado a sus adversarios con la lengua de la justicia, levantando hacia ella sus ojos de mansedumbre, le preguntó: “¿dónde están los que te acusaban? ¿ninguno te ha condenado?” Dijo ella: ninguno, Señor”. Hemos oído antes la voz de la justicia; oigamos ahora la voz de la mansedumbre: “Yo tampoco te condenaré»…
Jn 11, 1-45: La resurrección de Lázaro
La resurrección de Lázaro es el milagro que más se publica entre todos los que hizo el Señor. Pero si nos fijamos en quién lo hizo, más bien debemos alegrarnos que admirarnos. Resucitó al hombre el que hizo al hombre, y más es crearlo que resucitarlo.