Podríamos decir que por medio de las riquezas terrenas debemos conseguir las verdaderas y eternas. En efecto, si existen personas dispuestas a todo tipo de injusticias con tal de obtener un bienestar material siempre aleatorio, ¡cuánto más nosotros, los cristianos, deberíamos preocuparnos de proveer a nuestra felicidad eterna con los bienes de esta tierra!
noviembre 2013
Lc 15, 1-10 – Parábolas de la oveja y la dracma perdidas
Alegrémonos, pues, que esta oveja que había perecido en Adán sea recogida en Cristo. Los hombros de Cristo son los brazos de la cruz; aquí he clavado mis pecados, aquí, en el abrazo de este patíbulo he descansado.
Lc 14, 25-33: Renuncia a todo lo que se ama y a los bienes
Odiemos todo lo que no es voluntad de Dios en nosotros y en el otro, porque lo que nos aleja de Dios termina destruyéndonos. Odiemos esa burguesía afectiva, la falsa felicidad que evita enfrentamientos a veces necesarios para crecer en la verdad.
No tengamos miedo de romper, de odiar el falso proyecto, el ídolo que hemos hecho de nosotros o de los otros. Dejemos que Dios recree el proyecto original, cuyos diseños a lo mejor se han extraviado. Ese diseño no se puede comprar en ninguna tienda, por más que corramos detrás del dinero.
Lc 14, 15-24: Los invitados que se excusan
Dios no fracasa porque siempre encuentra modos nuevos de llegar a los hombres y abrir más su gran casa… No fracasa porque no renuncia a pedir a los hombres que vengan a sentarse a su mesa, a tomar el alimento de los pobres, en el que se ofrece el don precioso que es él mismo. Dios tampoco fracasa hoy. Aunque muchas veces nos respondan «no», podemos tener la seguridad de que Dios no fracasa. Toda esta historia, desde Adán, nos deja una lección: Dios no fracasa. …También hoy encontrará nuevos caminos para llamar a los hombres y quiere contar con nosotros como sus mensajeros y sus servidores.
Lc 14, 12-14: Elección de invitados
Hay también ciertos convites de hermanos y de vecinos, que no sólo no producen beneficio en la presente vida, sino que exponen a la condenación en la otra. Aquellos, por ejemplo, que se celebran contribuyendo todos a los gastos, o que paga cada cual con otro convite y en los cuales se conviene en hacer algo malo, excitándose muchas veces las pasiones por el exceso en la bebida.
Árboles bíblicos: El sicómoro de Zaqueo
Pero, en el camino por donde pasa Jesús hay sicómoros, para que tu pequeñez no te impida vislumbrar al Señor. Y eso es la Iglesia, un lugar donde por su altura se facilita la visión del Señor, que ha buen seguro pasa por allí.
Domingo XXXI Tiempo Ordinario (C) – Homilías
Nada es imposible para Dios. De este encuentro surge una vida nueva para Zaqueo: acoge a Jesús con alegría, descubriendo finalmente la realidad que puede llenar verdadera y plenamente su vida. Ha tocado la salvación con la mano, ya no es el de antes y, como signo de conversión, se compromete a dar la mitad de sus bienes a los pobres y a restituir el cuádruplo a quien había robado. Ha encontrado el verdadero tesoro, porque el Tesoro, que es Jesús, lo ha encontrado a él.
Lc 19, 1-10: Zaqueo
Todo el que aventaja a los demás en malicia es pequeño en su estatura espiritual, y no puede ver a Jesús en medio de la turba; porque, aturdido por las pasiones y por los cuidados del siglo, no ve a Jesús cuando pasa, esto es, cuando obra sobre nosotros, no conociendo su proceder. Subió sobre un sicómoro, esto es, la dulzura de la voluptuosidad representada por el higo, y abatiéndole, es elevado, ve y es visto por Jesucristo.