Si el diablo tienta con la avaricia, mostrándote en un instante todos los reinos como si te pertenecieran y exigiéndote que le adores, despréciale como a un miserable. Amparado por la señal de la cruz, dile: También yo soy imagen de Dios; todavía no he sido, como tú, arrojado del cielo por soberbio; estoy revestido de Cristo; por el bautismo, Cristo se ha convertido en mi heredad; eres tú quien debe adorarme. Créeme, a estas palabras se retirará, vencido y avergonzado, de todos aquellos que han sido iluminados, como se retiró de Cristo, luz primordial.
marzo 2014
Miércoles de Ceniza – Homilías
la Cuaresma ensancha nuestro horizonte, nos orienta hacia la vida eterna. En esta tierra estamos de peregrinación, “no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro”, dice la carta a los Hebreos (Hb 13, 14). La Cuaresma permite comprender la relatividad de los bienes de esta tierra y así nos hace capaces para afrontar las renuncias necesarias, nos hace libres para hacer el bien. Abramos la tierra a la luz del cielo, a la presencia de Dios entre nosotros.
Mt 6, 1-6.16-18 – Discurso evangélico: Ayuno, oración y limosna en secreto
Pone tres bienes fuertes: la limosna, el ayuno y la oración, contra tres males, en contraposición a los que nuestro Señor quiso ser tentado. Pelea en favor nuestro contra la gula en el desierto, contra la avaricia en el monte y contra la vanagloria sobre el templo. La limosna que distribuye, es contraria a la avaricia que amontona, el ayuno es contrario a la gula porque es tu enemigo, la oración es contraria a la vanagloria, único mal que sale del bien, mientras que todos los otros males salen del mal, y por lo tanto no se destruye por medio de lo bueno, sino que más bien se fomenta. No puede haber, pues, un remedio mejor contra la vanagloria que la oración.
Mc 10, 28-31: Lo hemos dejado todo y te hemos seguido
Aunque es poco a lo que Pedro renuncia, lo llama todo, porque basta lo poco para sujetar con los lazos de la pasión. Por tanto, dichoso el que renuncia a lo poco.
Mc 10, 17-27: El joven rico y peligro de las riquezas
Jesús comprende cuál es el punto débil de aquel hombre: es precisamente su apego a sus muchos bienes; y por ello le propone que dé todo a los pobres, de forma que su tesoro —y por lo tanto su corazón— ya no esté en la tierra, sino en el cielo, y añade: «¡Ven! ¡Sígueme!». Y aquél, sin embargo, en lugar de acoger con alegría la invitación de Jesús, se marchó triste porque no consigue desprenderse de sus riquezas, que jamás podrán darle la felicidad ni la vida eterna.
Domingo VIII Tiempo Ordinario (A) – Homilías
La certeza del amor de Dios nos lleva a confiar en su providencia paterna incluso en los momentos más difíciles de la existencia. Santa Teresa de Jesús expresa admirablemente esta plena confianza en Dios Padre providente, incluso en medio de las adversidades: «Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta»