5 de Octubre: Témporas de Acción de Gracias y de Petición, memoria – Homilías
/ 5 octubre, 2021 / Propio de los SantosLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles.
Dt 8, 7-18: Dios te da la fuerza para adquirir esa riqueza.
1 Cro 29, 10. 11ab. 11d-12a. 12bcd: Tú eres Señor del universo.
2 Cor 5, 17-21: Os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Mt 7, 7-11: Quien pide recibe
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Carta a los Corintios: Acción de gracias y petición del pueblo cristiano.
Caps 59,2 - 60,4 : Funk 1, 135-141.
En la oración y en las súplicas, pediremos al Artífice de todas las cosas que guarde, en todo el mundo, el número contado de sus elegidos, por medio de su Hijo amado, Jesucristo; en él nos llamó de las tinieblas a la luz, de la ignorancia al conocimiento de su gloria.
Nos llamaste para que nosotros esperáramos siempre, Señor, en tu nombre, pues él es el principio de toda criatura. Tú abriste los ojos de nuestro corazón, para que te conocieran a ti, el solo Altísimo en lo más alto de los cielos, el Santo que habita entre los santos. A ti, que abates la altivez de los soberbios, que deshaces los planes de las naciones, que levantas a los humildes y abates a los orgullosos; a ti, que enriqueces y empobreces; a ti, que das la muerte y devuelves la vida.
Tú eres el único bienhechor de los espíritus y Dios de toda carne, que penetras con tu mirada los abismos y escrutas las obras de los hombres; tú eres ayuda para los que están en peligro, salvador de los desesperados, criador y guardián de todo espíritu.
Tú multiplicas los pueblos sobre la tierra y, de entre ellos, escoges a los que te aman, por Jesucristo, tu siervo amado, por quien nos enseñas, nos santificas y nos honras.
Te rogamos, Señor, que seas nuestra ayuda y nuestra protección: salva a los oprimidos, compadécete de los humildes, levanta a los caídos, muestra tu bondad a los necesitados, da la salud a los enfermos, concede la conversión a los que han abandonado a tu pueblo, da alimento a los hambrientos, liberta a los prisioneros, endereza a los que se doblan, afianza a los que desfallecen. Que todos los pueblos te reconozcan a ti, único Dios, y a Jesucristo, tu Hijo, y vean en nosotros tu pueblo y las ovejas de tu rebaño.
Por tus obras has manifestado el orden eterno del mundo, Señor, creador del universo. Tú permaneces inmutable a través de todas las generaciones: justo en tus juicios, admirable en tu fuerza y magnificencia, sabio en la creación, providente en sustentar lo creado, bueno en tus dones visibles y fiel en los que confían en ti, el único misericordioso y compasivo.
Perdona nuestros pecados, nuestros errores, nuestras debilidades, nuestras negligencias. No tengas en cuenta los pecados de tus siervos y de tus siervas, antes purifícanos con el baño de tu verdad y endereza nuestros pasos por la senda de la santidad de corazón, a fin de que obremos siempre lo que es bueno y agradable ante tus ojos y ante los ojos de los que nos gobiernan.
Sí, oh Señor, haz brillar tu rostro sobre nosotros, concédenos todo bien en la paz, protégenos con tu mano poderosa, líbranos, con tu brazo excelso, de todo mal y de cuantos nos aborrecen sin motivo. Danos, Señor, la paz y la concordia, a nosotros y a cuantos habitan en la tierra, como la diste en otro tiempo a nuestros padres, cuando te invocaban piadosamente con confianza y rectitud de corazón.
Pablo VI, Papa
Exhortación Apostólica Cum Proximus(14-09-1963): Poner nuestra confianza en el Señor.
parr. 5 ss.
Saturday 14 de September de 1963
[...] Al considerar la amplitud de la tarea que se nos ha impuesto, experimentaríamos cierto miedo a emprender tan formidable obra, si no fuera evidente que en ella se manifiesta la voluntad de Dios. Por ello nos ha parecido obligado aceptar la tarea y obedecer a la voluntad divina, colocando absolutamente nuestra confianza en el Señor, esperando firmemente que Él sostendrá nuestras débiles fuerzas, por habernos confiado empeño tan grave.
Por lo demás, vuestro esfuerzo no dejará de venir en ayuda de nuestra fatiga, y sabemos con fundamento, que será una valiosa ayuda. Al emprender esta tarea no nos faltarán tampoco los votos y oraciones de los fieles, ligados a Nos con estrechos vínculos de amor en esta gran hora de la Iglesia. Esto nos conforta y nos parece también un feliz presagio para el próspero resultado [del Concilio Ecuménico].
[...] encarecidamente os exhortamos, venerables hermanos, a que se prepare espiritualmente la grey confiada a cada uno de vosotros. [Aconsejando] que el pueblo cristiano pidiera a Dios abundantes frutos [para el Concilio], especialmente con la oración y con la penitencia, os recomendamos vivamente estas importantes obras de piedad; las cuatro témporas de otoño ofrecen una ocasión propicia.
Estamos plenamente seguros, venerables hermanos, que en esta porfía de oraciones y penitencia cristiana, hay que poner principalmente la esperanza en la abundante mies espiritual que provendrá del [Concilio], obra ante todo del Espíritu Santo. Es obligado realizar en pro de tan importante [Concilio], todo lo que humanamente se pueda hacer. Sin embargo, para conseguir plena y establemente el fin prefijado, no será la ordenada celebración de las sesiones conciliares, ni la agudeza de las disputas, ni los estudios preparados diligentemente por los padres conciliares, la parte principal, lo serán las oraciones fervorosas y prolongadas, las mortificaciones espirituales y corporales, ofrecidas a Dios, la santidad de las costumbres, las obras de piedad, es decir, todos los instrumentos y ayudas del orden sobrenatural, de los que la Iglesia siempre se ha valido y se vale, cuando se trata de un empeño que interesa la gloria de Dios, la salvación de las almas y el provecho espiritual de la Humanidad.
Se debe, pues, insistir sobre todo en la oración fervorosa y asidua, privada y pública, y hay que pedir a Dios que ilumine con luz sobrenatural las mentes de aquellos que, con su consejo y ciencia, [prepararán los decretos del Concilio]. Esta contribución está al alcance de todos los fieles, fácil y eficaz; por ello la pedimos a todos.
Para hacer más fructuosa esta porfía de oraciones, aunque cada uno es libre de escoger su modo y su forma, creemos conveniente, sin embargo, recomendar más vivamente algunas. [...] Es nuestro vivo deseo que la gran multitud de orantes esparcida por todo el mundo, crezca no sólo en número, sino también en gracia y en virtud; esto acaecerá si a la oración se une la pureza en las costumbres y las plegarias brotan de un espíritu inflamado en la caridad.
Y puesto que «es buena la oración con el ayuno y la limosna» (Tb 12, 8), súmese la penitencia a la oración. La oración sostiene el alma y la eleva a Dios; la penitencia nos da el dominio de nosotros mismos, sobre todo del cuerpo, tan contrario, por el pecado original, a la ley del Evangelio. Por tanto, exhortamos a todos paternalmente, para que los próximos días de témporas guarden gustosos, según las propias fuerzas, el ayuno, aunque no esté mandado por las prescripciones eclesiásticas. Practíquense diligentemente otras voluntarias mortificaciones corporales, sobre todo la abstención de ciertos espectáculos, que con demasiada frecuencia son inmorales y reprobables; aprovechamos la ocasión para deplorarlo enérgicamente. Perdónense las ofensas recibidas; que un espontáneo perdón extinga las llamas funestas de la discordia, y acalle los odios y las rivalidades, que por desgracia hoy están tan difundidos; esta semilla mortífera engendra nuevas y nuevas desgracias y con frecuencia incita los ánimos airados al derramamiento de la sangre fraterna. Colabórese con las iniciativas públicas de caridad cristiana en favor de los necesitados, para que así sea propicia la misericordia de Dios para aquellos que hacen misericordia. Que en esta obra de bien los pobres mismos tengan su parte, ayuden al prójimo al menos con la oración, con palabras de consuelo, con el ejemplo, con el don de sí mismos, todos aquellos que no pueden ayudar con dinero a los hermanos. Siempre tiene algo que dar el que tiene el corazón lleno de caridad. La fe, alimentada por la caridad y con ella aliada, ilustre ahora, más sólida y más pura, el espíritu y sea el Norte de la actividad humana: «Pues de igual modo que en la fe está el motivo del obrar, en las obras está la fortaleza de la fe» (San León Magno, sermón X, Migne P. L., 54, 166). Finalmente, y esto nos interesa de forma especial, que nuestra exhortación llegue a todos aquellos que están angustiados por el dolor de las penas del cuerpo o del espíritu. Estos hijos nuestros queridísimos pueden verdaderamente repetir con el apóstol San Pablo: «Cumplo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo, en pro de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1, 24), que aprovechen, pues, la ocasión que se les brinda de ofrecer a Dios sus penas y dolores; estos sufrimientos, soportados con ánimo cristiano, no son solamente escalones para subir a la patria celestial, sino que pueden también contribuir mucho a la reparación de los pecados del prójimo y a la «edificación del Cuerpo de Cristo» (Ef 4, 12), para conseguir la deseada renovación de las costumbres cristianas, que tan ardientemente se espera como fruto [del Concilio Ecuménico].
No dudamos, venerables hermanos, que vosotros, con vuestra habitual solicitud pastoral, haréis partícipes de nuestras exhortaciones al clero, a los religiosos, a las religiosas, y a vuestra grey del modo que creáis más oportuno; estamos también seguros que nuestros queridos hijos de todas las partes del mundo corresponderán gustosos a nuestra invitación.
Llegue. entre tanto, como augurio de los favores celestiales, la bendición apostólica, que concedemos de todo corazón, en el Señor, a todos y cada uno de vosotros y a vuestros fieles, especialmente a aquellos que ejercitándose, según nuestro deseo, en la oración y en la penitencia, pidan a Dios el feliz éxito [del Concilio Ecuménico].