San Marcos evangelista, fiesta (25 de Abril) – Homilías
/ 25 abril, 2016 / Propio de los SantosLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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1 Pe 5, 5b-14: Os saluda Marcos, mi hijo
Sal 88, 2-3. 6-7. 16-17: Cantaré eternamente tus misericordias, Señor
Mc 16, 15-20: Proclamad el Evangelio a toda la creación
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
San Pablo VI, papa
Homilía (25-04-1964): Siguió a Jesús en la hora más oscura
sábado 25 de abril de 1964Hoy se celebra la fiesta de San Marcos. ¿Sabéis quién era San Marcos? Era un niño que vivía con su madre en Jerusalén, de buena familia. El será el que, precisamente aquí en Roma, se dice, escribirá el segundo Evangelio, el Evangelio de San Marcos. Precisamente en este Evangelio cuenta un episodio en el que hay que incluirlo a él también. La noche en que Cristo fue apresado, en el monte de los olivos, entregado por Judas, y abandonado por los discípulos, un muchacho, debía ser San Marcos, se unió al triste cortejo que, a la luz de las antorchas, conducía a Cristo a Jerusalén, donde sería procesado, insultado y condenado, como sabéis.
Marcos seguía a Jesús. Quizá le quería mucho. El hecho es que lo seguía, en aquella hora tremenda, mientras los demás habían huido. Pero sucedió que la tropa que llevaba preso a Jesús se dio cuenta de la presencia del muchacho; y entonces hubo alguno que trató de cogerlo, y lo cogió de hecho, agarrando la sábana con que el joven se había cubierto, que evidentemente se había levantado de la cama tapándose con aquella sábana. Y sucedió que Marcos, ágil y esbelto, se soltó y escapó, dejó la sábana en las manos de quien le había atrapado y también él huyó en la oscuridad de la noche, él también. ¿Sería, acaso, aquel muchacho animoso al principio y cobarde después, la imagen de algunos niños del pequeño clero, que primero siguen, buenos, muy buenos, a Cristo, pero cuando llega el día de serle fieles con constancia y sacrificio, abandonan la túnica en el camino —y no sólo la exterior— del niño puro, bueno y devoto, alumno del pequeño clero, y se van más lejos y son más cobardes, quizá, que los demás? ¿Seréis así también vosotros? Ciertamente que no, porque sois precisamente niños de una pieza, inteligentes y animosos.
También porque, como sabéis, aquel muchacho, Marcos, más tarde, después de la resurrección del Señor, volvió; más aún: fue uno de los más destacados de la primera comunidad cristiana; acompañó a San Pablo en la primera parte de su primer viaje misionero; luego siguió a San Pedro, y recogió las memorias de San Pedro y escribió, como decíamos, el segundo Evangelio, el Evangelio de San Marcos.
Que este santo evangelista os enseñe a querer bien siempre al Señor; y para ser siempre fieles, recordad: haced siempre como San Marcos, estad en la escuela y a la vera de San Pedro, y seréis también vosotros un poco evangelistas de Jesús (cf. 1 P 5, 13).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
Se llamaba Juan Marcos, y este doble nombre ya indica su identidad judía (Juan), pero con una cierta helenización (Marcos), de familia oriunda de Chipre, como la de su primo Bernabé. Su casa de Jerusalén -o, más bien, la casa de su madre, que se llamaba María- estaba a disposición de la primera comunidad cristiana. Cuando Pedro fue liberado de la cárcel encontró a la comunidad reunida en ella (Hch 12,12). ¿Estuvo ya a disposición de Jesús y los suyos, como habitación para la última cena? ¿era Marcos el joven que escapó en el huerto, cuando detuvieron a Jesús, dejando atrás el manto? Estas últimas son suposiciones no seguras.
Lo que sí sabemos es que fue compañero de viaje apostólico de Pablo. Después, separado de él por motivos que no sabemos, lo encontramos acompañando a su primo Bernabé y, más tarde, a Pedro; aunque al final -¿reconciliado?- está con Pablo en sus momentos de prisión. Por tanto, Marcos fue una persona muy implicada en la vida de la primera comunidad, como ayudante de Pablo, de Pedro y de Bernabé.
Sobre todo, le tenemos que agradecer que escribiera uno de los evangelios, el que muchos autores consideran el más antiguo de los cuatro. En el reparto de los cuatro símbolos para los evangelistas, a él se le representa con un león, porque su escrito empieza aludiendo a "la voz que clama en el desierto", que es la voz del Bautista, pero que se puede aproximar literariamente a la voz y al rugido del rey del desierto, el león.
Perdemos su rastro en Roma, en los años 60. La tradición dice que fundó la comunidad cristiana de Alejandría, en Egipto, y que su sepulcro está en la basílica de su nombre en Venecia: las dos poblaciones en que se le profesa más devoción.
1.1 Pedro 5,5-14: "Os saluda Marcos, mi hijo".
Al final de su carta, escrita desde Roma ("Babilonia", en clave), tenemos ocasión de leer algunas de las recomendaciones de Pedro para la vida de la comunidad: la humildad ante Dios y ante los hermanos, la confianza en la mano poderosa de Dios, la sobriedad de vida en medio de una sociedad pagana, la fortaleza y la perseverancia en los momentos de sufrimiento que, seguramente, tocan a todo cristiano...
En los saludos finales, Pedro nombra a Marcos, al que llama "mi hijo", y así nos enteramos de que le estaba acompañando en Roma en aquellos momentos.
2. Marcos 16,15-20: "Proclamad el Evangelio a toda la creación ".
Jesús, antes de subir al cielo, les da una consigna a los suyos: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación". Nos la ha transmitido el mismo Marcos, a quien hoy recordamos agradecidos por su labor evangelizadora.
Muy coherente con este encargo de Jesús es lo que ya antes hemos meditado en el salmo, que nos invitaba a anunciar la buena nueva del amor de Dios: "Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades". Nunca tan adecuada esta actitud como en la fiesta de un evangelista como Marcos.
3. ¿No deberíamos ser todos "evangelistas"? ¿No hemos recibido la misión de anunciar en torno nuestro la buena noticia de Jesús?
Marcos le dio a la Iglesia un ejemplo singular. Con un estilo sencillo, concreto -con más hechos y milagros de Jesús que discursos- nos ha dejado escrita la Buena Noticia que la comunidad cristiana va leyendo hace dos mil años. Si es verdad que su evangelio es el primero que se escribió, se podría decir que fue el "inventor" de ese género literario del evangelio, que no es una crónica histórica, sino una notificación de la Buena Nueva.
Lo que Marcos quería, y lo dice desde el principio, es presentarnos "el evangelio (=la buena noticia) de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios". Hacia el final del libro pondrá en labios del centurión romano las mismas palabras: "verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios".
Cuánto bien nos ha hecho Marcos con su pequeño libro, llenándonos de alegría y animándonos al seguimiento de Cristo. Lo leemos, en la Eucaristía de los domingos, cada tres años, en el ciclo B (años 2000, 2003,2006, etc). Y cada año, en las misas feriales de las semanas primera a novena del Tiempo Ordinario.
Le deberíamos imitar nosotros, cada uno en su propio ambiente, siendo testigos creíbles del evangelio y anunciando la salvación de Dios: el amigo con los amigos, los padres con los hijos y los hijos con los padres, los educadores, los responsables de los medios de comunicación, los catequistas. De palabra o por escrito, y sobre todo con las obras, con un estilo contagioso de vida evangélica, deberíamos ir diciendo a los demás quién es Jesús, el Enviado de Dios, el Salvador, la respuesta de Dios a todas nuestras preguntas.
En nuestro esfuerzo, que en algún momento nos podrá parecer ímprobo e imposible, experimentaremos que no estamos solos: "Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos...".
"Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades" (salmo).
"Predicamos a Cristo crucificado, fuerza y sabiduría de Dios" (aclamación al evangelio).
"Ellos fueron y proclamaron el evangelio por todas partes y el Señor actuaba con ellos" (evangelio).
"Que tu Iglesia se mantenga siempre fiel a la misión de anunciar el Evangelio" (ofrendas).