Padres de la Iglesia

Cirilo

San Cirilo, obispo y doctor de la Iglesia, que elegido para ocupar la sede de Alejandría, en Egipto, trabajó con empeño para mantener íntegra la fe católica, y en el Concilio de Éfeso defendió los dogmas de la unidad de persona en Cristo y la divina maternidad de la Virgen María.
(Martirologio Romano)


Breve resumen de su vida

San Cirilo de Alejandría, obispo y doctor de la Iglesia, nació en Alejandría, Egipto. Era sobrino de Teófilo, patriarca de esa ciudad. Cirilo recibió una buena educación clásica y teológica en Alejandría y fue ordenado Sacerdote por su tío, al que acompañó a Constantinopla en el año 403 y al que sucedió como patriarca de Alejandría alrededor del año 412.

En el año 430, San Cirilo se vio envuelto en una fuerte disputa contra el Obispo Nestorio, patriarca de Constantinopla, que predicaba una herejía que decía que María no era la Madre de Dios, asegurando que el Cristo divino estaba separado de su condición de Cristo humano, y por lo tanto, la palabra "Theotokos" (Madre de Dios) no podía aplicársele a la Virgen María. Afirmaba en consecuencia la separación de la divinidad de Cristo. Para Nestorio no se da una auténtica unión entre Dios y el hombre en Cristo, y por tanto no podía hablarse de «Madre de Dios».

La santa defensa de la verdad de san Cirilo ante la herejía del nestorianismo le ganó la cárcel y muchas luchas, pero todo ello culminó en la proclamación de uno de los dogmas fundamentales de la Iglesia.

Cirilo convenció al Papa Celestino I para convocar un sínodo en Roma, en donde se logró la condena a Nestorio, y luego él hizo lo mismo con un sínodo convocado en Alejandría.

San Cirilo argumentó que: María es la Theotokos (Madre de Dios), no porque ella existiese antes de Dios o hubiese creado a Dios. Dios es eterno y María Santísima es una criatura de Dios. Pero Dios quiso nacer de mujer. Si la persona que nace de María es divina entonces ella es madre de Dios.

En el año 431, Cirilo presidió el tercer Consejo General en Éfeso, a la que asistieron unos doscientos obispos, quienes condenaron todos los postulados de Nestorio y se proclamó solemnemente el dogma de la Theotokos.

Cirilo escribió tratados que clarificaron las doctrinas de la Trinidad y la Encarnación y que ayudaron a prevenir que el nestorianismo y el pelagianismo echaran algún tipo de raíces en la comunidad cristiana. San Cirilo fue el más brillante teólogo de la tradición alejandrina. Sus escritos se caracterizan por el pensamiento exacto, exposición precisa y grandes habilidades de razonamiento.

Entre sus escritos están los comentarios sobre los Libros de Juan, Lucas, y muchos libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, entre los que destaca todo el Pentateuco, Isaías y los Salmos. Realizó tratados de teología dogmática, y Apología contra Juliano el Apóstata, cartas y sermones.

Fue declarado Doctor de la Iglesia por el Papa León XIII en 1882. Su fiesta es el 27 de junio.

Al final del Concilio de Éfeso decía:

Te saludamos oh María, Madre de Dios, verdadero tesoro de todo el universo, antorcha que jamás se apagará, templo que nunca será destruido, sitio de refugio para todos los desamparados, por quien ha venido al mundo el que es bendito por los siglos. Por ti la Trinidad ha recibido más gloria en la tierra; por ti la cruz nos ha salvado; por ti los cielos se estremecen de alegría y los demonios son puestos en fuga; el enemigo del alma es lanzado al abismo y nosotros débiles criaturas somos elevados al puesto de honor.
Y relataba también la actitud del pueblo cristiano, que es un interesante testimonio de la belleza e importancia de lo que llamamos el sensus fidei:
No se puede imaginar la alegría de este pueblo fervoroso cuando supo que el Concilio había declarado que María sí es Madre de Dios y que los que no aceptaran esa verdad quedan fuera de la Iglesia. Toda la población permaneció desde el amanecer hasta la noche junto a la Iglesia de la Madre de Dios donde estábamos reunidos los 200 obispos del mundo. Y cuando supieron la declaración del Concilio empezaron a gritar y a cantar, y con antorchas encendidas nos acompañaron a nuestras casas y por el camino iban quemando incienso. Alabemos con nuestros himnos a María Madre de Dios y a su Hijo Jesucristo a quien sea todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos

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  1. 2, 19
  2. 2 Cor 5, 17-21
  3. Heb 1, 1-6
  4. Is 2, 1-5
  5. Is 7, 10-14
  6. Is 40, 1-11
  7. Is 42, 1-4. 6-7
  8. Is 45, 6c-8. 18. 21b-25
  9. Jn 1, 29-34
  10. Jn 1, 35-42
  11. Jn 3, 1-8
  12. Jn 5, 31-47
  13. Jn 6, 60-69
  14. Jn 8, 51-59
  15. Jn 11, 45-57
  16. Jn 12, 24-26
  17. Jn 15, 1-7
  18. Jn 15, 1-8
  19. Jn 15, 9-17
  20. Jn 17, 1-11a
  21. Jn 18, 1—19, 42
  22. Jn 20, 19-23
  23. Jn 20, 19-31
  24. Jn 20, 24-29
  25. Lc 1, 57-66
  26. Lc 2, 16-21
  27. Lc 2, 22-40
  28. Lc 3, 10-18
  29. Lc 4, 16-30
  30. Lc 6, 12-19
  31. Lc 6, 39-42
  32. Lc 9, 28b-36
  33. Lc 21, 29-33
  34. Lc 24, 35-48
  35. Lc 24, 46-53
  36. Mc 1, 1-8
  37. Mc 8, 14-21
  38. Mc 9, 2-13
  39. Mc 14, 1—15, 47
  40. Mt 5, 17-19
  41. Mt 6, 24-34
  42. Mt 7, 21-27
  43. Mt 16, 21-27
  44. Mt 21, 33-43
  45. Mt 21, 33-43. 45-46
  46. Mt 26, 14—27, 66


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