En los santos vemos la victoria del amor sobre el egoísmo y sobre la muerte: vemos que seguir a Cristo lleva a la vida, a la vida eterna, y da sentido al presente, a cada instante que pasa, pues lo llena de amor, de esperanza. Sólo la fe en la vida eterna nos hace amar verdaderamente la historia y el presente, pero sin apegos, en la libertad del peregrino que ama la tierra porque tiene el corazón en el cielo.
octubre 2013
Lc 13, 31-35: Herodes el astuto y apóstrofe a Jerusalén
Lejos de haber sido hostil al Templo donde expuso lo esencial de su enseñanza, Jesús se identificó con el Templo presentándose como la morada definitiva de Dios entre los hombres. Por eso su muerte corporal anuncia la destrucción del Templo que señalará la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación: «Llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre».
Lc 13, 22-30: La puerta estrecha
La puerta estrecha significa los trabajos y la paciencia de los santos. Así como la victoria atestigua el valor del soldado en las batallas, así también se hace preclaro el que sufre los trabajos y las tentaciones con paciencia inquebrantable.
Salmo 041: El deseo del Señor y de su templo
…la cierva sedienta es el símbolo del orante que tiende con todo su ser, cuerpo y espíritu, hacia el Señor, al que siente lejano pero a la vez necesario: «Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo» (Sal 41, 3). En hebraico una sola palabra, nefesh, indica a la vez el «alma» y la «garganta». Por eso, podemos decir que el alma y el cuerpo del orante están implicados en el deseo primario, espontáneo, sustancial de Dios…
Lc 13, 18-21: Parábolas del grano de mostaza y de la levadura
El mismo Señor, es un grano de mostaza: mientras no fue agredido, el pueblo no lo conocía; eligió ser triturado…; eligió ser apresado… optó por ser sembrado, como el grano «que alguien compra para sembrar en su jardín». Porque es en un jardín, donde Cristo ha sido plantado y enterrado; si creció en dicho jardín, también en él resucitará… Por lo tanto también vosotros, sembrad a Cristo en vuestro jardín…
Lc 6, 12-19 Elección de los doce – La muchedumbre sigue a Jesús
Apóstol significa «enviado». Este término, conocido ya en el mundo judío y en el mundo griego, ha llegado a designar en el cristianismo a los misioneros «enviados» como testigos de Cristo, de su vida, de su muerte y de su resurrección. Ante todo se refiere a los Doces Apóstoles, pero también a un círculo más amplio de discípulos. Cristo envió a los apóstoles que había escogido, dándoles el mandato de anunciar el Evangelio. Quienes con la ayuda de Dios, han acogido el llamamiento de Cristo y han respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Nueva. Este tesoro recibido de los Apóstoles ha sido guardado fielmente por sus sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a transmitirlo de generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la comunión fraterna y celebrándola en la liturgia y en la oración (cf. Hch 2,42).
Lc 18, 9-14: El fariseo y el publicano
La soberbia es el menosprecio de Dios. Cuando alguno se atribuye las buenas acciones que ejecuta y no a Dios, ¿qué otra cosa hace más que negar a Dios? La causa que tienen para confiar en sí mismos, consiste en no atribuir a Dios lo bueno que hacen, por cuya razón el Señor propone esta parábola, para los que le menosprecian por los demás.
XXX Domingo Tiempo Ordinario (C) – Homilías
La oración del fariseo tiene algunas perfecciones externas: se hace en el templo, en la actitud acostumbrada por los judíos, ofreciendo una acción de gracias, etc., pero es rechazada porque le falta lo principal. No busca en Dios lo que únicamente se debe a Dios: la salvación. Da gracias porque se cree justo, no como los demás hombres, que son injustos y pecadores… La oración del publicano es todo lo contrario: pide a Dios lo que solo Él puede dar, la salvación. No solo en el templo y ante el altar es preciso vivir en profundidad la actitud humilde del cristiano consciente ante Dios. También en nuestra vida diaria y en nuestras relaciones con los demás podemos pecar de ser engreídos y presumidos. Solo viviendo siempre en la humildad se hace nuestra vida íntegramente auténtica ante Dios y ante los hombres, nuestros hermanos.
Lc 12, 54-59 : Los signos de los tiempos
Pertenece a Dios saber cuando vendrá el fin del mundo: sea cuando sea, ahora es el tiempo de la fe… Para cada uno de nosotros el tiempo está cerca, porque somos mortales. Caminamos entre peligros.
Lc 12, 39-48: Parábolas de la vigilancia (ii) – Administrador fiel
No haría falta que este día nos cogiera de improviso, sin preparar, como un ladrón durante la noche… Que el temor, estando alerta, nos mantenga siempre preparados, hasta que la seguridad suceda al temor, y no el temor a la seguridad.